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Crisis Brasileña

“Lula no se presentará en 2018 solo si está preso o muerto”

Frei Betto, fraile, escritor, amigo y exministro del expresidente brasileño, asegura que el PT debe reformarse para sobrevivir

Frei Betto, en una imagen de 2014.
Frei Betto, en una imagen de 2014.FOLHAPRESS
Antonio Jiménez Barca

En una habitación pequeña de la planta baja del convento guarda Carlos Alberto Libânio, de 71 años, más conocido como Frei Betto, ejemplares de sus libros. Ha escrito más de 50. El último, una conversación con Fidel Castro. Fraile dominico, estudioso, activista, exministro de la primera etapa de Lula, teórico de la izquierda pero también práctico en movimientos sociales, Frei Betto es una especie de conciencia crítica del Partido de los Trabajadores (PT) brasileño. Conoció a Lula en la juventud de ambos, cuando compartían habitaciones improvisadas en los tiempos de la creación del partido y de la casi clandestinidad. Ahora, le reprocha a Lula que no haya renunciado a un tren de vida demasiado lujoso como para ser ejemplar y al partido que no haya llevado a cabo todo lo que, a su juicio, se proponía en sus principios. Él, por su parte, sigue viviendo austeramente en un convento de São Paulo, alérgico a cualquier bien material, argumentando que el ecologismo traerá, por fin, esa esperada sociedad más justa.

Pregunta. ¿Por qué dice que le ha decepcionado el PT?

Respuesta. Los años de Lula y el primer mandato de Dilma Rousseff fueron los mejores de la historia republicana de Brasil. Se hicieron muchas cosas: se sacó a 45 millones de la pobreza, se llevó la electricidad a 15 millones de hogares… Pero se podría haber hecho más.

P. ¿El qué?

R. El PT iba a ser el partido de la ética (lo que no ha sido) e iba a ser el partido de las reformas estructurales, como la reforma política, pero no se hicieron. Y ahora Dilma Rousseff y el PT son víctimas de eso precisamente.

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P.  ¿Y por qué no la hicieron?

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R. Porque temieron enfrentarse a las élites brasileñas. Era una reforma encaminada a no tener 36 partidos, encaminada a obstruir las vías de la corrupción. El PT, además, hizo una vía de inclusión social por el consumo. Dio crédito, e hizo programas sociales. La gente pasó a tener microondas, nevera, hasta coche, pagando todo a plazos. Pero no bienes sociales públicos, educación, salud, transporte o seguridad. Por eso las personas tienen rabia ahora, ahora que todo está peor.

P. ¿Y qué va a pasar ahora con la crisis política?

R. Todo dependerá de la decisión del Senado. Si efectivamente los senadores mantienen el impeachment, Temer se va a convertir en el gran apoyo de Lula para 2018. El Gobierno va a ser tan malo que va a ayudar a volver a Lula.

P.  ¿Usted cree que Lula va a volver?

R. No es que crea. Es que estoy seguro: Lula solo no será candidato si está muerto o está preso. Lo conozco bien.

P.  Hay quien piensa que está desilusionado desde la salida de Dilma…

R. Lula es un genio de la política. Ahora que la Operación Lava Jato reparte las cartas de la política brasileña, le conviene no sobresalir mucho. Conviene que deje a Temer desgastarse.

P.  ¿Cree que a Lula le cambió el poder?

R. No, no le cambió. Pero creo que Lula debería haber preservado algunos símbolos, como Mujica en Uruguay. Podía haber continuado vivir en la casa donde vivía cuando era presidente del sindicato y viajar con un avión normal, no con un avión privado, esos símbolos dicen mucho para la opinión pública. Con todo, seguimos siendo amigos, y yo creo totalmente en su integridad ética.

P.  ¿Cuál es la renovación pendiente del PT?

R. Tiene que hacer primero una profunda autocrítica y segundo, refundarse. Para eso tiene que decir cuál es su propuesta. En un determinado momento, el PT se volvió una formación especializada en su perpetuidad en el poder, preocupándose sobre todo de eso. Pasó de ser un proyecto para el país a un proyecto para el poder. Permanecer en el poder se convirtió en algo más importante que cambiar el país.

P.  Desde su perspectiva de fraile católico, ¿por qué tiene tanto poder la iglesia evangélica?

R. Por causa de la pobreza. En muchos lugares de Brasil no hay acceso a la salud o a la enseñanza básica. Por eso muchos prefieren una iglesia que hagan milagros de curaciones. Explotan la miseria de esas personas: “Usted viene aquí y se va a curar, va a ser feliz, va a tener empleo”. Esto va a acabar en fundamentalismo. Estas iglesias se transformaron en grandes fuerzas políticas que tienen en sus manos el aparato del Estado. La iglesia evangélica está cometiendo el mismo error que cometió la iglesia católica en la Edad Media: querer ejercer el poder político a partir de sus propios preceptos religiosos. Eso fue desastroso. Y es una puerta para la homofobia, para el machismo o para la discriminación…. Ahora, esto pasa porque las personas están desamparadas, porque tienen muchas carencias, porque creen en todo lo que venga envuelto en algo divino… La Iglesia evangélica está en esos barrios, usted se siente valorizado ahí, se siente parte de ese proceso. La iglesia Católica lo hizo durante mucho tiempo, con las comunidades eclesiásticas de base. Pero dos papas no quisieron esas comunidades. Ahora, con el papa Francisco, vuelven a renacer.

P.  ¿Cree que se puede acabar con el problema de la desigualdad?

R. Si no creyera, certificaría la desesperanza de la especie humana. Un ejemplo es Cuba: Cuba tiene muchos defectos, pero ahí no ve una familia en la calle, ni millonarios. Yo creo que nos salvará la ecología. Antes creía que nos salvaría la economía, pero las personas tienen mucho apego a sus bienes, no están dispuestos a renunciar. Así que solo la ecología, el ver que los recursos del planeta son limitados, hará que tales empresas dejen de querer ganar tanto. O iremos todos al apocalipsis antes del tiempo. Pero como digo yo siempre: guardemos el pesimismo para días mejores.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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