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La Independencia argentina, una historia que no se ve en Buenos Aires

El ejido porteño reserva espacios secundarios para personajes claves de la libertad argentina

Juan José Paso, uno de los próceres perdidos en el Once.
Juan José Paso, uno de los próceres perdidos en el Once.Ricardo Ceppi

Apenas 400 metros de calle para una historia kilométrica. Hipólito Bouchard fue un corsario francés al servicio de las Provincias Unidas del Río de la Plata y del Perú en la gesta independentista. Su nombre, poco recordado en las escuelas argentinas, fue clave durante el proceso 1810-1816 en el que se decidió que el territorio que hoy se conoce como Argentina, se independice de la corona española. Sin embargo, y tal como ocurre con otros casos, las calles de la ciudad de Buenos Aires no lo cuentan como a un héroe, ni mucho menos.

A comienzos de 1816, ni el más optimista podía imaginar que en pocos meses se gritaría la libertad en el Río de la Plata. Napoleón Bonaparte había sido derrocado en Europa y Fernando VII había retornado a su trono. En suma, los realistas que permanecían en América derrotaron a los revolucionarios venezolanos, España recuperó Nueva Granada (hoy Colombia) y avanzaba hacia el sur. Pocos lo dicen, pero fueron 5 corsarios extranjeros los que resistieron la revolución en el Cono Sur: el irlandés William Brown, el maltés Juan Bautista Azopardo (cuenta con 1.200 metros de calle), el escocés Oliverio Russell y los franceses Angel Hubac y el citado Bouchard. Tras recuperar Montevideo, los corsarios fueron autorizados por el gobierno de Buenos Aires para ser los amos y señores de los mares sudamericanos, incluso, con la bandera celeste y blanca de las Provincias Unidas del Río de la Plata flameando en sus naves. A cambio hacían tareas de inteligencia en pos de la causa revolucionaria.

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De todos ellos, sólo Brown goza de un reconocimiento en el ejido urbano. El almirante al que se rebautizó como Guillermo, no sólo tiene una avenida en el mítico barrio de La Boca, sino que existe una localidad y hasta 3 equipos de fútbol con su nombre. Del resto se sabe poco y nada. Ni siquiera es historia conocida que Bouchard capitaneó una fragata llamada La Argentina y que navegó durante 1817 y 1819 por los mares más complejos del mundo. Pasó por Madagascar, Java, Filipinas, Hawai, California y El Salvador. Incluso, atacó y conquistó la ciudad californiana de Monterey, por ese entonces a manos de las tropas realistas, con 200 hombres armados con fusiles y lanzas. La bandera argentina flameó durante 6 días durante noviembre de 1818.

Estas hazañas son relatadas en el libro 1816, la trama de la Independencia (Editorial Planeta, 2016), del historiador Gabriel Di Meglio, que cuenta mes a mes los avatares de una libertad más concertada que peleada. “Hay cierta tradición escolar en fechas como la Revolución de Mayo o el 9 de Julio que realza lo celebratorio, lo cual está bien, pero eso puede dar la imagen, para quienes no están familiarizados con el tema, de momentos de acuerdo y de un gran consenso cuando en realidad no es así, hubo enormes disputas que definen esa época”, refiere el autor.

A pocos pasos de la calle Bouchard, en dirección al río, se puede acceder a Puerto Madero, el barrio más nuevo y más costoso de Buenos Aires. Por decisión del ayuntamiento, en 1990, todas sus calles llevan nombres de mujer. Fue entonces de casualidad que la Ciudad homenajeó a otra gran artífice de la independencia: Magdalena Macacha Güemes, hermana de Martín Miguel de Güemes y garante del congreso de Tucumán al sofocar una guerra civil en el norte del país.

Calles y próceres

Manuel Belgrano, José de San Martín, Carlos María de Alvear, José Ignacio Alvarez Thomas y Juan Martín Pueyrredón son otros de los personajes importantes de la independencia argentina. Pero ellos sí tienen un reconocimiento de magnitud en el plano de Buenos Aires. Una ciudad que tiene demasiadas rarezas a la hora de contar la historia desde sus calles. Como ejemplos, la avenida Independencia corre en paralelo a la calle Estados Unidos, país del cual Argentina copió su Constitución Nacional pero cuestionó su política exterior en la era moderna, y la Avenida Córdoba lo hace en paralelo a la calle Cabrera, en una clara lectura porteña al papel que desempeñaron las provincias del interior.

“En 1815 Buenos Aires, en algún punto, reemplaza a España como metrópoli: designa gobernadores, maneja la economía y eso genera mucha oposición. En ese año, muchas provincias, como Santa Fe o Córdoba, se declaran independientes. Independientes de Buenos Aires”, aclara Di Meglio.

José Antonio Cabrera fue un abogado cordobés que viajó al Congreso de Tucumán a negociar la independencia de su provincia. Lo hizo junto a otros 2 diputados, Jerónimo Salguero y Eduardo Pérez Bulnes, otras calles que viajan en paralelo. El objetivo de los legislativos era reivindicar la soberanía de Córdoba y mantener la buena relación con Buenos Aires. En realidad, la presencia de los cordobeses no hizo otra cosa que garantizar la realización del Congreso de Tucumán y hacer caso omiso al boicot de Artigas, el gran enemigo de la que terminaría siendo la capital, quien llamó a no concurrir. La lectura de la historia asume que Cabrera fue una pieza fundamental para los intereses porteños y no tanto para los cordobeses, tal vez por eso la calle dedicada en su honor cambia 3 veces su dirección en los más de 3.000 metros de extensión.

El barrio de Balvanera es el que mejor cuenta una parte crucial de la historia argentina. Más precisamente, la zona conocida como Once. Muchas de las calles que por allí pasan recuerdan a los integrantes de la Primera Junta de gobierno, surgida en 1810 y que derrocó al virrey Cisneros aunque también le juró lealtad a Fernando VII. Castelli, Paso, Larrea y Azcuénaga corren una detrás de otra en un barrio siempre atestado por gente que se acerca a comprar ropa más barata o electrónica china comprada por internet.

Otro cruce insólito en términos históricos también se da en este barrio. Es el de las calles Moreno con Saavedra, acérrimos rivales durante 1816 por pretender, los primeros, una independencia sin ribetes ni limitaciones; los segundos, en cambio, pujaban por una libertad contradictoria, con pleno reconocimiento de la autoridad española. Una suerte de Commonwealth que finalmente no prosperó. Esa disputa fue el origen de la extensa guerra civil que tuvo lugar en todo el territorio.

“Las callecitas de Buenos Aires tienen ese que se yo, ¿Viste?”, dice el tango compuesto por Horacio Ferrer. Tienen mucha basura, gente durmiendo a la intemperie y personas de todas las nacionalidades del mundo. Tienen sombras eternas, baldosas flojas y miradas esquivas. Y tienen, también, un relato de la historia que muchos ignoran, con héroes olvidados y falsos reconocimientos. Una suerte de panteón en movimiento, al que nadie le deja ofrendas.

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