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Macri se desgasta pero resiste en las encuestas tras seis meses de ajuste duro

El presidente argentino sufre el coste político pero muchos aún confían en que logre mejorar la economía

Carlos E. Cué
Macri, durante un acto publico al cumplir seis meses en el poder.
Macri, durante un acto publico al cumplir seis meses en el poder.EFE

Casi todo en política depende de las expectativas. Mauricio Macri, el presidente argentino, que sorprendió a todos al vencer por la mínima las elecciones en noviembre de 2015, cumple sus primeros seis meses de Gobierno marcado por un durísimo ajuste y una inflación del 40% montado en esa confianza en el futuro. Es la única que le permiten mantener una alta valoración, del 60%, casi única en una región, Latinoamérica, donde casi todos los presidentes están hundidos en las encuestas y caen en cuanto hay elecciones o directamente desaparecen del mapa, como le acaba de pasar a Ollanta Humala en Perú.

Macri ha completado en estos seis meses una política de ajuste muy duro, con una inflación desbocada, única en Latinoamérica con la excepción de Venezuela. Los argentinos no habían visto un crecimiento de precios tan fuerte desde 2003, después de la crisis de 2001 y la devaluación brutal. Macri ha subido las tarifas de gas, agua, luz y transporte hasta el 700%. Ha despedido a miles de empleados públicos. Y se ha producido un gran aumento de la pobreza por la inflación. Desde que llegó al Gobierno hay 1,4 millones de pobres nuevos, según los estudios periódicos y muy respetados de la Universidad Católica.

Y sin embargo el presidente, que ha sufrido incluso el desgaste personal de su aparición en los Papeles de Panamá, ha perdido solo 10 puntos de valoración y ha pasado de un apoyo inicial del 70%, en pleno idilio tras su llegada a la Casa Rosada, a uno actual del 60%, aún muy alto.

¿Cómo logra aguantar? Los expertos coinciden: por las expectativas. Los argentinos, o al menos una parte importante –el 35% de la sociedad que detesta a Macri ha consolidado y aumentado su rechazo- confían en las promesas del Gobierno que insiste en que el país está en el peor momento pero todo mejorará a partir de ahora. Juan Germano, director de la consultora de análisis político Isonomía, lo resume con números. “El Gobierno se sostiene por unas expectativas de futuro muy altas, no hay precedentes de estas cifras. Si preguntas a los argentinos si están mejor que hace un año, solo el 9% te dice que sí. Pero si preguntas si creen que dentro de un año estarán mejor, el 65% cree que sí. Hay una enorme preocupación por la inflación, y la luna de miel con Macri terminó, pero aún le están dando tiempo. Si no cumple esas expectativas altas y baja la inflación, tendrá problemas”, sentencia.

Eduardo Fidanza, presidente de Poliarquía, la principal encuestadora del país, coincide. “Macri conserva un 60% de aprobación y 35% de desaprobación. Ha perdido 15 puntos desde el verano [enero en Argentina] pero está bastante bien aún. Tiene una imagen personal positiva del 50% y negativa del 30%. Es mucho mejor de lo esperado en relación con la magnitud del ajuste de estos seis meses”, analiza. “Buena parte del apoyo a Macri se explica por el rechazo y el hartazgo de Cristina Kirchner. Muchos asumen la idea del Gobierno de que le dejaron una herencia muy dura. Pero este apoyo que tiene Macri está condicionado a que logre éxitos. Por eso el Gobierno está estresado. Necesita resultados, ha puesto las expectativas muy altas para el segundo semestre”, remata Fidanza.

El propio Macri está dedicado casi cada día a pedir paciencia, a ganar tiempo y a tratar de evitar que cale el mensaje pesimista sobre el futuro que acabaría con su Gobierno. “Esta transición no ha sido fácil”, admitió el viernes. “Hay muchos que tienen miedo, que no saben si esto va a funcionar. Yo les pido que no escuchen a esa minoría que les mete miedo, que quiere que nos vaya mal, que dice todos los días barbaridades. Lo que estamos haciendo es lo correcto", insistió el presidente.

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Los argentinos de momento le dan tiempo. Pero el malestar social, con protestas cada vez más frecuentes –ya es normal que casi cada día haya cortes de tres horas en la 9 de julio, la arteria principal de Buenos Aires- empieza a consolidarse. La oposición está muy debilitada y dividida después de 12 años de poder absoluto del kirchnerismo, ahora en horas bajas, pero poco a poco intenta rearmarse y tiene mayoría en el Congreso. Los sindicatos peronistas, que ya han lanzado varios avisos, están negociando subidas salariales y dinero para sus centrales. Macri los ha calmado hasta ahora con aumentos de sueldos de hasta el 38%. El presidente hace concesiones constantes para ganar tiempo. Pero necesita resultados. El esperado segundo semestre ya está aquí. Y el argentino no es un pueblo que destaque por su paciencia.

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