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Irlanda: Regresa la frontera

El “sí” de los británicos a la salida de la Unión Europea ha generado cierto desasosiego en Irlanda. Algunos observadores ven peligrar incluso la paz en el norte de la isla

Los primeros ministros de Irlanda y Reino Unido, Enda Kenny y Theresa May, a finales de junio.
Los primeros ministros de Irlanda y Reino Unido, Enda Kenny y Theresa May, a finales de junio.POOL (REUTERS)

¿Y ahora, qué? ¿Se levantará una valla que parta Irlanda en dos? ¿Se emplazará, de Derry a Newry, a guardias fronterizos con perros de patrulla y se procederá a sustituir los aproximadamente 200 pasos fronterizos actualmente no señalizados en pequeñas localidades y carreteras comarcales por decenas de puestos de aduana? ¿Se verán obligadas las más de 30.000 personas que diariamente cruzan la frontera entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte, a llevar su pasaporte siempre encima?

Charles Flanagan niega con la cabeza. “La realidad es que una frontera ‘dura’ de 500 kilómetros de longitud, que cruzara toda nuestra isla carecería, sencillamente, de funcionalidad. Sería algo inconcebible”. El ministro de Asuntos Exteriores de la República de Irlanda considera “descartado” que la isla vuelva a partirse físicamente en dos tras la decisión, por parte de Gran Bretaña, de abandonar la UE, tal y como sucediera en la época de los “Troubles” [problemas], las sangrientas revueltas en Irlanda del Norte.

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Los residentes de la zona fronteriza no están tan convencidos de ello. En esta región, el referéndum ha despertado una gran inquietud. Al fin y al cabo, todo gira en torno a la única frontera nacional dentro de Reino Unido que, una vez consumado el Brexit, se convertiría en una frontera exterior de la Unión Europea. Y esta línea divisoria es, simultáneamente, la frontera interna irlandesa. Levantada de forma arbitraria por Londres en 1921, ya ha suscitado históricamente toda suerte de controversias.

Irlanda, en calidad de colonia más antigua de Gran Bretaña, ha sido durante siglos una parte integrante del Imperio británico. Después, cuando los irlandeses lograron obtener la independencia nacional para 26 de sus 32 condados, quedó garantizado el acceso de un estado a otro en virtud del convenio que creaba una “Zona de libre circulación” (Common Travel Area). El contrabando siempre ha sido una práctica habitual, por supuesto, y en la época de los “Troubles” en Irlanda del Norte, la frontera desempeñó un papel fundamental en los “seis condados” controlados por Londres, como baluarte de seguridad frente al sur. Nadie necesitaba un pasaporte. Únicamente había que abrir el maletero cada vez que los soldados británicos encañonaban a los viajeros con sus rifles. Tras la pacificación de Irlanda del Norte a finales de la década de 1990, los puestos fronterizos en el interior de Irlanda comenzaron a desaparecer paulatinamente.

Acompasando el paso con Londres

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Cuando Gran Bretaña y la República de Irlanda ingresaron conjuntamente en la CEE -la predecesora de la actual UE- en 1973, ambas naciones permanecieron estrechamente vinculadas por su ingreso simultáneo. Ambas preservaron su “zona de libre circulación” y rechazaron después conjuntamente suscribir el Acuerdo de Schengen, que suprimió los controles fronterizos en el resto de países de la UE.

Ahora, en cambio, tras el Brexit, Irlanda teme que Reino Unido deje de pertenecer también en breve al Mercado Europeo. En este caso, la UE no tendría más remedio que levantar una frontera aduanera en medio de la “Isla Esmeralda”.

Los británicos, por su parte, se verían obligados tras el Brexit a aislarse de Irlanda con el fin de impedir la entrada en su territorio de inmigrantes a través de la UE. En caso contrario, la “frontera verde” se convertiría en una puerta trasera abierta a Gran Bretaña, de 500 kilómetros de longitud, y el control de inmigración prometido a lo largo de la campaña electoral en pasos fronterizos como los de Dover o Heathrow, en papel mojado.

Charles Flanagan a finales de 2014.
Charles Flanagan a finales de 2014.Artur Widak (Nur Photo)

Preguntamos al ministro de Exteriores si, de este modo, no resultaría inevitable la creación de una “frontera dura”, a lo que Charles Flanagan responde que Dublín afronta ahora, sin duda, “enormes desafíos”. La principal preocupación del ministro es Irlanda del Norte, país en el que, al igual que en Escocia, la mayoría votó en el referéndum a favor de la permanencia en la UE. En su opinión, la paz en Irlanda del Norte ha sido uno de los mayores logros de la UE durante las últimas décadas, y la mayoría de los norirlandeses aprecian también la intervención tan positiva de Europa en este proceso.

¿Puede representar el Brexit un riesgo real para la todavía frágil paz en Irlanda del Norte? “Las consecuencias son considerables”, responde Flanagan de forma diplomática. La estabilidad podría verse ahora “negativamente afectada” en Irlanda del Norte por cualquier acontecimiento. Los socios de Irlanda en la UE deberían constatar esta circunstancia con la misma claridad que Londres: “Por lo que al Brexit se refiere, en Irlanda nos encontramos actualmente en una situación excepcional debido a Irlanda del Norte.”

