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Merkel recibe a Obama convertida en baluarte de los valores liberales

La victoria de Trump eleva a la canciller alemana, aunque es incapaz de ocupar el hueco de EE UU

Merkel, en un acto hoy.Foto: reuters_live | Vídeo: Sean Gallup (GETTY)
Luis Doncel

Cuando en la noche del jueves se sienten a cenar, la conversación entre Barack Obama y Angela Merkel estará a años luz de la que preveían cuando anunciaron la reunión. Entonces, todo apuntaba a que los líderes de EE UU y Alemania podrían posar sonrientes, ensalzar su estrecha colaboración de los últimos ocho años y preparar una transición amable hacia una presidenta llamada Hillary Clinton. Las cosas no pueden ser más distintas. La minicumbre estará ahora presidida por la nostalgia de lo que pudo ser y nunca será. Pero el triunfo de Donald Trump ha tenido otro efecto imprevisto. Por una carambola del destino, la llegada de un populista a la Casa Blanca eleva a Merkel como la líder internacional más destacada en la defensa de la alianza transatlántica, un vínculo ineludiblemente ligado al libre comercio.

En su felicitación a Trump, Merkel ofreció colaboración pero condicionada a los valores comunes

La autoestima de la canciller alemana ha recibido esta semana un buen refuerzo. Obama la define como “probablemente” su aliada internacional más estrecha desde que llegó a la presidencia. The New York Times le otorga el título de “última defensora de los valores liberales de Occidente”. “Merkel, tanto si le gusta como si no, es ahora la mayor defensora de las normas, valores e instituciones que forman el orden mundial de los últimos 70 años”, añade la revista Foreign Policy.

Es cierto que los vaivenes y la imprevisibilidad del presidente electo de EE UU transfieren a Merkel el aura de última representante de un mundo multilateral basado en las reglas. O, al menos, la única con la legitimidad que le da una experiencia de 11 años al frente de una potencia del G7. Pero varios expertos consultados alertan sobre el riesgo de fijar en torno a Berlín unas expectativas demasiado altas.

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“Alemania es un poder regional, no global. No tiene nada que ofrecer a los aliados de EE UU en el mundo. La realidad es que [Washington] es irremplazable. Por eso la situación es tan desastrosa. El mundo libre carece ahora de líder”, asegura Hans Kundnani, autor de La paradoja del poder alemán. Josef Janning, director en Berlín del think tank ECFR, también relativiza los elogios a Merkel de la prensa anglosajona. “Ni en 2015 estaba acabada por la crisis de refugiados, ni ahora es la sucesora de EE UU. Antes se la infravaloró y ahora se la sobrevalora. No estamos ante el inicio de una Pax Germanica”, añade.

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Cuando Merkel llame a Washington a partir del 20 de enero, al otro lado de la línea encontrará a una persona opuesta a su concepción de la política, tanto en la forma como en el fondo. Los dos líderes mantienen posiciones irreconciliables en casi todos los asuntos que importan a la alemana: del cambio climático al comercio internacional; de la acogida de refugiados a las relaciones con Rusia.

En Berlín no saben si tendrán que lidiar con un presidente radical o moderado

En el estilo, también les separa un abismo. Merkel es precavida. Trump se mete en todos los charcos. Durante la campaña, el candidato republicano arremetió contra una gestión “loca” de los refugiados que, según dijo, estaba arruinando a Alemania. Atacó a Clinton acusándola de ser “la Merkel de América”. Durante la anterior visita de Obama a Alemania, los periodistas preguntaron a la canciller por estos ataques. “Tengo dos cosas que decir. Estoy muy ocupada con mis obligaciones. Y observo la campaña estadounidense con mucho interés”, se limitó a responder. Ese día, Obama la inundó de halagos. “Ella está en el lado correcto de la historia”, dijo.

El mensaje con el que la líder alemana felicitó a Trump por su victoria electoral dejó claro que este no era un cambio de presidencia cualquiera. Merkel ofreció al futuro líder estadounidense una “estrecha cooperación”. Pero le recordó que los dos países están unidos por sus valores. Y que solo sobre esa base podrían caminar juntos. “Democracia, libertad, respeto a la ley y dignidad del ser humano independientemente de su origen, color de piel, religión, orientación sexual o convicciones políticas”, enumeró uno a uno, insinuando que quizás no venía mal recordárselos a Trump.

Los dos líderes tienen opiniones opuestas en asuntos vitales

Fue, eso sí, más diplomática que otros miembros de su Gobierno, que, por ejemplo, dijeron que el vencedor de las elecciones lideraba la “internacional de autoritarios y chovinistas”. Algunos críticos reprochan a Merkel no usar ese tono con líderes como el turco Recep Tayyip Erdogan, al que la alemana necesita para contener la llegada de más refugiados.

La impresión dominante en Berlín es el desconcierto. Al día siguiente de las elecciones estadounidenses, en la Cancillería nadie tenía un número donde localizar al vencedor. Finalmente, hubo que recurrir al embajador. En el Gobierno reconocen no saber si van a lidiar con el Trump radical de la campaña o con uno más moderado. Merkel es consciente de que Europa va a tener que atender las exigencias de EE UU de aumentar su presupuesto en Defensa. Porque, como dijo en su mensaje de felicitación a Trump, “la colaboración con EE UU es y será una de las bases de la política exterior alemana”.

En tiempos difíciles, ¿un cuarto mandato?

Salida de Reino Unido de la UE, Donald Trump presidente de EE UU, inestabilidad en Francia e Italia… ¿Puede permitirse Angela Merkel, la líder más poderosa y experimentada de Europa, renunciar a presentarse como candidata en 2017, cuando habrá pasado ya 12 años como canciller? Si ya antes de la victoria de Trump parecía poco probable una retirada de Merkel, ahora lo parece aún más. Y, sin embargo, su silencio en torno a sus planes de futuro a solo 10 meses de las elecciones es desconcertante.

Sus colaboradores más cercanos dicen desconocer los planes de Merkel. Pero la ausencia de una figura que pudiera sustituirla hace pensar en que volverá a presentarse. Tras la llegada de Trump a la Casa Blanca, podrá jugar la carta de la estabilidad, de que los alemanes deben votarla porque es la única representante de la ortodoxia política y la racionalidad. "Su campaña girará en torno a la idea de que nadie más que ella puede hacerlo. Para los alemanes, la política sigue siendo una cosa seria. Figuras como Trump o Boris Johnson tendrían aquí poco éxito", asegura Josef Janning, del think tank ECFR.

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Sobre la firma

Luis Doncel
Es jefe de sección de Internacional. Antes fue jefe de sección de Economía y corresponsal en Berlín y Bruselas. Desde 2007 ha cubierto la crisis inmobiliaria y del euro, el rescate a España y los efectos en Alemania de la crisis migratoria de 2015, además de eventos internacionales como tres elecciones alemanas o reuniones del FMI y el BCE.

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