_
_
_
_
_

Los bombardeos dejan fuera de servicio el principal hospital de la zona rebelde de Alepo

La ofensiva cobra una intensidad sin precedentes en la dividida ciudad del norte de Siria

Juan Carlos Sanz

Un año después del despliegue militar ruso en favor del régimen que dio un vuelco a la guerra en Siria, la batalla de Alepo marca una intensidad sin precedentes en más de cinco años de conflicto. El lanzamiento de barriles explosivos desde el aire dejó fuera de servicio este sábado el hospital M10, el principal de la zona controlada por los rebeldes en la mayor ciudad del norte del país. A pesar de la ofensiva lanzada el 22 de septiembre por el Ejército leal al presidente Bachar el Asad –con apoyo aéreo de Rusia y de fuerzas terrestres chiíes de Irán, Líbano e Irak– apenas ha habido avances, pero los combates han causado ya al menos 220 muertos y destruido amplias zonas de la urbe, según los informes del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos.

Evacuación de un herido en los bombardeos de la zona rebelde de Alepo.
Evacuación de un herido en los bombardeos de la zona rebelde de Alepo.THAER MOHAMMED (AFP)

Un corresponsal local de France Presse en Alepo constató los daños sufridos en el hospital, que ya había sido bombardeado el miércoles, donde se observaban manchas de sangre en las camas, material sanitario dañado y vidrios rotos. El Observatorio dio cuenta de la muerte de una persona en el ataque. El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha calificado de “crímenes de guerra” los ataques contra hospitales en Alepo.

La ofensiva general del régimen contra los barrios rebeldes amenaza con desencadenar una crisis humanitaria también sin precedentes en la guerra de Siria. Los 250.000 civiles (de los que unos 100.000 son niños) atrapados en los distritos orientales sufren continuos cortes de agua y electricidad, y apenas cuentan con cobertura sanitaria, con unos seis centros sanitarios en funcionamiento atendidos por solo una treintena de médicos.

La oposición siria ha denunciado el uso de explosivos antibúnker, proyectiles de fragmentación y bombas incendiarias en los bombardeos del régimen, que han arrasado edificios y destruido calles enteras. Se trata de armas prohibidas contra objetivos civiles. El ministro francés de Exteriores, Jean-Marc Ayrault, que promueve la adopción de una resolución del Consejo de Seguridad para detener los combates, advirtió de que los responsables de estos ataques en Alepo “tendrán que rendir cuentas”.

El secretario de Estado norteamericano, John Kerry, habló por teléfono el viernes con el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, con el propósito de restaurar la tregua que ambos acordaron en Ginebra el 9 de septiembre y que saltó en pedazos una semana después. Ante las crecientes diferencias entre las dos potencias, cada una de las cuales respalda a una de las partes en conflicto, no es previsible la reedición del alto el fuego a corto plazo. Washington exige a Moscú el inmediato cese de los bombardeos aéreos, mientras el Kremlin reclama a la Casa Blanca que obligue a los grupos rebeldes a los que apoya a desligarse de la milicia yihadista vinculada a Al Qaeda.

Rusia ha reforzado las salidas de su aviación en cobertura de la ofensiva del régimen contra las líneas de suministro de los insurgentes, declararon portavoces rebeldes a Reuters. La televisión estatal siria asegura que el Ejército está avanzando en el centro de Alepo, pero la oposición afirma en sus comunicados que todas las incursiones han sido repelidas. Bajo intensas andanadas de la artillería gubernamental y una lluvia de bombas desde cielo, los combates cuerpo a cuerpo en las proximidades de la Ciudadela histórica se resuelven en las últimas horas en continuos avances y retrocesos de ambas partes, confirma el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. La guerra va camino de su sexto año.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_