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Europa advierte a Erdogan contra la instauración de la pena de muerte

La decisión supondría el fin automático de las negociaciones de acceso de Turquía a la UE

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y la canciller alemana, Angela Merkel, durante la cumbre de la OTAN en Varsovia el pasado 8 de julio.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y la canciller alemana, Angela Merkel, durante la cumbre de la OTAN en Varsovia el pasado 8 de julio. MANDEL NGAN (AFP)

Europa lleva meses viendo cómo la actuación del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, sube de tono. Pero invocar la pena de muerte como respuesta al fallido golpe de Estado que ha sufrido el país colma la paciencia occidental. La UE al completo —y en particular la canciller alemana, Angela Merkel— han avisado este lunes a Erdogan de que abrazar la pena capital suspende las perspectivas de adhesión al club comunitario. Menos precisa, la OTAN ha exigido “pleno respeto a la democracia”.

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Clara señal de Berlín y Bruselas en dirección a Ankara. El Gobierno alemán fue de los primeros en mostrar su rechazo a la intentona golpista de la noche del viernes en Turquía. Pero el apoyo a la legitimidad de Erdogan no supone carta blanca para atacar opositores o vulnerar los principios del Estado de derecho. “La instauración de la pena de muerte en Turquía acabaría con las conversaciones de adhesión a la UE”, ha dicho el portavoz de la canciller Angela Merkel. “Ningún país que autorice la pena de muerte puede ser miembro de la UE”, insistió. El presidente turco, pese a todo, ha vuelto a insistir este lunes en esa idea.

Merkel no solo advierte contra una medida que supondría un alejamiento definitivo de los valores que encarna la UE. El Gobierno alemán también considera “preocupante” la destitución masiva de jueves o las escenas de “arbitrariedad y venganza contra los soldados en las calles” ocurridas el pasado fin de semana en Turquía. “No podemos aceptarlo”, zanjó el portavoz de Merkel.

Pocas horas después la secundó la alta representante para la Política Exterior Europea, Federica Mogherini. “Seré muy clara: ningún país puede convertirse en miembro de la UE si introduce la pena de muerte. Eso forma parte de nuestro acervo”, subrayó durante una conferencia de prensa con el secretario de Estado estadounidense, John Kerry, en Bruselas.

Un proceso vivo pero estancado

Adhesión. Turquía pidió su entrada en la UE en 1987, aunque hasta 10 años después no recibió el visto bueno de los entonces Estados miembros. Las negociaciones de adhesión comenzaron en 2005, pero nunca han mantenido un ritmo sostenido. Desde entonces se han abierto 15 capítulos de negociación —de un total de 35 previstos— y solo se ha cerrado provisionalmente uno marginal, relativo a ciencia e investigación.

Nuevas promesas. Con el pacto migratorio, la UE prometió revitalizar este proceso y hace unos días abrió un nuevo capítulo —el 33, relativo a compromisos financieros y presupuestarios—, bloqueado durante mucho tiempo. La medida es, pese a todo, más simbólica que real.

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Mogherini alertó de que el intento de golpe de Estado “no puede servir de excusa para alejar al país de la democracia y del Estado de derecho”. Tanto la jefa de la diplomacia europea como Kerry avisaron de que vigilarán de cerca el desarrollo de los acontecimientos en Turquía.

Todos los ministros europeos subrayaron con claridad ese mensaje en el Consejo de Exteriores celebrado el lunes en Bruselas. “La UE recuerda que el rechazo inequívoco a la pena de muerte es un elemento esencial del acervo comunitario”, según recogieron las conclusiones del encuentro de ministros. También el español, José Manuel García-Margallo, lanzó un mensaje rotundo. “La pena de muerte supondría un cambio sustancial en la relación con la UE. Espero que no se dé ese paso, que sería, a mi juicio, definitivo”, valoró Margallo.

Peligra el pacto migratorio

La ola de represión que está acometiendo Turquía hace también peligrar el mayor nexo que une hoy a Bruselas con Ankara. Se trata del pacto migratorio suscrito el pasado marzo que ha permitido frenar casi del todo las llegadas de refugiados y migrantes desde las costas turcas a las griegas. El acuerdo contempla una próxima exención de visado para los ciudadanos turcos que viajen a la UE, pero para ello Turquía tiene que cumplir unos estándares de respeto al Estado de derecho. La mera alusión a la pena de muerte hace tambalearse esos cimientos.

También la OTAN quiso sumarse a este ataque preventivo a una posible aplicación de la pena de muerte en Turquía. Con mucha más tibieza que la UE —Turquía es uno de los 28 países miembros de la Alianza—, el secretario general de la organización, Jens Stoltenberg, emitió un comunicado en el que aseguraba haber mantenido una conversación telefónica con Erdogan para trasladarle su apoyo tras el golpe de Estado. Pero a continuación añadía: “Perteneciendo a una comunidad de valores única [la OTAN], es esencial para Turquía, como para el resto de aliados, asegurar el pleno respeto a la democracia y a sus instituciones, al orden constitucional, al Estado de derecho y a las libertades fundamentales”.

Antes de ese comunicado, Kerry se había erigido en portavoz de la Alianza al asegurar: “Mediremos con mucho cuidado lo que está sucediendo”.

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