El núcleo del problema es que la apertura de fronteras y la relación cada vez más estrecha entre el norte y el sur de Irlanda constituían factores fundamentales para el Acuerdo de Viernes Santo, suscrito por irlandeses y británicos hace 18 años. La idea de una Irlanda unida, es decir, la posibilidad de que ambas Irlandas acabaran unificándose de forma natural, contribuyó en aquellos tiempos a integrar en la paz a los republicanos irlandeses.

Observadores como Ian McBride, catedrático de Historia Británica e Irlandesa en el King’s College de Londres, advierten de que, en cualquier caso, una nueva frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, y una nueva separación de la población católico-irlandesa a ambos lados de la frontera, contravendrían diametralmente el espíritu del Acuerdo de Viernes Santo. Según la revista política dublinesa Phoenix, el Brexit no constituye más que “una modificación unilateral” de los acuerdos con Irlanda del Norte por parte de Londres, y lo que es peor aún, en contra de la voluntad mayoritaria de la población. Podría crear tensiones peligrosas dentro de la provincia.

El ministro Flanagan no quiere reprocharles nada a sus socios londinenses, con los que afirma mantener una “estrecha colaboración”. No obstante, también él ve “consecuencias potencialmente muy negativas en el Brexit”. ¿Y si la situación se “calienta demasiado” para Dublín? ¿No debería salir también la República de Irlanda de la UE para preservar la afinidad con Reino Unido y la libertad de circulación entre ambos estados y entre el norte y el sur de Irlanda? “Permítame que se lo deje bien claro”, afirma Flanagan en la mesa de conferencias de su oficina, con la bandera tricolor irlandesa a su espalda y levantando las manos como para realizar un juramento. “El resultado de este referéndum británico no afecta en modo alguno al apoyo masivo por parte de los irlandeses a la pertenencia a la UE.”

Los irlandeses están a favor de la UE

De acuerdo con algunos sondeos realizados después del Brexit, el 86% de los irlandeses sigue apoyando el proyecto europeo. “Y eso no va cambiar”. Irlanda quiere, y seguirá queriendo, estar arraigada “en el corazón de Europa”, asegura Flanagan.

Su posición favorable a la UE y su exigencia de libertad de circulación entre Irlanda y Gran Bretaña han situado a Dublín entre la espada y la pared. De momento, el ministro Flanagan no nos revela cómo tiene previsto el Gobierno irlandés salir de esta situación. Pero sí se especula ya sobre posibles “soluciones excepcionales”. Una de las ideas consiste en llevar a cabo los controles de aduanas para la protección de la frontera exterior británica en las costas de Irlanda, en lugar de en el interior de la “isla principal” británica. En tal caso, a los emigrantes de la UE que, por ejemplo, accediesen al país a través de Irlanda, se les permitiría continuar viaje hasta Irlanda del Norte, aunque podrían ser controlados en su desplazamiento en ferri o avión hasta Inglaterra, Gales o Escocia, con la posibilidad de retenerlos, si procede.

Sin embargo, esta solución no es ni mucho menos del agrado de Arlene Foster, jefe de Gobierno unionista de Irlanda del Norte. Los unionistas quieren seguir disfrutando de acceso sin restricciones al resto de Reino Unido. Al fin y al cabo, Reino Unido es un estado unitario. Y una frontera entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña representaría, para Foster, el primer paso hacia una desvinculación de Irlanda del Norte e Inglaterra y, por tanto, hacia una reunificación de ambas Irlandas.

En contacto con Escocia

Otros modelos más radicales parten de la premisa de que a Irlanda del Norte y Escocia podrá permitírseles permanecer dentro de la UE, mientras que Inglaterra y Gales, los dos países que votaron a favor del Brexit, la abandonarían. Hasta ahora, Londres no ha contemplado esta posibilidad, aunque es una idea que en Escocia se sigue de forma activa. Y Dublín mantiene, tal y como confirma el ministro Flanagan, un contacto cada vez más estrecho con los “hermanos y hermanas celtas de Escocia”.

Sea como sea, el ministro de Exteriores irlandés prevé “tiempos difíciles” para sus compatriotas, vecinos y socios de la UE. Sus esfuerzos van dirigidos a ganarse a Edimburgo como estado confederado, a lograr que Belfast adquiera ciertos compromisos y a que Londres acepte una solución “próxima a la UE”. A los otros 26 miembros de la UE les pide que comprendan la “singular” relación que mantiene Irlanda con Reino Unido.

Boris Jonhson, a finales de julio.
Boris Jonhson, a finales de julio.Aurelien Meunier (GETTY IMAGES)

“Ya he deliberado sobre este asunto con 23 de mis 26 homónimos”, afirma Flanagan. También ha mantenido una reunión con el nuevo ministro de Asuntos Exteriores británico, Boris Johnson. Prefiere no comentar nada acerca de lo que opina de Johnson. Uno de sus colaboradores dentro del Ministerio irlandés tachó a Johnson de “charlatán”. Flanagan se enfrenta a un duro trabajo este verano. La canciller alemana Angela Merkel ya ha avisado a los irlandeses de que solo van a tener “un voto, como todos los demás” en las negociaciones en torno al futuro acuerdo de Brexit con Londres. De ahí que Dublín se esfuerce por que su voz se oiga. Y es que los irlandeses se juegan mucho con el Brexit.

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