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Dimite el presidente de la Asamblea de Brasil que impulsó la destitución de Rousseff

"Solo mi renuncia puede ayudar a estabilizar esta Cámara", ha dicho tras presentar su renuncia

El polémico presidente del Parlamento Brasileño, el diputado Eduardo Cunha, el político más impopular de todo Brasil, ha renunciado este jueves a su puesto al frente de la Cámara. Lo hace, según explicó en una atropellada alocución leída, porque resolvió “ceder a las presiones” y porque, según él, “el Parlamento se encuentra acéfalo, en una situación extraña, y solo la renuncia puede estabilizarla”.

Cunha, este jueves tras anunciar su renuncia.
Cunha, este jueves tras anunciar su renuncia.Fernando Bizerra Jr (EFE)

Cunha aludía a que, desde primeros de mayo, él se encuentra apartado del cargo por orden de la Fiscalía brasileña, que le acusa de haberse beneficiado de los sobornos de Petrobras. También la Comisión de Ética de la Cámara le acusa de haber mentido al Congreso al asegurar, hace más de un año, que no tenía cuentas en el exterior. Revelaciones posteriores demostraron que el diputado, del Partido del Movimiento Democrático de Brasil (PMDB), el mismo que el del presidente en ejercicio, Michel Temer, posee cuentas en Suiza (a nombre suyo y al de su mujer) por valor de 5 millones de dólares. Para justificarlo, el hasta ahora presidente de la Cámara brasileña aseguraba que él no era el auténtico dueño del dinero, sino sólo su “usufructuario”, un galimatías verbal que no convenció a los parlamentarios, que un día sí y otro también, se desayunaban con noticias sobre los gastos suntuosos de Cunha y su familia en sus viajes a Europa y a Miami, siempre a cuenta de esos fondos.

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La controvertida figura de este diputado nacido en Río de Janeiro en 1958 ha sido protagonista crucial de los dos últimos años de la política brasileña. Cunha, ultrarreligioso, pastor de iglesia evangélica y poseedor de centenares de páginas web con el nombre de Jesús, se ha caracterizado desde que fue nombrado presidente de la Cámara brasileña, a principios del año pasado, por su feroz oposición a Rousseff. Sobre todo después de que, en noviembre del año pasado, los diputados del Partidos de los Trabajadores (PT), la formación de Rousseff, votasen contra él en la Comisión de Ética. Pocas horas después, Cunha desencadenaba el impeachment de la presidenta, que la apartó provisionalmente del poder en mayo. La misma Rousseff califica al propio Cunha de ser uno de los artífices de su caída. Además de iniciarlo, el por entonces presidente de la Cámara aceleró los procesos y obstaculizó barreras burocráticas y procesales para que todo fuera más rápido. Otros expertos consideran que Cunha ha sido un mero instrumento y que, cuando ha dejado de ser útil, ha sido abandonado por sus propias filas.

El mismo Cunha aludió a esa labor de impulsor del impeachment a la hora de explicar su renuncia: “Sufrí y sufro persecución por ese hecho”, aseguró el jueves.

Más de una decena de veces Cunha mantuvo que no renunciaría nunca a la presidencia. Pero ahora, según muchos conocedores de la política de Brasilia, lo que intenta es no perder su puesto de diputado y, por ende, seguir disfrutando del aforamiento que el cargo acarrea.

En agosto, el pleno del Congreso deberá votar si reprueba definitivamente a Cunha. Nada garantiza que salga victorioso. Pero la renuncia es un paso atrás que da para tratar de ganarse aliados (los diputados de su partido y el propio presidente Temer en primer lugar).

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Lágrimas

El momento más impactante de la convulsa rueda de prensa (el micrófono no funcionaba al principio) en la que Eduardo Cunha anunció su renuncia fue cuando, al hablar de su hija y su mujer, investigada por corrupción, se le quebró la voz y lloró. Nunca hasta ahora se le había visto llorar en público a este político polémico, acusado de recibir sobornos millonarios y de vivir a cuerpo de rey, con varios Porsches en el garaje de su casa.

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