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Una milicia del este de Libia arrebata al Gobierno dos puertos petroleros

El general Hafter, antiguo aliado de Occidente, pretende controlar la industria del crudo

Francisco Peregil

El abismo político que separa en Libia a las regiones del Este y Oeste volvió a agrandarse este domingo ante la impotencia de toda la comunidad internacional. El general Jalifa Hafter, antiguo aliado de Occidente, al mando de lo que él bautizó en 2014 como Ejército Nacional Libio (ENL), ha tomado los puertos petroleros de Ras Lanuf y Es Sider, hasta ahora en manos del llamado Gobierno de Unidad, que goza del respaldo de la ONU y des las principales potencias del mundo. El ataque también se extendió al puerto de Zueitina, donde las tropas leales al Gobierno de Unidad ofrecieron más resistencia.

Sider y Ras Lanuf son las principales vías de salida del petróleo, casi única fuente de riqueza en un país en donde antes de que cayera Muamar el Gadafi exportaba 1,6 millones de barriles al día y tras cinco años de guerra solo logra vender 200.000 diarios. Después de que el Estado Islámico atacase en enero ambas localidades los daños obligaron a cerrar las instalaciones, con el consiguiente perjuicio económico para el país. A finales de julio, la Guardia de Instalaciones Petroleras (PFG, por sus siglas en inglés), firmó un acuerdo con el Gobierno de Unidad y expresó su intención de reanudar la producción. Pero ahora, el ataque supone un golpe a las esperanzas de unidad y a la recuperación económica.

“Esto era previsible”, comentó a este diario Mattia Toaldo, investigador del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores. “Hafter llevaba varios meses desplazando tropas desde el Este hacia las inmediaciones de la zona petrolera. Así que ahora volvemos en Libia a la situación previa a la llegada del Estado Islámico a Sirte: un enfrentamiento entre el Este y el Oeste, que se disputan el control del petróleo”.

La supuesta toma de los puertos se emprendió a las cinco de la madrugada del domingo y no encontró apenas resistencia por parte de la Guardia de Instalaciones Petroleras (PFG, por sus siglas en inglés), según informó el coronel Ahmed Al-Mismari, portavoz de las fuerzas de Hafter, al medio digital Libya Herald.

La ONU lleva más de dos años intentando forjar la paz entre el Este y el Oeste. Primero fracasó el español Bernardino León, como enviado especial, y ahora se encuentra estancado su sucesor, el alemán Martin Kobler. El general Hafter ha hecho oído sordo a todos los llamamientos de Kobler para que apoye el Gobierno de unidad. La impotencia de Kobler puede ilustrarse con este tweet que publicó el domingo al mediodía: “Preocupado por las informaciones sobre enfrentamientos en la bahía del petróleo. Esto solo añadirá divisiones y más restricción a las exportaciones de petróleo. El petróleo pertenece a todos los libios”. Y a renglón seguido: ”Los conflictos solo pueden resolverse a través del diálogo, sin violencia. Llamo a todas las partes a sentarse. Una Libia unida necesita un Ejército unido”.

Todos los esfuerzos por instalar un verdadero gobierno de unidad en el país han chocado con la resistencia del Este. Y en el fondo de esa resistencia subyace una cuestión: ¿Qué papel debería asignarse a Hafter en un Gobierno de unidad? En Trípoli y en Misrata, la respuesta a esa pregunta es muy clara: ningún papel. Hafter, cuyo principal aliado es el presidente de Egipto, Abdelfatá al Sisi, está considerado en el Oeste como un criminal de guerra. En el Este del país, sin embargo, Hafter es el salvador, la única garantía de seguridad ante un supuesto Gobierno controlado por políticos islamistas.

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Jalifa Hafter fue un alto mando libio, formado en la antigua Unión Soviética, al que el general Muamar el Gadafi decía querer como un hijo. En 1987, durante la guerra entre Libia y Chad (1978-1987), Hafter cayó prisionero junto a 400 hombres y Gadafi lo abandonó en manos del enemigo. Fuerzas especiales de Estados Unidos consiguieron liberarlo en 1990 y desde entonces se convirtió en un aliado de la CIA. De hecho, vivió 20 años exiliado en una casa próxima a la sede de la CIA en Langley (Virginia). En 2001, cuando estalló la primavera árabe en Libia, Hafter regresó a Libia. En 2014, cuando los islamistas tomaron el poder en Trípoli Hafter les combatió desde el Este con su Ejército Nacional Libio (ENL).

Las potencias occidentales han apoyado tanto a Hafter como al Gobierno de Unidad en Trípoli en su lucha contra el Estado Islámico. Finalmente, este verano, las milicias de Misrata apoyadas por la aviación de Estados Unidos consiguieron expulsar a la mayor parte de los miembros del Estado Islámico en Sirte. Durante varias semanas todo el mundo se preguntaba cómo reaccionaría Hafter ante la toma de Sirte por sus enemigos de Trípoli y Misrata. “Ahora, ya tenemos la respuesta de Hafter”, señala el investigador Mattia Toaldo.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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