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BART SOMERS, ALCALDE DE MALINAS

“La radicalización es más un problema de totalitarismo que religioso”

El alcalde de la ciudad belga, de la que no ha salido ningún yihadista, defiende su modelo integrador

Bart Somers, alcalde de Malinas, durante el Foro Elcano, celebrado en Madrid el 15 de noviembre.
Bart Somers, alcalde de Malinas, durante el Foro Elcano, celebrado en Madrid el 15 de noviembre.Real Instituto Elcano

Que no haya salido ni un solo yihadista hacia el califato desde la localidad belga de Malinas (90.000 habitantes) no es sólo un éxito sino sobre todo un "orgullo" de esos que un pueblo defiende y alimenta. Lo explica con vehemencia su alcalde, Bart Somers (Malinas, 1964), ponente del foro sobre terrorismo que celebró esta semana en Madrid el Real Instituto Elcano. La rareza de Malinas se explica si uno ve el mapa de Bélgica: a unos 25 kilómetros, Bruselas, de donde han partido casi 200 yihadistas; a misma distancia hacia el norte, Amberes, de donde viajaron al califato 93, y a una docena de kilómetros, Vilvorde, localidad más pequeña que Malinas, pero de donde salieron hacia Mesopotamia 28 combatientes."No tengo una bala de plata", dice Somers, con 15 años de alcaldía a sus espaldas, "pero la ciudad tenía antes muy mala reputación, con mucha criminalidad, pobreza, problemas sociales". El edil flamenco atacó todo eso con dos recetas: mucha policía y una narrativa inclusiva. Es el alcalde de todos.

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P. ¿Prevenir la radicalización o combatirla?

R. Hay muchas razones por las que alguien se puede radicalizar y muchas personas que pueden radicalizarse, no solo los pobres o marginados, a veces también los altamente educados. Es siempre un proceso de aislamiento. Empieza cuando pierden el contacto con los no-musulmanes, luego con aquellos que no practican el islam verdadero y, finalmente, con su familia. Al final, cuando están completamente aislados, pueden hacer lo que quieran, jugar con ellos como un gato con un ratón. Lo que hay que hacer, en esa primera etapa, es traerles gente con la que aún pueden hablar y en la que puedan confiar. Pueden ser cualquiera, profesores, alguien del club de boxeo, a veces un imam, un hermano, amigos...

P. Un referente.

R. Alguien que pueda convencerles de que sus ideas y el camino que recorren no es el bueno y mostrales las alternativas. Con empatía es posible.

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P. ¿Por qué no un líder religioso?

R. Es más un problema de totalitarismo que religioso. Algunos de estos individuos no creían en nada hace tres meses. Eran traficantes de droga, alcohólicos... Gente que no vivía una vida musulmana y en un determinado momento abrazan el islam como un concepto que les lleva de ser nadie a ser héroes. Ya no son perdedores. Hay gente buena y mala, y ahora ellos son de los buenos. Todas las dificultades de la vida se acaban porque tienen un objetivo simple y todo está claro. Solo conocen algunos eslóganes del islam, no son especialistas.

En mi ciudad tenía a alguien que era un criminal, un narcotraficante, que estuvo en prisión. Cuando salió, quería hacer algo por la sociedad y puso en marcha el club de boxeo. De repente hubo algunos que empezaron a tener ideas como dejarse barba, no llevar pantalones cortos, creer que el ISIS no era tan malo. Con toda su credibilidad consiguió convencerles, no con argumentos religiosos. Les dijo: "¿Queréis acabar como lo hice yo?"

P. Eso sólo no es suficiente.

R. Para llegar a esas personas en esa primera etapa de radicalización tenemos que crear una sociedad de confianza, donde los padres crean que si sus hijos tienen ideas raras pueden ir al alcalde o a la policía, que no les van a tratar como enemigos. Donde se puedan identificar con el Gobierno local, que les va a tratar como un ciudadano. Un ejemplo: tras los atentados en el aeropuerto de Zaventem, solo a una veintena de kilómetros, donde mucha de la gente de Malinas trabaja, lo primero que hice fue ir el viernes a la mezquita más grande y hablar antes del imam. Les expliqué que yo les veía como ciudadanos y, sobre todo, les veía dos veces víctimas: una como ciudadanos que pueden sufrir un atentado y otra como musulmanes porque su religión estaba siendo secuestrada por unos bárbaros. Trato de crear una narrativa inclusiva en la que ellos estén conmigo.

"He invertido mucho en policía. No podía aceptar que hubiera barrios en los que gobernaran los traficantes"

P. Pero eso también se intenta en otros sitios y no funciona.

R. Hay dos caminos que he seguido: he invertido mucho en policía. No podía aceptar que hubiera barrios donde gobernasen los traficantes, donde los niños creciesen en calles sucias, con casas pobres, sin parques, donde la policía era vista como el enemigo, donde no impera la ley. ¿Cómo esperas que niños viviendo ahí prefieren nuestro modelo? Es una lucha por las mentes y corazones de la gente. Puse policía allí y fui absolutamente estricto. Luché contra la criminalidad, puse más cámaras en mi ciudad que en cualquier otra de Bélgica, pero además invertí en limpieza, parques, en prevenir la creación de guetos, para que la gente viviese mezclada y no una al lado de otra. Eso creo una atmósfera de movilidad y dinamismo que motivó a mucha gente.

En segundo lugar, fuimos muy consecuentes en nuestra narrativa. Dijimos que abrazábamos la libertad y teníamos que ser consecuentes viendo a todo como verdaderos ciudadanos, aceptando que la diversidad es producto de la libertad. Por ejemplo, en la discusión sobre el burkini, no se puede pensar que uno no es libre por llevarlo. Pensar así es adoptar una narrativa que es el inicio de la forma de pensar totalitaria: tú eres libre si eres como yo. Es estalinismo, fascismo.

P. ¿Cómo se crea en la práctica esa narrativa de diversidad?

R. Un ejemplo: hace dos años celebramos los 50 años de inmigración en Bélgica desde África. No solo lo recordamos sino que lo celebramos. Más de 120 fotos de ciudadanos para otras tanta nacionalidades en Malinas. Tenemos tradición de cabezudos en mi ciudad, siempre fueron blancos, pero creamos el mestizo y el negro, para dar la señal de que la ciudad es de todo el mundo. No quiero guetos, no quiero clubes de fútbol marroquíes y otros flamencos, los quiero mixtos; también colegios mixtos, barrios...

P. Y si mañana alguien de Malinas viaja al califato.

R. Siempre puede pasar, no tengo una solución maravillosa. Pero la diferencia es que hay alcaldes en mi país y en otros que si alguien se va a Siria a combatir dicen que se vayan y que ojalá se mueran. Cuando alguien deje mi ciudad será triste y una pérdida mía y de toda la ciudad porque perdemos un hijo.

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