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Trump corteja el voto anticastrista en Miami

El republicano hace campaña en la Pequeña Habana y Clinton participa en un 'show' latino

Trump con los veteranos de Bahía de Cochinos en MiamiFoto: reuters_live | Vídeo: AL DÍAZ (AP) / REUTERS-QUALITY

¿Cómo ganar Florida? El martes –14 días para las elecciones– hubo dos respuestas: la de Donald Trump, tratar de ganarse el corazón de voto anticastrista de Miami; y la de Hillary Clinton, dar un mitin formal y después irse a un show latino a hablar de comida.

Con 29 de los 270 votos electorales necesarios para hacerse con la presidencia, Florida se presenta como uno de los Estados trascendentales para decidir la contienda. Siempre ha tenido resultados apretados y el candidato republicano y la demócrata deben arañar todos los votos que puedan para desequilibrar la balanza.

Trump lleva varios días apostando por Florida. El lunes dio dos mítines y el martes se levantó en su campo de golf en Miami y fue a la Pequeña Habana a reunirse con los veteranos del desembarco de Bahía de Cochinos, la invasión frustrada de Cuba auspiciada por la CIA (1961). Con el voto duro cubanoamericano en la mirilla, elogió a sus anfitriones: “Me siento honrado por el apoyo de estos soldados de la libertad”.

“La comunidad cubana está muy orgullosa de vosotros”, les dijo. “Cuando le comenté a unos amigos cubanos que iba a venir aquí, me dijeron: “¡Eso no es cualquier cosa, Don!” “Lo sé, no hace falta que me lo digáis”, cerró con suficiencia.

También mencionó, con esfuerzo sintáctico infructuoso, a las “Damas en Blanco”, por las Damas de Blanco, el grupo de mujeres que se manifiesta cada domingo en Cuba por la libertad de los presos políticos. Luego saltó al cuadrilátero electoral: “Desgraciadamente, Hillary Clinton hace la vista gorda a las violaciones de los derechos humanos”.

Clinton: “El ataque final de Trump es a la democracia”

Este martes en el condado de Broward (Florida), de asentada tendencia demócrata, Hillary Clinton llamó al voto y atacó a Trump por no comprometerse a acatar el resultado de las elecciones y sembrar la sombra de la sospecha en el sistema electoral: “Se ha pasado toda la campaña atacando a las minorías, y su objetivo final es la propia democracia”, dijo.

La candidata demócrata, a la que los sondeos dan una ventaja de cinco puntos sobre Trump, advirtió de que no da “nada por hecho” e insistió en que sus partidarios vayan a las urnas. Clara y concisa, Clinton desplegó su discurso social, ecologista y de cohesión nacional y cerró hablando con un punto de ironía del futuro de Estados Unidos: “Es un asunto más grande que yo, que todos nosotros. Más grande incluso que Donald Trump”.

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Trump, que según investigaciones periodísticas trató en su día de hacer negocios en Cuba pese a las prohibiciones del embargo y que, mediada la campaña, aún se mostraba animado a invertir en la isla –“cuando tengamos permiso”–, giró hace unas semanas a un discurso de corte republicano clásico de exigir la democracia antes de cualquier apertura a la isla, denostando el diálogo de Obama con La Habana.

Su nueva postura ante el tema cubano es de efecto incierto. La comunidad se ha transformado aprisa políticamente en la última década. Si en 2004 un 78% de los cubanos de Miami votó por George W. Bush, hoy las encuestas apuntan casi al empate técnico, un 35% para Trump y un 31% para Clinton (Florida International University).

Hacia la noche, en la Calle Ocho de la Pequeña Habanase podían recoger entre los cubanos opiniones que reflejan el contraste de enfoques. Carlos Morales, de 63 años y que dejó Cuba en 1962, se quejaba con acritud de los nuevos tiempos: “Aquí ya no existe el voto tradicional cubano. Todo el mundo está vendido hace tiempo. Las generaciones de ahora no tienen principios, sólo se aprovechan de la grandeza de este país, que le da dinero a cualquiera que llegue”. Morales tampoco se fiaba de Trump: “Es capaz de cualquier cosa, de fajarse con los Castro o de ser peor que Obama y abrirse más. Es una incógnita”.

A una cuadra del restaurante donde tomaba café Morales, la empleada de lavandería Yamilet Fernández, 47 años,agotaba las últimas horas de su jornada laboral y daba su parecer sobre el discurso de mano dura de Trump: “Si ganase e hiciese lo que dice, sería un paso atrás para los cubanos. Con lo poquito que hemos avanzado con Obama, si él lo echa todo para atrás, ¿qué le va a quedar otra vez a Cuba? Nada”.

Mientras Trump hacia su Guerra Fría en Little Havana, Clinton jugaba su partida del martes en el terreno natural del republicano: la televisión. Después de hacer campaña en el condado de Broward, acudió como invitada a El Gordo y La Flaca, un show de entretenimiento de Univision que tiene una sustanciosa audiencia hispana. Bromeó con los presentadores, se declaró enamorada de la comida mexicana y en otro momento recordó al soldado de origen mexicano Damián López, que murió en Irak combatiendo en el Ejército de Estados Unidos mientras esperaba a que le concediesen la ciudadanía americana.

A priori, parece que la mirada de Trump al voto hispano de Florida está atascada en una realidad algo marchita, la de la primacía cubana. Clinton, sin embargo, toca una latinidad abarcadora, con un discurso de defensa de las minorías y de las políticas sociales que puede llegar igual a un cubano de las últimas generaciones que a actores más recientes como los venezolanos, los centroamericanos o la creciente población puertorriqueña.

La traca final de la campaña Clinton para la atracción de voto hispano se prenderá el sábado en Miami: Jennifer López dará un concierto pidiendo el voto por ella y, adobando la política con la pasión, se espera que la arrope su exmarido, Marc Anthony.

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