_
_
_
_
_

Los que pueden hacer las maletas con el ‘Brexit’

Miles de empleados de las dos agencias de la UE en Londres, bancos y empresas se plantean si deberán abandonar el Reino Unido

Íñigo Domínguez

El rascacielos que aloja en Londres la sede de la Agencia Europea de Medicamentos tiene 22 pisos y en él trabajan 890 funcionarios de la UE. ¿Se van a ir? ¿Cuándo? "No tenemos ni idea, obviamente estamos todos preocupados, pero lo que pase no será enseguida, estamos esperando, aunque es innegable que todo se parará porque no sabemos si seguiremos aquí", cuenta uno de los empleados, un francés que no quiere facilitar su nombre, en la puerta del edificio. Entre los que trabajan en instituciones o empresas sensibles al seísmo del Brexit ya hay consigna de no hablar con la prensa. Es un tema delicado, la vida de miles de personas puede verse alterada, porque quizá deban hacer las maletas.

Unos brokers el pasado 27 de junio en el distrito financiero de Londres.
Unos brokers el pasado 27 de junio en el distrito financiero de Londres.TOBY MELVILLE (REUTERS)

La agencia de medicamentos, abierta en 1995, es la primera y mayor institución europea en las islas británicas. La segunda es la Autoridad Bancaria Europea, con 160 empleados, creada hace cinco años, y situada en la planta 46 de otro rascacielos cercano. En total, ambas acogen a más de un millar de funcionarios de la UE, a los que hay que sumar los de las oficinas de la Comisión y el Parlamento europeos. La previsible marcha de la tropa europea ya ha abierto la carrera en la UE por llevarse las oficinas, igual que Fráncfort, Luxemburgo o París aspiran a robar a la City entidades financieras. Nadie pierde el tiempo. Italia, por ejemplo, ya ha levantado la mano: está interesada en ubicar en Milán la agencia farmacéutica europea, según confirman fuentes diplomáticas.

Las dos agencias europeas se hallan en Canary Wharf, corazón del flamante distrito financiero de la capital, y los rascacielos que dominan el paisaje exhiben las siglas de la lista de bancos que también se plantean ahora transferir parte de su personal al continente: HBSC, que tiene 5.000 empleados, calibra enviar 1.000 a París; JP Morgan anunció que podría trasladar 4.000 de sus 16.000; el japonés Nomura, 2.600 personas, analiza la situación. Uno de cada cinco altos dirigentes financieros no descarta mandar personal fuera de Reino Unido, según una encuesta a 1.000 ejecutivos líderes realizada por el Institute of Directors.

En total, los servicios financieros dan trabajo a 2,1 millones de personas, es uno de los pilares de la economía británica y aporta el 11% de la recaudación de impuestos. Pero su más importante mercado es el europeo y su licencia para operar en él ahora puede caducar. Lo mismo ocurre a bancos europeos que operan en Reino Unido. Un ejecutivo del Banco Santander, instalado aquí hace unos años con su familia, y que también prefiere no revelar su nombre, cuenta que estaba a punto de comprar casa, en South Kensington, pero ahora no sabe qué hacer y va a posponer la decisión hasta que se aclare el panorama.

Muchas otras empresas han anunciado estos días que están estudiando si se tienen que ir: Vodafone, 13.000 trabajadores; y el gigante indio del acero Tata, 11.000 puestos de trabajo en las islas, ya negociaba cerrar su planta de Port Talbot en el sur de Gales y el Brexit puede acelerarlo. Tampoco se sabe cuál será el futuro de la construcción de la tercera pista del aeropuerto de Heathrow, Londres, que contaba con fondos europeos, y la nueva central nuclear de Hinkley Point, en Somerset, un proyecto francés y chino. La atención también se concentra en Nissan, con la mayor fábrica de coches del país, de 7.000 empleados, en Sunderland, porque vende el 55% de sus coches en la UE. Solo en esta ciudad hay 80 compañías europeas que dan trabajo a 25.600 vecinos. Es de los lugares donde menos se explica que el Brexit ganara de calle, con un 61% de los votos. Lo mismo ocurrió en Flintshire, sede de una planta de Airbus con 5.000 empleados.

A la hora de comer, decenas de hombres trajeados que trabajan en Canary Wharf comen un bocadillo en un jardín mientras ven un partido de Wimbledon en una pantalla gigante. "Sí, no se habla de otra cosa, de qué pasará, ha sido un shock, pero sobreviviremos, todo esto es demasiado grande y hay muchos intereses", comenta un grupo, con cierta suficiencia, señalando los imponentes edificios de cristal.

Estos rascacielos permanecieron inusualmente iluminados, con la luz encendida en todas las oficinas, la madrugada del pasado viernes, la noche del escrutinio del referéndum. A las cuatro de la mañana, cuando por fin se vio cuál era el resultado, cientos de ejecutivos y brokers acudieron a toda prisa a sus despachos para afrontar la apertura de los mercados asiáticos. Hubo atmósfera del estilo de 2008, con la quiebra de Lehman Brothers. Unas 14 horas más tarde, tras una jornada laboral maratoniana, muchos de ellos liberaban la presión tomando cervezas en los pubs de Square Mile. Noche de viernes a tumba abierta. "¿Qué cojones está pasando? Eso es lo que se decía en la oficina, la volatilidad es divertida", comentó Simon, un joven broker de la compañía ICAP, que sostenía un gin tonic en cada mano. Todos los que estaban alrededor emborrachándose estaban decepcionados por el Brexit, pero se lo tomaban como parte de un juego que se pone malditamente interesante.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Es periodista en EL PAÍS desde 2015. Antes fue corresponsal en Roma para El Correo y Vocento durante casi 15 años. Es autor de Crónicas de la Mafia; su segunda parte, Paletos Salvajes; y otros dos libros de viajes y reportajes.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_