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Columna
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La tarima de la paz

El plebiscito no es una competencia de egos

Diana Calderón

El plebiscito no puede ser un pulso entre Santos y Uribe. Si no se sale de ese círculo el daño es irreparable, no solo para el proceso sino para el país en todos sus ámbitos. Cada dos minutos hay una declaración que se impone en la agenda de los medios colombianos para alimentar la pelea, ya demasiado larga y agotadora en estos últimos 6 años, mientras en La Habana se ha iniciado una carrera contra el tiempo para lograr la negociación del fin del conflicto. La guerrilla, como es natural, busca obtener las mayores ganancias y el Gobierno, ahí, en la misma batalla por defender la institucionalidad.

Quienes defendemos el disenso, el debate puro y duro estamos asistiendo a la puesta en escena de la mentira como forma de argumentación, a la victimización de uno y otro lado, para ponerse en la primera plana de las noticias mientras lo fundamental lo siguen definiendo otros.

El mecanismo de refrendación de los acuerdos de paz que avaló la Corte Constitucional recientemente –un plebiscito--, y que deberá ser convocado en el próximo mes una vez firmados los acuerdos con la guerrilla de las FARC, no es una encuesta para las presidenciales del 2018.

Los 15 millones de votos que se repartieron en la segunda vuelta electoral de 2014 el presidente Santos y su contendor de entonces Oscar Iván Zuluaga no son y no deben ser los votos de la paz. Si lo fueran y se tuviera en cuenta que el uribismo perdió en las votaciones regionales casi todas sus bases electorales, entonces estaría ya ganado el plebiscito por el Sí. Pero no funciona así.

Los colombianos que decidan salir a votar por el Sí o por el No a la paz (aún no se sabe cuál será la pregunta), deben hacerlo sin mirar liderazgos políticos. Tienen que hacerlo por la paz por sí misma para, entonces poner a prueba los verdaderos liderazgos ejerciendo la actividad pública en un país sin el discurso de la guerra.

Única forma para que el actual vicepresidente, que ha estado ausente del proceso estratégicamente y ahora le buscan pista de aterrizaje para que aporte los votos de sus casas gratis y subsidiadas, pruebe su talante en un país donde las FARC tendrán sillas en el Congreso. Ojalá este párrafo no produzca la reiterada reacción del doctor Vargas Lleras contra los periodistas que considera enemigos si no sirven para elevar su gestión.

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También puede poner a prueba al fajardismo, otro de los ausentes, y a tantos otros sectores que solo hasta ahora empiezan a reconocer que se les vino encima en tren. Pero la sobradez pareciera no ser característica única del vicepresidente y de Fajardo, también lo sería de la izquierda, dividida como lo ha estado históricamente, y que ha dicho que tiene 10 millones de votos garantizados. Si los tuviera ya habría puesto presidente con turbante.

El plebiscito no es una competencia de egos para ver quién lidera la campaña por el Sí. Debe ser la unión de todos esos egos políticos. Y sin embargo sería deseable miles de campañas sin ánimo partidista. La de campesinos, profesionales, empresarios… A pesar del temor de muchos, que advierten que hacer campañas por separado, por partidos y sectores, plantea el riesgo de atomizar el mensaje y enfrentar las consecuencias que vivió el Reino Unido con el Brexit, para el caso de la paz en Colombia, es acertado.

“La paz no es mía, no es de mi gobierno ¡Cómo va a serlo! La paz es demasiado grande para tener dueño”, dijo Santos en la instalación del nuevo periodo del Congreso, y aunque si es de su gobierno, y precisamente se ha jugado todo para lograrla, es necesario que los ciudadanos empiecen a apropiarse, a sentir que esa paz es de todos. Santos sabe que si se incluye la oposición a su nombre pone en riesgo el Sí.

Es importante que haya independencia para promover los acuerdos, que cada partido, ojalá una vez los hayan leído con responsabilidad, vayan a sus zonas de influencia a hacer la pedagogía con argumentos, pero independencia no significa que no se requiera una cohesión y aunque no quieran hacerlo todos bajo la batuta única del expresidente César Gaviria, sí lo deben hacer bajo una coordinación.

Gaviria ha demostrado que cuando asume retos los ha sacado adelante. Lo hizo con la Constitución del 91 y más recientemente al frente de la reelección del presidente Santos. Y este de ahora es el más importante de los retos que ha asumido. Pero no solo él, todos los colombianos. Lo que votemos en el plebiscito definirá nuestro futuro. Por eso, es cierto que está es quizá la única y verdadera oportunidad para elegir qué país queremos por encima de los gobernantes de turno y sus enormes egos.

Diana Calderon es directora de informativos y de @hora20 de Caracol Radio Colombia.

Twitter @dianacalderonf

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