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Macri, gran apoyo de Temer en un continente en pleno giro ideológico

Los gobiernos sudamericanos están inquietos pero Argentina apuesta por “respetar” el proceso

Buenos Aires / Bogotá -
El presidente argentino, Mauricio Macri.
El presidente argentino, Mauricio Macri.EFE

En una situación de máxima tensión política, Michel Temer, nuevo presidente brasileño, necesita todos los apoyos internacionales que pueda lograr. El primero le llegó de Argentina, el país en el que empezó en noviembre de 2015 el notable giro ideológico que vive Latinoamérica después de los años dorados de la izquierda. "El Gobierno argentino manifiesta que respeta el proceso institucional que se está desarrollando", aseguró el Ejecutivo de Mauricio Macri en un comunicado pocas horas después de que se aprobara el impeachment. Mientras Dilma Rousseff hablaba de "golpe" y otros presidentes como Evo Morales o Nicolás Maduro respaldan esa acusación, Macri es ya el gran aliado de Temer, que comparte su apuesta al regreso a la ortodoxia económica y a una política exterior basada en el acercamiento a EEUU.

"Ante los sucesos registrados en Brasil el Gobierno argentino confía en que el desenlace de la situación consolide la solidez de la democracia brasileña", decía el comunicado argentino emitido a primera hora, que contrasta con las palabras de Rousseff, quien precisamente insiste en que se está violando la democracia brasileña. El gesto estaba muy medido y aparentemente pactado con Temer. El nuevo presidente brasileño esperaba una llamada de su homólogo argentino en cuanto asumiera el poder, algo que sería un gesto definitivo de respaldo. Una broma de una radio argentina dejó al descubierto a Temer, que creía estar hablando con Macri y le detalló algunos de sus planes para las primeras horas de gobierno.

"El Gobierno argentino continuará dialogando con las autoridades constituidas a fin de seguir avanzando con el proceso de integración bilateral y regional" remata el texto, publicitado en su cuenta de twitter por la canciller Susana Malcorra, en una operación muy medida en tiempo y forma. Un respaldo claro al nuevo presidente. Cuando empezó el proceso, hace meses, Macri trasladó su apoyo a Rousseff aunque siempre de forma mucho más cauta que Morales. Pero poco a poco el Gobierno argentino empezó a asumir que Rousseff iba a caer, y Macri dejó de llamarla. Argentina rechazó que se aprobaran declaraciones conjuntas en Unasur y Mercosur de rechazo al impeachment, descartó la palabra golpe y esperó a la votación. "Debemos hacer cosas que ayuden y no que compliquen aún más la situación", explicaba Malcorra a EL PAÍS antes de la votación, después de admitir que hubo una discusión en la que algunos países querían aplicar la cláusula democrática para apoyar a Rousseff, algo que ella rechazó. Argentina nunca habló de golpe.

Mientras Macri se acerca a Temer, el resto del continente vive la crisis con gran inquietud y diferentes reacciones. Desde el apoyo incondicional del eje bolivariano, que siempre vio en el gigante brasileño un fiel aliado, económico, pero sobre todo político, al silencio de otros países, como Colombia. Desde que comenzaron las protestas contra Rousseff, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha sugerido reiteradamente que estaba en marcha un golpe de Estado contra la izquierda latinoamericana. Férreo crítico del juicio su homóloga brasileña, el mandatario, que desde que perdió las elecciones parlamentarias del pasado diciembre trata de socavar el poder de la Asamblea Nacional en su país, ha llegado a decir: "La derecha del continente desconoce la soberanía popular, ¿pretenden desaparecernos?". En la misma línea, la canciller, Delcy Rodríguez, considera que el juicio a Rousseff pretende "desconocer la voluntad del pueblo brasileño". Por el contrario, la oposición venezolana se ha mostrado optimista tras el impeachment. "Hoy salió Dilma del poder, una mujer que hace dos semanas decía que no podía salir del poder, que se vea reflejado Nicolás Maduro", ha dicho el diputado de la coalición opositora Mesa de Unidad Democrática (MUD) Jorge Borges.

Evo Morales, a quien los bolivianos dieron la espalda el pasado febrero al rechazar la posibilidad de que se vuelva a presentar a unas elecciones –lo que aceptó sin concesiones-, buscó en vano el rechazo de Unasur al juicio a Dilma. El secretario general, Ernesto Samper, sí ha criticado el impeachment –"lo que está ocurriendo es un linchamiento a la presidenta", ha asegurado-, pero el organismo de integración sudamericano impulsado por Chávez, con el indiscutible apoyo de Lula, no ha se pronunciado en bloque sobre la crisis.

Si en otras ocasiones, como en la crisis política de Venezuela, se ha mantenido cauta, en esta ocasión la presidenta chilena, Michelle Bachelet, ha sido tajante en su respaldo a Rousseff. "Creo que es una mujer honesta y responsable, que está haciendo lo mejor posible para Brasil", aseguró la mandataria, quien no negó su "admiración" por su homóloga.

El antecedente más reciente que se asemeja al proceso de destitución de Rousseff fue el que se vivió con Fernando Lugo en Paraguay hace cuatro años. Del respaldo masivo antes del juicio político se pasó, tras la salida del mandatario, a la tímida protesta. Brasil es otro mundo. Su gigantesco tamaño, los importantes lazos con sus vecinos y el peso político en la región auguran otra reacción.

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