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La oposición argentina empieza a rearmarse y aprueba una ley antidespidos

Macri sufre su primera derrota parlamentaria mientras se prepara una gran movilización sindical

Carlos E. Cué
El Senado argentino dio media sanción a una ley antidespidos rechazada por el Ejecutivo
El Senado argentino dio media sanción a una ley antidespidos rechazada por el Ejecutivo

Nada es permanente en Argentina. Ni siquiera duradero. Y mucho menos en política. Mauricio Macri, como todos sus predecesores en la presidencia, vive en una montaña rusa en la que una semana parece que es el líder más poderoso de América Latina y la siguiente está acorralado por la oposición. Es la dinámica clásica que precisamente este Gobierno quiere romper. Pero no va a ser fácil. “La Argentina es un quilombo si la miran de frente, pero no hay que mirarla de manera convencional”, ironizaba el martes Alfonso Prat-Gay, ministro de Economia, ante un grupo de empresarios españoles.

La oposición argentina ha empezado a rearmarse y a debilitar a Macri en dos frentes: en el Parlamento, con la primera derrota importante del Gobierno, que vio cómo se aprobaba en el Senado una ley que prohíbe los despidos y que el presidente con toda probabilidad se verá obligado a vetar para impedir que prospere. Y también en la calle, donde los sindicatos peronistas han preparado una gran movilización el viernes –de momento no una huelga- que medirá el estado de ánimo de los argentinos. Gobierno y oposición empiezan el juego de poder que en Argentina siempre tiene un final incierto.

Hace un mes, Macri ofreció al mundo la imagen más difícil y deseada: a pesar de estar en minoría, logró que dos tercios de la Cámara de Diputados y tres cuartos del Senado aprobaran el pacto con los fondos buitre que ha puesto fin esta semana a una suspensión de pagos que duró 15 años, la más importante del mundo. “Nos votaron más senadores del Frente para la Victoria [la formación que crearon los Kirchner] que de Cambiemos [la alianza de Macri]” explicaba Prat Gay. Macri ofreció la imagen de que controlaba Argentina. Después llegó la visita de Barack Obama, y el presidente llegó al cénit de su prestigio mundial, apareció con el hombre más poderoso del planeta en todas las televisiones.

A partir de ese momento, Macri ha iniciado una cuesta abajo que arrancó cuando anunció una serie de aumentos de tarifas durísimos, de hasta el 700%, y siguió con su aparición en los papeles de Panamá. La inflación disparada y los ajustes están cambiando el humor de los argentinos, Cristina Fernández de Kirchner hizo su regreso triunfal y la oposición, muy dividida por la guerra de sucesión de la expresidenta, empieza a rearmarse. Y Macri parece de repente mucho más débil que hace un mes.

El presidente sigue teniendo un enorme apoyo internacional y especialmente de algo que para los argentinos, expertos en economía después de decenas de crisis, cuenta mucho: los mercados. El apetito por la deuda argentina –se llegaron a demandar casi 70.000 millones de dólares para una oferta que se quedó en 16.000- es una muestra más del respaldo que Macri encuentra en cuanto sale de sus fronteras. Pero dentro, la oposición ha olido debilidad y empieza a unirse, al menos temporalmente, para tratar de crearle problemas al Gobierno.

Macri y su equipo tratan de trasladar una enorme tranquilidad pero poco a poco los problemas se van acumulando. La votación en el Senado de la ley antidespidos devolvió a Macri a una realidad dura: no tiene ni de lejos el control de las Cámaras. Perdió por 18 votos a 48. Y demostró que realmente solo puede contar con esos 18, los demás son prestados. En Diputados tiene algo más de fuerza, pero también está en minoría. Hasta ahora Macri lo había resuelto con negociaciones y prometiendo dinero y obras a los gobernadores peronistas. Pero todos le han demostrado que siguen ahí.

La ley antidespidos, que dobla el coste de echar a un trabajador y lo hace prácticamente inviable, llega apoyada por ocho sindicatos en un momento en que se discuten las cifras de destrucción de empleo. El Gobierno asegura que todo está más o menos como el año pasado, esto es sin creación de empleo pero también sin destrucción masiva, y los sindicatos peronistas dicen que el empleo se está desplomando. La obra pública está parada porque hay muchas deudas por pagar y la construcción se resiente, mientras una industria muy sensible como la automotriz sufre por Brasil. Argentina se hunde en la recesión y el Gobierno necesita logros cuanto antes.

La movilización del viernes tiene un origen similar y una gran relevancia política. Uno de los mayores logros de Macri hasta ahora había sido controlar a los sindicatos peronistas, a los que invitó a la Casa Rosada nada más tomar posesión. Los calmó con lo mismo que a los gobernadores: promesas de dinero para sus sindicatos y sus poderosas obras sociales. Su alianza con el histórico líder de los camioneros, Hugo Moyano, le daba mucho margen. Pero ahora Moyano encabezará la marcha y entre todos, también pendientes de la reaparición de Cristina Fernández de Kirchner que pesca en las aguas del descontento popular, están empezando a mostrar las uñas o como se dicen en Argentina “marcando la cancha”. Nada hace pensar que Macri no supere esta crisis con algunos rasguños de más y el coste político de tener que vetar una ley, pero hacer previsiones en Argentina es tan arriesgado como inútil. Todos, incluido el presidente, viven día a día en un estado de permanente sobresalto.

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