_
_
_
_
_

“Te cuidas o te mueres”

Javier Rendón, exdeportista y diabético, relata su experiencia con la enfermedad

Javier Rendón, exbasquetbolista y diabético.Vídeo: A. Plascencia
Elías Camhaji

Un litro de leche y seis huevos con tortillas de maíz, cebolla y jitomate en el desayuno. Carnitas de cerdo, tacos al pastor o quizás una torta olímpica para la hora de la comida. Un refresco o dos para que “bajara” todo y, en algún punto y sin darse cuenta, hasta 24 botellas de Coca Cola al día. Javier Rendón (México, 1953) creía que era invencible, que por haber sido basquetbolista podía comer cuánto quisiera. Después empezaron los primeros síntomas, su cuerpo sintió los estragos de la diabetes y tuvo que asumirlo. Podía seguir viviendo como lo hacía antes o dar un vuelco a su vida. "Tú eliges si te cuidas o te mueres", afirma ahora que controla la enfermedad.

Rendón ha sido diabético durante 30 años y ha estado ligado al basquetbol y al deporte toda su vida. Fue jugador profesional y entrenó a varios seleccionados varoniles y femeniles a nivel nacional y en distintas categorías con límite de edad. Su familia materna tenía una predisposición genética a la diabetes, sus abuelos y sus tíos la padecieron, sólo su madre eludió la enfermedad. Los genes se encontraron con los malos hábitos alimenticios al terminar su carrera deportiva en activo y fue diagnosticado con diabetes tipo dos tres años después de retirarse. "Cuando me dijeron que era diabetes, no me impactó porque venía de una familia que padecía la enfermedad, pero había sido longeva", cuenta. "Tenía pleno conocimiento de ella y de cómo llevar una dieta saludable, y aun así fui muy irresponsable".

Un accidente cuando manejaba en la carretera de Zacatecas a Jerez, en el norte de México, lo cambió todo y lo dejó al borde de la muerte en 2002. Sobrevivió, pero el choque dejó sus riñones en estado crítico. Aguantó hasta que su hija pudo ser donante y recibió un trasplante. El cuerpo de Rendón era muy frágil, a raíz de los inmunodepresores que debía tomar y, tras un corte mientras cocinaba, sufrió una infección y perdió el dedo índice de la mano derecha. "Al padecer diabetes y tener las defensas muy bajas después del trasplante, los riesgos son enormes, cualquier infección se puede hacer muy grave", explica. El dedo índice de su mano izquierda tiene un vendaje por otra lesión, ha hecho una rehabilitación de más de un año para no perderlo.

"Emocionalmente no me afectó, aunque fue traumático por momentos, soy una persona altamente competitiva y eso me ha permitido seguir adelante", dice seguro de sí mismo. Pasados los 50 años tuvo que aprender a comer de nuevo y poco después a volver a escribir. Se documentó para conocer sobre su enfermedad y sobre los valores nutricionales de su alimentación, sigue una dieta muy estricta y hace ejercicios para rehabilitarse paulatinamente. El trabajo es su mejor terapia, lo que le permite mantenerse activo y hacerse cargo de los miles de pesos que cuestan los analgésicos, los medicamentos contra la hipertensión, las inyecciones de insulina sintética y las visitas con distintos especialistas en hospitales privados, como el angiólogo y la trasplantóloga. "En sus etapas iniciales, la diabetes es una enfermedad terrible, pero silenciosa, después tu cuerpo cambia y se vuelve muy costosa", asegura.

Rendón comenta que falta una orientación para los diabéticos sobre el efecto de la comida en su cuerpo. La falta de conciencia es brutal, en su opinión. "No tenemos una cultura de la comida, las poblaciones de alta marginalidad no tienen oportunidad de consumir alimentos saludables", sentencia. "Yo veía a la gente comiendo frituras, galletas y panes antes de entrar en una sesión de hemodiálisis, cuando les pregunté por qué lo hacían, me decían: ‘No pasa nada, nos van a limpiar la sangre y saldremos bien", ironiza en el límite entre la indignación y las risas.

"La vida me ha dado la oportunidad de recapacitar sobre todo lo mal que viví y me alimenté, sobre cómo iba a ir progresando la diabetes", reflexiona y hace una pausa, después rompe con la solemnidad: "Qué mal que a los 64 años me venga una conciencia real sobre todo esto", bromea. Rendón es ateo, no señala a las divinidades ni a ningún ente metafísico, él es el único responsable. "La culpa de la diabetes la tenemos los diabéticos, nadie más", zanja. Es una enfermedad que no es curable, pero es controlable. De ese matiz pende su calidad de vida. Asume la lucha, hasta lo que tenga que durar. Su ánimo no cae. "Sigo con el mismo espíritu, con las mismas ganas de mantenerme activo y de hacer muchas cosas", concluye.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Elías Camhaji
Es reportero en México de EL PAÍS. Se especializa en reportajes en profundidad sobre temas sociales, política internacional y periodismo de investigación. Es licenciado en Ciencia Política y Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México y es máster por la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_