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Grecia presiona a los socios europeos para lograr un acuerdo político

Tsipras ataca al FMI por "socavar" el acuerdo con los socios europeos y reclama sin éxito una cumbre para desatascar a nivel político los problemas con la vieja troika

Claudi Pérez
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, el pasado día 22 en Atenas.
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, el pasado día 22 en Atenas.ALKIS KONSTANTINIDIS (REUTERS)

La estructura de la crisis griega es la música que late bajo toda la crisis del euro: más de un lustro de guerra de baja intensidad entre acreedores y deudores, de gestión insuperablemente mediocre por todos los flancos, con una economía que se mantiene con vida con complejos mecanismos de respiración artificial y que, a pesar de los centenares de miles de millones en ayudas —créditos a muy largo plazo y muy bajos tipos de interés— no consigue sino seguir en un limbo. Grecia vuelve a cámara lenta al punto muerto de hace solo unos meses: no consigue cumplir los objetivos marcados en el tercer rescate, empieza a quedarse sin fondos y su Gobierno, en una posición de debilidad cada vez más visible, intenta elevar los problemas al máximo nivel político en Europa. El primer ministro Alexis Tsipras ha pedido hoy una cumbre europea para desencallar el lío griego. La respuesta es no: el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, reclama antes un acuerdo a nivel técnico o, como mucho, un pacto entre los ministros de Finanzas del euro antes de consultar a los jefes de Estado y primeros ministros. Pero ese acuerdo no termina de cuajar.

Tsipras está descontento con los socios europeos, que le prometieron ayuda si cooperaba para paliar la crisis de refugiados, y vuelve a cargar contra el FMI: acusa a la institución que lidera Christine Lagarde de "socavar los esfuerzos" realizados por su Gobierno y las instituciones europeas para encarrilar el rescate con peticiones imposibles de aceptar en Grecia. Tanto en la petición a Tusk como en los ataques al Fondo resuenan ecos del drama que llevó al país a una situación de insolvencia el año pasado.

Grecia tiene que hacer ya un duro ajuste del 3,5% del PIB en breve (en torno a 5.400 millones de euros), que incluirá subidas de impuestos, una reforma de pensiones ambiciosa, recortes en el gasto en defensa, privatizaciones, venta de créditos morosos a fondos buitre y la habitual retahíla de exigencias de los acreedores. El FMI, además, se ha salido con la suya y reclama medidas preventivas por importe de un 2% adicional (unos 3.500 millones más) por si Atenas es incapaz de cumplir los objetivos fiscales fijados en el rescate. El acuerdo no está lejos, pero Atenas se resiste sobre todo a las medidas preventivas. El Ejecutivo avisa de que la petición del FMI es inconstitucional. Y contraataca con un mecanismo de corrección permanente del presupuesto que se activaría en caso de no alcanzar las metas de superávit (un difícil 3,5% del PIB en 2018), pero que no termina de convencer a la antigua troika.

Los últimos flecos, en fin, no terminan de cerrarse. Esa también es una vieja historia del drama griego, de la que Tsipras ha tratado de salir siempre con una patada hacia arriba: reclamando una cumbre europea para desencallar el asunto con los líderes del euro.

El jefe del Eurogrupo, Jeroen Dijsselbloem, amagó el pasado fin de semana con la convocatoria de una reunión extraordinaria de ministros, que finalmente se producirá "como tarde", según ha dicho este miércoles en París el propio Dijsselbloem, la semana que viene o la próxima. No habrá, eso sí, cumbre a nivel político, a juzgar por la reacción de Tusk tras una conversación telefónica con Tsipras: "Hay que evitar una nueva situación de incertidumbre. Estoy convencido de que queda mucho trabajo por hacer por parte de los ministros de Finanzas, y de que habrá un Eurogrupo extraordinario no en las próximas semanas, sino en los próximos días", dijo Tusk. El tiempo apremia. Grecia afronta pagos por importe de 3.000 millones de euros entre junio y julio, y está con poco dinero en caja. Esa presión también se ha visto en el pasado: Europa y Grecia jugaron al perro y el gato antes del tercer rescate, con un corralito incluido y un impago temporal al FMI.

El Gobierno de Tsipras afronta dificultades internas, con un grupo de parlamentarios que amenazan con bloquear medidas adicionales y reclama para ya la reestructuración de deuda. El FMI no termina de involucrarse con dinero contante y sonante en el tercer rescate. La prometida reestructuración de la deuda solo llegará cuando se alcance un acuerdo sobre el primer examen de este tercer rescate, que asciende a 86.000 millones de euros. Los mercados empiezan a ponerse, una vez más, nerviosos. Todo eso suena a dicho, pero esta vez puede ser peor por la fatiga que acumulan los griegos y el resto de problemas europeos de la temporada primavera-verano: referéndum en Reino Unido y crisis migratoria y de refugiados.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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