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La Ciudad de México entrega 15.000 silbatos antiacoso

La polémica medida ha recibido duras críticas por parte de las asociaciones feministas de la capital

Elena Reina
Tania Gutiérrez, de 23 años, sostiene a su hijo y el silbato.
Tania Gutiérrez, de 23 años, sostiene a su hijo y el silbato.DANIEL VILLA

Tania Gutiérrez, de 23 años, sostiene a su hija de dos meses con el brazo izquierdo y con la mano libre muestra contenta su silbato. La Ciudad de México ha comenzado el reparto este lunes de 15.000 pitos antiacoso. La medida, dentro de un programa gubernamental para erradicar la violencia sexual que sufren miles de mujeres en la capital en el transporte público, ha sido duramente criticada por las organizaciones feministas y las redes sociales la han elevado a chiste nacional.

"Vengo a por el pito porque aceptaría cualquier cosa con tal de sentirme más segura. Tengo mucho miedo cuando voy sola con mi niña", explica Gutiérrez. Ella ha venido junto con su marido Martín, que es coordinador de seguridad de la estación de Metro Guerrero, porque un día escuchó un pitido de una mujer y los compañeros de trabajo comentaron que era una buena idea para sus esposas. Perla Sandoval, de 34 años, no viene por ella, sino por sus hijos: "Me explicaron que si me llegan a quitar a mi niño podría sonar el silbato y pedir ayuda a la gente". La mayoría de las mujeres que han acudido este lunes para solicitarlo proviene de barrios inseguros, oscuros de noche, solitarios y humildes. Ellas, que cruzan la ciudad diariamente solas o cargando a sus bebés, reconocen sentirse algo más amparadas por este artilugio, aunque no tengan claro si funcionará o no.

La medida la dio a conocer el Gobierno de la capital pocos días después de la primera gran manifestación contra la violencia de género el pasado 24 de abril. Aunque formaba parte de un programa con políticas destinadas a concienciar a la población sobre la problemática, el jefe de Gobierno la señaló como la primera, la que encabezaba la estrategia, y las críticas le comenzaron a llover. "¿Por qué tengo que colgarme una señal para que no me violen? ¿La que decida no llevarlo está entonces dando vía libre para que abusen de ella?", se preguntaban algunas mujeres.

Desde el Instituto de las Mujeres, un organismo dependiente del Gobierno capitalino y asesor en el programa, insisten en que es una medida disuasoria, que no pretende solucionar el problema de raíz. "Si un acosador ve un pito, se lo pensará dos veces", cuenta vía telefónica Teresa Incháustegui, directora del centro. La diferencia principal entre pitar o gritar, es que "el silbato alcanza los 700 metros", cuenta convencida. Ante las críticas, Incháustegui, lo defiende: "No estamos haciendo descansar la seguridad de las mujeres en un silbato. Estamos aumentando la vigilancia de las cámaras de seguridad, colocando botones de alarma en los autobuses para los chóferes y hemos ampliado el número de vagones de mujeres en el Metro, entre otras medidas".

Catalina Ruiz Navarro, una de las fundadoras de la asociación feminista más influyente de la capital, Estereotipas, explica indignada que esta política es "insultante" además de "ineficaz". "El silbato presenta varios problemas. El primero es práctico: es más fácil gritar que sacar un pito. Y si estamos en una sociedad donde si pides auxilio nadie hace nada, de poco va a servir que hagas sonar un silbato". Y continúa: "Es completamente impredecible lo que puede ocurrir si pitas. Si lo haces, porque hay mujeres que se paralizan. Y puede incluso que el acosador se ponga nervioso y te ataque. En ese caso: ¿la culpa será de la persona que pitó?".

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Ruiz señala que lo más grave es que "revictimiza" a las mujeres y en "ningún punto del programa se plantean medidas de prevención ni educación". El proceso para denunciar, y en eso coinciden desde la administración, es demasiado farragoso. Existe un porcentaje muy alto de mujeres que no denuncian —más de un 80% según las autoridades— y las que lo hacen están enfrentando a un acosador a penas "excesivamente altas" el algunos casos, según opina Ruiz. Y añade: "Una mujer que se anima a denunciar, además de que tiene que esperar más de seis horas en el Ministerio Público, tiene que decidir si va a destrozarle la vida a un señor por haberle tocado en el metro. Ese hombre puede ir varios años a la cárcel [de uno a tres]. Es poco estimulante poner una denuncia".

Según la encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, un 63% de las mujeres mexicanas señala haber sufrido algún tipo de violencia sexual. En la Ciudad de México esa cifra aumenta a un 72%. Las diferentes fiscalías tienen registradas más de 15.000 denuncias por violación al año. Esto es, 40 mujeres al día. Y sólo una de cada cinco recibe una sentencia condenatoria. Con estas cifras sobre la mesa, las organizaciones feministas exigen un programa de prevención que "no recaiga sobre la ciudadanía", sino en el Estado. Ruiz resume: "Pensar que llevas un pito puesto ni disuade ni protege, es una medida de emergencia que no cambia el comportamiento y para colmo nadie ha asegurado su eficacia".

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Sobre la firma

Elena Reina
Es redactora de la sección de Madrid. Antes trabajó ocho años en la redacción de EL PAÍS México, donde se especializó en temas de narcotráfico, migración y feminicidios. Es coautora del libro ‘Rabia: ocho crónicas contra el cinismo en América Latina’ (Anagrama, 2022) y Premio Gabriel García Márquez de Periodismo a la mejor cobertura en 2020

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