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“La prensa tiene que ser tan libre como sea posible”

El modelo de autorregulación del sector periodístico en el país escandinavo refuerza la confianza de los lectores

Guillermo Altares
Ola Sigvardsson, 'ombudsman' de la prensa sueca, en Estocolmo.
Ola Sigvardsson, 'ombudsman' de la prensa sueca, en Estocolmo.Jan-Christer Persson

El sistema sueco de au­torre­gulación de la prensa acaba de cumplir un siglo y es el más antiguo del mundo. Los gigantescos cambios que ha vivido la prensa, con la irrupción de las redes sociales y la transformación de los hábitos de lectura del papel al móvil, no han debilitado la autorre­gulación, más bien todo lo contrario: se ha convertido en un sello de calidad, que ha logrado mantener unos índices de lectura de periódicos muy elevados en este país. De hecho, cuando estalló el escándalo de News of the World y se revelaron los abusos de los tabloides en Reino Unido, numerosas miradas se dirigieron al país nórdico como solución para esta profunda crisis de credibilidad. El Reuters Institute publicó un amplio informe sobre la autorregulación en 2012. Una de sus conclusiones es que se trata de un sistema que deja claro “que la libertad de información, no es un fin en sí mismo sino que debe de tener una función democrática y de interés público”.

La ley de libertad de prensa sueca sumada al inmenso poder que proporciona la transparencia de los documentos públicos otorga a los periodistas una capacidad de actuación casi ilimitada. Sin embargo, su código ético es mucho más restrictivo que la legislación. "¿Por qué los medios han decidido no utilizar toda la libertad que les han dado?", se pregunta Ola Sigvardsson (Linderödsåsen, Suecia, 1954), el ombudsman (defensor del pueblo) de la prensa en Suecia. La respuesta es que la credibilidad y el servicio a los lectores por encima de cualquier otra consideración. El papel de Sigvardsson es el de una especie de fiscal que estudia y analiza las quejas. Cuando considera que están justificadas, las eleva al Consejo de Prensa, órgano formado por jueces, ciudadanos y las organizaciones profesionales, que impone una rectificación y hasta una multa. Es ajeno al Estado, su pertenencia es voluntaria y los medios que pueden ser amonestados no solo están en él porque quieren, sino que pagan para mantenerlo. Estudia unos 500 casos al año, de los que 50 acaban convirtiéndose en un tirón de orejas. Antes de ser elegido ombudsman en 2011 —un cargo electo y renovable—, Sigvardsson trabajó como periodista durante 35 años y ocupó cargos de responsabilidad en diferentes diarios. Asegura que cuando un periódico es sancionado por el Consejo, sus responsables no lo olvidan nunca. Sigvardsson visita Madrid esta semana, donde da una conferencia el martes en la Asociación de la Prensa. Esta entrevista fue realizada en su oficina de Estocolmo.

Pregunta. ¿Cree que el modelo sueco puede ser exportado a otros países?

“Es muy peligroso para una sociedad que los informadores se dejen llevar por el miedo”

Respuesta. De hecho, ha sido exportado, aunque nunca de una forma exacta, porque la cultura cambia de un país a otro. Pero la idea de la autorregulación de la prensa, que los medios se responsabilicen de un alto nivel de ética, puede ser exportado. No es una fantasía, es algo que se puede llevar a cabo perfectamente y que comparten muchos países.

P. ¿Cree que la crisis económica que ha sacudido a la prensa ha afectado a la exigencia ética?

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R. En este tema solo puedo hablar por Suecia y tendría que decir que no. Cuando empezó la crisis, era director de un diario. Tuvimos muchas discusiones y algunos pensaban que deberíamos bajar un poco el nivel de nuestros principios. Pero eso desapareció con bastante rapidez. Hoy, lo que resulta muy interesante en los medios suecos es que siguen el código ético muy cerca, no vemos que lo abandonen. La mayoría de los directores con los que he hablado mantienen que la ética es una forma de mostrar calidad y que la calidad es lo que buscan los lectores.

“Muchos partidos políticos de Europa no quieren una prensa libre porque no se adapta a sus creencias”

P. En el nuevo panorama en el que se mueven los medios, con las redes sociales, la nueva forma en que los lectores se informan sin pasar a veces por la prensa tradicional, ¿sigue siendo válido el modelo de autorregulación?

