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“Un hombre me siguió y mi madre dijo que era culpa mía por vestir con el uniforme de la escuela”

Nueve de cada 10 chilenas ha sufrido acoso sexual callejero. El congreso tramita una ley para penalizar este tipo de agresiones

Rocío Montes

Hace apenas tres años, en Chile no se hablaba del acoso sexual callejero, no se conocía el concepto y, por lo tanto, difícilmente se le consideraba un tipo de violencia. Para la población resultaba natural que una conocida marca de galletas, Tritón, publicitara el producto mostrando piernas de mujeres en el Metro, apelando a la tentación irresistible de tenerlas en frente y llamando a los hombres a sacarles una fotografía para compartirla en Twitter. La sociedad chilena, sin embargo, ha cambiado desde fines de 2013 y se explica en buena medida al trabajo del Observatorio contra el Acoso Callejero (OCAC). La organización que comenzó por el impulso de cuatro estudiantes de Sociología no solo ha conseguido hacer visible el problema, sino que instalarlo en la agenda pública con logros históricos: actualmente, el Congreso tramita una legislación que castiga el acoso en las calles y que reemplazaría la normativa vigente que data del siglo XIX.

Pie de Foto: María Francisca Valenzuela, del Observatorio contra el Acoso Callejero de Chile (Ocacchile)
Pie de Foto: María Francisca Valenzuela, del Observatorio contra el Acoso Callejero de Chile (Ocacchile)

“En Chile no existía el acoso callejero como concepto y, como muchas otras expresiones de machismo y desigualdad, el problema se hallaba silenciado”, relata María Francisca Valenzuela, fundadora y presidente del OCAC, que hoy en día cuenta con el apoyo de unos 60 voluntarios desplegados en diferentes equipos de trabajo y ha logrado detener campañas publicitarias como la de las galletas Tritón. Hasta 2013, cuenta la socióloga de 27 años, “no existían instituciones de este tipo en América Latina. Salvo en Perú, donde se había fundado Paremos el acoso callejero, que sirvió de referente para la creación del observatorio en Chile”. El OCAC, desde entonces, ha contribuido a su vez a la creación de organizaciones similares en países como Nicaragua, Costa Rica, Uruguay y Bolivia. “Es un problema global”, explica Valenzuela. “Tenemos la perspectiva de una nueva generación que está tratando los temas de igualdad de género”.

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En Chile el acoso callejero se castiga en el marco de las ofensas al pudor, a la moral y a las buenas costumbres, de acuerdo al Código Penal de 1874 que resulta bastante precario de acuerdo a la realidad actual de este problema. Con el apoyo de especialistas y legisladores, sin embargo, el OCAC elaboró un proyecto de ley que sanciona los gestos obscenos y agresiones verbales, los actos físicos como el exhibicionismo y la persecución, la captación de imágenes con una connotación sexual sin el consentimiento de la víctima y el contacto corporal, como los roces. En abril pasado, la Cámara aprobó la iniciativa legal, que actualmente se discute en el Senado. Para la diputada comunista Karol Cariola, una de las promotoras, “lo más importante es poner fin a una actitud abusiva, arrogante y que genera una sensación de inseguridad en las personas que se han visto expuesta a estas situaciones”.

A diferencia de lo que ocurría hasta hace poco, cuando el acoso callejero se hallaba silenciado, en la web del OCAC existe un espacio destinado a que las víctimas relaten sus experiencias.

“Desde chica me acostumbré a andar siempre con audífonos para no escuchar las cosas que me decían hombres de toda edad como si fuera un halago”, cuenta una chilena que apenas tenía 12 años cuando un tipo mayor le agarró el trasero mientras caminaba junto a su madre en el centro de Santiago. Una muchacha de 19 años escribe lo que le sucedió a los 14: “Caminó, siempre con la vista fija en mi, hasta que llegó y tocó mi entrepierna a la pasada (…) Cinco años después continúo recordando esto. No le he contado a nadie en profundidad, ni siquiera a mi mamá”. Una muchacha relata lo que le sucedió cuando, en un autobús, se agachó a recoger una moneda que se la había caído: “Solo eso bastó para que un hombre X se bajara conmigo y me siguiera por ocho cuadras [calles]. Casi me dejó en mi casa. Mi mamá dijo que era culpa mía, porque andaba con jumper [uniforme escolar] y que esas cosas pasan”.

En Chile no existían ni estudios ni cifras que permitieran calificar el fenómeno. De acuerdo a la segunda encuesta del OCAC en 2015, con los datos más recientes disponibles, en los últimos 12 meses un 85% de las encuestadas de todas las edades ha sufrido acoso sexual callejero. A dos de cada cinco personas —mujeres y hombres— las han rozado, tocado o les han presionado con los genitales en el espacio público como los autobuses. Un 23% de las chilenas ha sufrido algún tipo de acoso grave: persecución, exhibicionismo o masturbación. Aunque es un fenómeno transversal, y tanto los hombres como los adultos mayores también lo han sufrido, las mujeres jóvenes son el grupo más vulnerable: el 97% ha sufrido acoso en el último año. La mitad por lo menos una vez a la semana y dos de cada 10 con frecuencia diaria.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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