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“Culpamos a la víctima y llamamos enfermo al violador”

La comisaria Cristiana Bento, que lidera la investigación sobre la violación colectiva a una niña en Rio el pasado mayo, impulsa un debate social

María Martín
La comisaria de policía Cristiana Bento.
La comisaria de policía Cristiana Bento.Eduardo Zappia

Cristiana Bento, una mujer religiosa, de melena rubia, que no renuncia a sus tacones ni a su manicura, se ha convertido en la comisaría de policía más famosa de Brasil. Su trato amable y cercano —da su número de móvil a los periodistas— contrasta con la dureza que suele caracterizar a los policías. Bento se convirtió en una celebridad en cuanto asumió la investigación de la violación colectiva de una adolescente en una favela de Río de Janeiro que, en principio, se pensó que había sido cometida por 30 hombres armados. El caso dio la vuelta al mundo. Pero no es, ni de lejos, el más brutal que ya ha pasado por sus manos. Responsable de la comisaría que atiende niños y adolescentes víctimas de violencia, Bento, de 42 años, convive con abusos que revuelven el estómago con solo imaginarlos: el abogado de renombre que pagaba a la profesora de una guardería para que le llevase niñas de apenas cuatro años… la niña de 13 años violada a golpes por cuatro expolicías reconvertidos en criminales….

La violación colectiva citada estalló en las redes sociales a finales de mayo, cuando se divulgaron imágenes de una joven inconsciente con hombres a su alrededor y un pie de foto brutal: “Más de 30 la preñaron”. Mientras una parte de la sociedad pedía justicia en protestas callejeras, la otra culpaba a la víctima, madre de un niño de cuatro años, con problemas de drogas, que frecuentaba los ambientes de narcotraficantes y que ya había sido violada en otras ocasiones.

“Sentí mucha pena al ver cómo la gente hablaba de ella, de cómo la juzgaban. No se puede esperar que una chica de 16 años, con esos problemas, piense igual que yo”, lamenta Bento. Su llegada a la investigación marcó un antes y un después, no solo en el caso, sino en la discusión pública sobre la cultura de la violación que impera en Brasil. “Hemos empezado a debatir. Pero no es suficiente. Continuamos culpando a la víctima y llamando enfermo al violador”, lamenta Bento en su despacho.

“Cristiana Bento apenas se limitó a actuar dentro de la ley, pero la mitificamos porque, por desgracia, muchas instituciones públicas aún se basan en la cultura de la violación, en la que la víctima tiene que demostrar que no es culpable”, explica la socióloga Jaqueline Pintanguy, coordinadora de CEPIA, una ONG que defiende los derechos de la mujer.

Hemos empezado a debatir. Pero no es suficiente. Continuamos culpando a la víctima y llamando enfermo al violador. C. Bento, comisaria

Bento, evangélica y casada con un militar, se crió en una familia donde el padre tenía la última palabra y su madre hacía la comida. Estudió Derecho y trabajó en un tribunal pero se presentó a las oposiciones para convertirse en policía. Menos de una cuarta parte de su promoción eran mujeres. “Una de las delegadas que se formó conmigo murió víctima de la violencia doméstica. El marido la mató en casa”, recuerda. Bento llegó a trabajar en la Comisaría de la mujer, atendiendo víctimas de maltrato, pero hoy no se imagina en otra función que no sea la de proteger la infancia. Entre su papel de policía y madre, no es raro que abrace a las víctimas y acabe llorando junto a ellas.

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Antes de asumir Bento la investigación de la violación, el caso estaba en manos de un comisario que, en los interrogatorios, llegó a preguntar a la adolescente si es que le gustaba el sexo grupal. Lo apartaron y Bento llegó para decretar lo básico: que aquello era un crimen. Tras 20 días de investigación, acusó a siete sospechosos. Ella continúa haciendo horas extra: “Cada día de vacaciones es un caso de violación menos que consigo asumir. Hay una vida ahí afuera que está esperando respuestas mientras yo paseo por un centro comercial. No es justo”.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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