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Tribuna
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Ciudadanía de clóset

La apatía generalizada y la ausencia de exigencia pulula entre grandes sectores de la población en México

La frase “cada país tiene el gobierno que se merece” es un concepto con el que no podemos estar de acuerdo, o por lo menos no satisfechos. Hacerlo presupone que hay una condena de origen a padecer las vejaciones y limitaciones de una clase política que en su enorme mayoría no ha sabido entender la enorme responsabilidad y orgullo que presupone el contrato que se firma con el electorado y población al momento de ser electo y/o designado a un cargo público.

A lo anterior se suma el hecho de que por muchos años no hemos tenido un marco legal o instituciones capaces de realmente combatir la ola de corrupción e impunidad con la que nos despertamos seriamente impactados todos los días entre escándalos y sorpresas inimaginables de abusos, robos y crecimientos patrimoniales inimaginables.

Lo que es cierto es que todo lo anterior es posible y se ha presentado en nuestra querida nación debido en gran medida a un sistema de complicidades (voluntarias o no) por una ciudadanía totalmente pasiva e incluso corresponsable de los atropellos indicados. Es este comportamiento parcial y ausente el que se puede entender como una ciudadanía de closet. Es esa apatía generalizada y ausencia de exigencia la que pulula entre grandes sectores de la población.

Existen grandes episodios en nuestra vida como país en que esa ausencia de comportamiento y demanda han visto otro manifiesto distinto. La solidaridad de la población en el temblor de 1985 y la suma de desaprobación a la reciente visita de Trump, son dos ejemplos claros de que ante eventos traumáticos o de ofensa directa la ciudadanía sí es capaz de reaccionar u opinar con claridad y contundencia.

Lo que aquí proponemos y exigimos es que dejemos las excepciones de lado y que podamos aspirar a dejar el closet y procuremos como regla absoluta una participación plena en todas nuestras actividades. Emitir sufragios se pensó por mucho tiempo como el objetivo y límite de las obligaciones de los habitantes del país. Nada más obstinado y absurdo. Esa es una actividad sumamente importante y determinante (como pudimos ver en las recientes elecciones del 5 de junio en que ni con las maquinarias partidistas se pudo evitar la alternancia en la mayoría de las gubernaturas en juego), pero de ninguna forma se puede pensar que constituye en la única tarea que amerita el despliegue de opinión fuera de la intimidad de casa o amistades.

No. Requerimos ya tener una exigencia ciudadana permanente, una que siempre dentro de los cauces legales constituya un serio contrapeso ante la posibilidad siempre vigente del abuso por parte de gobernantes que hasta hoy en muchos casos se han burlado con dispersión y opacidad en el uso de recursos públicos para beneficio propio y demérito del país.

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Reforcemos esta sana práctica de ser sumamente visibles y generar un reflector luminoso ante la opacidad posible de quien no se siente vigilado. Es esa salida del closet la que puede realmente cambiar el rumbo del país en muchos temas que hoy nos laceran, particularmente la corrupción y la impunidad. Un ingrediente importante pero no suficiente es el intenso uso de redes sociales.

El esfuerzo debe ser mayor para que no exista jamás duda sobre lo que la población está opinando sobre el actuar de nuestros gobernantes y que los abusos no puedan pasar desapercibidos. La demanda de consecuencias a quienes violan la ley debe ser la constante y una matriz que no admita excepción alguna. Cuando se entienda ese silogismo el país podrá aspirar a ser uno en que la cultura de la legalidad sea la norma y se entienda lo que es el estado de derecho.

¿Podemos dar este paso fundamental en la sana vida del país? Me parece que no tenemos alternativa y que si queremos ver a nuestros hijos con la frente en alto más vale que ese cambio se realice ya pues el país corre serios riesgos de nuevos descarrilamientos si pretendemos dejar que sean iluminados candidatos quienes adopten las grandes decisiones sobre el destino de nuestras vidas. La oportunidad y retos son inaplazables. Prendamos las luces de la participación ciudadana y no apaguemos ese lucero jamás.

* Juan Francisco Torres Landa R. es Secretario General de México Unido Contra la Delincuencia.

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