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Sanders prepara su legado político

El senador se niega a admitir la victoria de Clinton, en un intento por sacar el máximo rendimiento a su "revolución política" y transformar el Partido Demócrata

Sanders, el martes en Santa Mónica tras la derrota en California.
Sanders, el martes en Santa Mónica tras la derrota en California.AFP
Pablo Ximénez de Sandoval

En las últimas semanas, la campaña de Bernie Sanders se expresaba en condicional. “Si ganamos en California”, explicaba el senador, “si ganamos en Nueva Jersey”, “si la señora Clinton no consigue los delegados”. Todo era un gran “si…”. El castillo de naipes se vino abajo este martes. Hillary Clinton ganó Nueva Jersey, California y dos estados más. Al final del proceso de primarias, supera a Sanders en tres millones y medio de votos, casi 300 delegados y más de 500 superdelegados, además de haber ganado en 28 Estados. Bernie Sanders ha perdido.

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Nadie podría deducirlo escuchando su discurso en Santa Mónica en la noche en que el muy rico, muy demócrata y muy diverso estado de California decidió que el futuro del partido es Clinton y no él. “Vamos a pelear duro para ganar las primarias de Washington DC” el próximo martes (las últimas de verdad), dijo Sanders ante una multitud entusiasmada. “Y después vamos a llevar nuestra lucha por la justicia social, económica, racial y medioambiental hasta Philadelphia”, añadió, en referencia a la Convención Demócrata que se celebra el 25 de julio en esa ciudad y en la que se elige oficialmente al candidato a presidente. Ni una insinuación de que vaya a admitir su derrota.

No se trata de arrogancia. En realidad, Sanders ha ganado mucho. Ha construido un capital político monumental de la nada, como reconoce la propia Clinton. Su campaña era testimonial hace un año. Su discurso sobre “el cambio real” y la “revolución política”, su programa de “socialismo democrático” que pide sanidad y educación gratis, ha ilusionado a millones de personas a las que Clinton no llegaba. Sanders ha ganado en 22 estados y ha obtenido casi 12 millones de votos. Lo ha conseguido además financiándose con pequeñas aportaciones de sus simpatizantes, denunciando el “sistema de financiación corrupto” de la política norteamericana. El “movimiento”, como lo llama Sanders, es ahora el tesoro político más codiciado de esta carrera.

El primero que quiere aprovecharlo es el propio Sanders. Por eso sigue adelante. Cada voto, cada delegado, le permitirán llegar a la convención con fuerza para influir en las posiciones del partido, que no va a poder ignorarle. No es el momento de decirles a esos millones de personas que se vayan a casa y se conformen con Clinton, sino de hacerles ver que su movilización sirve para algo y maximizar el retorno de esa inversión en términos de cambios profundos en el Partido Demócrata.

La segunda en la cola es Hillary Clinton. La candidata in péctore necesita atraerse a la mayoría de esos votantes, a los que ella seguramente habría sido incapaz de movilizar, para cimentar su base contra el republicano Donald Trump. Son, por ejemplo, muchos jóvenes a los que no les impresiona en absoluto tener una candidata mujer. Clinton lleva meses virando en su discurso para acercarse a esos progresistas que la consideran un peón del “sistema”. Las próximas semanas son cruciales para ver si se ponen de su lado.

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El tercero que quiere pescar en la “revolución política” es Donald Trump. El republicano ha comparado varias veces su campaña de outsider con la de Sanders, como si fueran fenómenos gemelos. En la noche del martes salió a decir: “A todos los votantes de Sanders que han sido abandonados por un sistema corrupto de superdelegados, les damos la bienvenida a nuestros brazos”.

Trump tiene razones para creer que parte de los votantes de Sanders le pueden apoyar y otra parte se pueden quedar en casa. No es raro en los mítines del senador durante esta campaña oír a gente, especialmente jóvenes que votan por primera vez, que pone por delante de su ideología la ilusión por abrir una brecha en un sistema de partidos que consideran corrupto. Y en ese plano de prioridades, se muestran dispuestos a votar a Trump.

La importancia del movimiento de Sanders en esta campaña la dejó también clara el presidente Barack Obama, que habló con él por teléfono el lunes y el martes para felicitarle por el trabajo realizado. A petición de Sanders, ambos se reunirán en la Casa Blanca este jueves. La Presidencia lo anunció en un comunicado: “El presidente está deseando continuar la conversación con el senador Sanders sobre cómo construir sobre el extraordinario trabajo que ha hecho para involucrar a millones de votantes demócratas, y construir sobre ese entusiasmo en las semanas y meses que vienen”.

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Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

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