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La familia siria El Faj prepara sus maletas rumbo a España

Un primer grupo de 82 refugiados sirios de un total de 285 dejarán el Líbano a finales de mes para ser acogidos en España

Natalia Sancha
La familia refugiada siria El Faj en el cuartucho que hace las veces de su hogar en Líbano. Serán acogidos en España el próximo 29 de junio
La familia refugiada siria El Faj en el cuartucho que hace las veces de su hogar en Líbano. Serán acogidos en España el próximo 29 de junioNATALIA SANCHA

Los El Faj hacen las maletas. En una semana dejarán su cuartucho del Líbano, país de acogida para esta familia de refugiados sirios durante los últimos cuatro años, que partirán el próximo 29 de junio a España. Lo harán sin arriesgar sus vidas, a bordo de un avión junto con otros 81 compatriotas. Antes de que finalice el verano, España acogerá a un total de 285 refugiados sirios de Líbano.

Empaquetar no les llevará mucho. Los cuatro miembros de la familia difícilmente juntan dos maletas de ropa. En una habitación de apenas 15 metros cuadrados se hacinan Mohamed, de 40, su mujer Zeinab de 42 y sus dos hijos: Ahmed de 16 y Aya de 11. A falta de espacio y en busca de un suspiro de aire que no parece adentrarse nunca en el saturado cuarto, Ahmed y Aya duermen en un minúsculo balcón. Sus padres lo hacen en una maltrecha cama frente a la nevera, detrás del hornillo que hace las veces de cocina, y junto al plato de ducha. A pesar de lo parco del hogar, Zeinab se afana en sacar brillo a las desconchadas baldosas.

Los cuatro salieron con lo puesto una noche de junio de 2011, cuatro meses después de que estallaran las revueltas en Siria. Entrando en su sexto año, el conflicto sirio se ha cobrado 290.000 vidas y desplazado de sus hogares a la mitad de los 23 millones de habitantes. Los El Faj huyeron a pie, abandonando su casa de dos plantas en la localidad de Tell Kalaj, a una hora de marcha al norte de la frontera libanesa. “No podíamos soportar más noches de miedo bajo las bombas y los morteros, nunca habíamos vivido una guerra”, dice una exhausta y pálida madre que durante 24 meses apenas ha salido del cuartucho que hace las veces de refugio. Junto a ellos huyeron los primeros 3.000 refugiados sirios de la guerra. Desde la frontera peregrinaron durante dos años en el norte de Líbano pasando de un asentamiento informal a un almacén reconvertido en casa.

En 2014 alquilaron este cuarto en Maalmatein, a 30 kilómetros al norte de Beirut. Mohamed trabaja 11 horas diarias, seis días a la semana en un restaurante cercano por 352 euros mensuales. Su patrón le resta 264 por este maltrecho habitáculo en un edificio íntegramente ocupado por jornaleros sirios. Los El Faj hacen malabares para llegar a final de mes, gracias a los 24 euros por persona que reciben mensualmente de ACNUR. Las vistas de su ventana dan al Mediterráneo, y sobre el mar compiten varios jóvenes con motos acuáticas bajo la atenta mirada de sus amigas que se tuestan en bikini bajo el sol. Un extraño escenario que contrasta con la rutina de esta familia dentro de estos cuatro muros reconvertidos en tanto refugio como prisión.

La familia refugiada siria El Faj en el cuartucho que hace las veces de hogar en Líbano
La familia refugiada siria El Faj en el cuartucho que hace las veces de hogar en LíbanoNATALIA SANCHA

“A penas salgo una vez al mes de casa”, murmura Zeinab mientras prepara un café con cardamomo. Acogiendo a cerca de dos millones de refugiados sirios, lo que representa un 25% de la población total, en 2015 el Gobierno libanés cerró sus fronteras con el país vecino. Al igual que el resto, los El Faj, están sujetos a pagar un permiso de residencia de 176 euros por persona por año, un gasto al que muy pocos refugiados pueden hacer frente. Por lo que la gran mayoría han optado por permanecer en situación ilegal sin transitar las calles libanesas.

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Cinco años fuera de las aulas

La familia El Faj aguarda la semana pasada su turno para tramitar sus documentos de viaje en la embajada española de Beirut
La familia El Faj aguarda la semana pasada su turno para tramitar sus documentos de viaje en la embajada española de BeirutNATALIA SANCHA

Aya tenía siete años cuando una noche fue arrastrada campo a través y entre tiroteos fuera de su país. Tímida, dice no recordar mucho más que los estruendos. Ahmed tenía 11. Hoy una riada de granitos tatúan su rostro de adolescente. El único lujo que se permite esta familia es un abono a internet, para que el joven pueda seguir estudiando, aunque sea surfeando en la red. Ahmed perdió a su prima y a varios amigos bajo la mirilla de un francotirador. Despojado por la guerra de todas sus amistades tan solo le quedan las redes sociales para saber de sus antiguos compañeros de pupitre, hoy desperdigados entre Europa, Turquía o Líbano.

Ambos ansían retornar a la escuela tras cinco años sin pisar un aula. Pero a cada hoja que arrancan del calendario se acerca su cita con el aeropuerto el próximo 29 de junio, incrementando los nervios. Ahmed ya se ha descargado un traductor y repite divertido las palabras que le lanza su móvil en español.

Los El Faj no saben aun en qué ciudad española vivirán. “Solo queremos que sea segura”, repite Zeinab. Tras dos años encerrada ha tenido mucho tiempo para pensar. “Le das vueltas a todo. Pienso en la vida que tenía en Siria, en mi casa, mi patio, mi lavadora”, dice dominando el llanto y señalando con la mirada las cuatro pertenencias que le rodean. Mohamed tenía un pequeño supermercado con el que ganaba un buen sueldo. La guerra le privó de su negocio. Peor aún, le prohibió atender al entierro de su padre.

En situación de ilegalidad, Zeinab, de 42, apenas sale una vez al mes del cuarto que le sirve de refugio desde hace dos años al norte de la capital libanesa
En situación de ilegalidad, Zeinab, de 42, apenas sale una vez al mes del cuarto que le sirve de refugio desde hace dos años al norte de la capital libanesaNATALIA SANCHA

Ansioso por conocer más de su futuro en España, Mohamed torna en entrevistador: ¿Encontraré trabajo? ¿Bastará mi salario para mantener a mi familia? ¿Podremos vivir solos o compartiremos con otros refugiados?

Las preguntas brotan a raudales de su boca y los cuatro estallan en carcajadas al descubrir que en España existe un extraño tren llamado metro para viajar bajo tierra. Conforme el sol se agolpa en el horizonte y las jóvenes en bikini desaparecen de la ventana, Zeinab prepara el iftar, la comida con la que habrán de romper el día de ayuno en pleno mes de Ramadán. “Damos gracias a dios”, musita aun incrédula ante esa nueva vida en un país que varias semanas atrás no sabía situar en el mapa.

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