R. Es mucho más importante ahora, aunque estos nuevos medios no se han adherido a nuestros sistema. Algunos pueden difundir rumores o historias que no son ciertas, pero no puedes enfrentarte a ellos con la autorre­gulación, porque tiene que ser voluntaria. El ombudsman de la prensa existe porque los periódicos suecos se han unido voluntariamente y han aceptado ser regulados por esta institución. Piensan que es algo positivo, que pueden exhibir ante los lectores, los políticos y los ciudadanos en general. Cualquier diario o bloguero, no importa que se imprima o no, puede postularse para entrar en este sistema. Ya forman parte de este consejo 25 diarios digitales porque quieren la autorregulación, la vigilancia que ofrece nuestro sistema.

P. ¿Es una marca de calidad?

R. Sí, es así. Muchos de los 25 diarios digitales que forman parte del sistema son locales. Y su voluntad es mostrar a sus lectores que son sinceros, que no van a abusar de su confianza. Queremos que el sistema de autorregulación sea nuestra etiqueta de calidad.

P. ¿Cree que, como se ha escrito muchas veces, estamos viviendo en un momento de posverdad y que el concepto de verdad ya no es tan válido como antes? ¿Cómo afecta a la prensa?

R. Creo que es una oportunidad para los medios serios, que quieren ser éticos y mostrar la verdad. Cada vez más gente se da cuenta de que muchas cosas que encuentras en Internet o afirmaciones de los políticos no son fiables. Hasta ahora, según una encuesta que se ha hecho en Suecia, la confianza en los tabloides ha bajado mucho, pero los diarios de calidad sí que mantienen unos índices de confianza muy elevados. Creo que esta situación es una oportunidad para aquellos que quieren seguir haciendo periodismo de calidad.

P. ¿Por qué su sistema de autorre­gulación no entra en cuestiones de opinión, ni tampoco se mete con la parcialidad o la corrección política? ¿Charlie Hebdo no sería nunca asunto suyo?

R. No. Creo que, en una sociedad democrática, la prensa tiene que ser tan libre como sea posible. Y dentro de esta libertad, de acuerdo con la ley y con mi propio sentido de la ética, un periódico puede ser parcial, no podemos criticarlo por eso como tampoco por no ser políticamente correcto. Nosotros trabajamos con la difamación de individuos. Si una mentira o una posición parcial del diario o una afirmación políticamente incorrecta hace daño a un individuo, estudiamos el daño realizado a la persona, pero solo en ese caso.

R. ¿Cree que tenemos en Europa un problema de libertad de expresión, por ejemplo, en todo lo relacionado con la religión, como las viñetas de Mahoma?

R. Es un problema muy diferente, es muy serio. Si la autocensura se convierte en dominante entre los periodistas, no podrán hacer bien su trabajo. Es algo muy peligroso para la sociedad cuando los periodistas se dejan llevar por el miedo. La autocensura no es un problema ético, si un diario no quiere publicar las viñetas de Mahoma no es algo con lo que trabajemos en esta institución. Y si las publican, no puedes quejarte ante mi oficina porque no se trata de la difamación de un individuo. Muchas veces son provocaciones sobre una religión, el islam: de acuerdo con la ley sueca y con nuestro sistema ético, no puedes difamar a una religión, una empresa, una autoridad, un club de fútbol. Solo puedes difamar a personas, a seres humanos.

P. ¿Cuál es para usted la mayor amenaza en Europa para la libertad de prensa?

R. Los cambios políticos. Es una pregunta política y no soy un político, pero sí soy un ciudadano: creo que es el viento que sopla en toda Europa, en Polonia, Francia, Reino Unido, Holanda... Muchos de esos partidos no quieren una prensa libre como la que tenemos ahora por muchos motivos, pero sobre todo porque no se adapta a sus creencias, como ocurre en Holanda o en Hungría, y no digamos en Turquía, aunque esa es otra historia. El mayor peligro es un cambio político que nos lleve hacia un menor interés en la necesidad de defender la libertad de expresión y de prensa.

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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