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Crónica
Texto informativo con interpretación

“¡Viva la paz con los ojos abiertos!”

Gabo y Santos, igualados por el Nobel y por la lucha contra la guerra

Juan Cruz
Juan Manuel Santos, junto a Gabriel García Márquez, en 1997.
Juan Manuel Santos, junto a Gabriel García Márquez, en 1997. uly martín

Hace una semana, en Medellín, en medio de la humedad del Jardín Botánico y de los nervios que sufría esa región, Antioquia, y Colombia ante el plebiscito cuyo resultado fue triste para la paz, le preguntaron a Ana María Busquets, viuda del periodista Guillermo Cano, asesinado treinta años antes en Bogotá, si perdonaba a los que mataron a su marido.

Guillermo Cano fue un gran amigo de Gabriel García Márquez y también fue su director en El Espectador. Con Cano, el escritor más ilustre de Colombia conspiró a su manera, antes y después de ser celebrado con el Nobel de Literatura, en 1982. Conspiró también con Virgilio Barco, con Carlos Gaviria, con Belisario Betancur, con todos los que pudo, presidentes de Colombia o mandatarios extranjeros, incluidos Fidel Castro y Bill Clinton, a los que puso en contacto. El objetivo era la paz.

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La obsesión por esa paz que finalmente ha estado al alcance de la mano (y aún no se ha escapado) del presidente Juan Manuel Santos, lo llevó a viajar, a ayudar a quienes quisieron dejar la guerrilla (como Antonio Navarro Wolff, ahora senador, antes guerrillero del M19, que se transformó en partido político; Gabo salvó la vida de Navarro Wolff), a conspirar, en definitiva como don Juan Tenorio, en las altas esferas y en lo más bajo del escalafón.

En ese mismo festival literario (el Festival Gabo) que se celebraba en Medellín, en el que le preguntaron a la viuda de Cano sobre el perdón, se rindió homenaje a un libro ahora simbólico de García Márquez, Noticia de un secuestro, publicado hace veinte años. Estaba allí, hablando con periodistas colombianos, Maruja Pachón, con cuya historia de secuestrada arranca esa obra en la que Gabo, con un estilo que no tiene adjetivos sino periodismo y dolor, cuenta el nudo humano de esa tragedia que esos días previos al plebiscito tenía a Colombia tan dividida como antes y como después.

En ese libro, Noticia de un secuestro, García Márquez, conspirador por la paz desde que tuvo uso de razón política, desde que vivió el bogotazo que tanto contó para su vida de periodista y de narrador, el Nobel de 1982 explicaba su deseo, desde el prólogo: que esa historia triste que había en el libro no fuera sujeto de escritura otra vez. Algunos años antes de que saliera ese libro a la calle, con la crónica de secuestros como el de Maruja Pachón y Francisco Santos (periodista, vicepresidente con Álvaro Uribe y, como éste, firme partidario del No en el plebiscito), Gabriel García Márquez celebró con miles de personas en Bogotá la posibilidad de la paz, en medio de una tregua que luego no pasó a la historia sino como un fracaso.

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Antes de que respondiera Ana María Busquets sobre el perdón y sobre la paz la periodista que coordinaba el diálogo, Ana Cristina Navarro, exhibió un vídeo que ella misma había dirigido sobre aquella manifestación que tenía a la paz como símbolo. Todos dibujaban, a su modo, la paloma de la paz, y también la dibujó Gabo. Cuando ya se iba, le preguntaron al Nobel (que ya lo era) que dijera qué escribió antes de estampar su firma (“Gabriel”) en la plaza repleta. Dijo este escritor de tan pocas palabras: “¡Viva la paz con los ojos abiertos!”.

Ni con las palabras ni con los gestos dio Gabo puntada sin hilo. Ahora todos (los del ) lo aclaman en Colombia como un adalid de la paz; lo fue, no cabe duda, y acaso “los ojos abiertos” que aconsejó entonces han llevado ahora a la antesala de la paz, por la que Santos ha merecido el Nobel de la Paz, precisamente. El segundo Nobel colombiano, uno deseó la paz, contribuyó a ella, el otro está amaneciendo a esa posibilidad, que podría truncar la mezquindad política que miente para torcer la información de los colombianos, que han hecho de la imposibilidad de perdón un emblema del No.

La paz no cierra los ojos, sino que los abre. Los que estábamos escuchando aquel coloquio en el que Ana Cristina Navarro ofreció la imagen de Gabo con la paloma de la paz sobre ese eslogan a favor de “la paz con los ojos abiertos”, pudimos anotar lo que la viuda del periodista asesinado, Guillermo Cano, respondió cuando la periodista le dijo si ella había perdonado. Dijo Ana María Busquets: “¿Perdonar? Nadie me lo pidió. En todo caso, el perdón no justifica el acto de matar. Lo que hemos querido es que los hijos y los nietos no vivieran con ese dolor; que vivieran sin rencor, sin ganas de venganza. Nadie me ha pedido que perdone, y no se trata de perdonar o no, de lo que se trata es de reconciliarnos con la humanidad, y ofrecer eso a las generaciones futuras”.

Cuando el jurado del Nobel anunció el premio a José Manuel Santos vinieron a mi mente esas palabras y las palabras de Gabo en la antesala de Noticia de un secuestro: Colombia se merece, como se dice al final de Cien años de soledad, una segunda oportunidad sobre la tierra. Quizá en Noruega se ha certificado la posibilidad de ese sueño que ahora une a los dos Nobel de Colombia y que junta también a Maruja Pachón y a los descendientes de Guillermo Cano. Entre millones de otros que, como dijo Héctor Abad en EL PAÍS y en El Espectador, ya no se sienten víctimas sino personas que buscan la paz con los ojos abiertos.

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