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Miles de brasileños toman las calles contra la corrupción y ponen en alerta al Gobierno Temer

Los mismos movimientos que pidieron la destitución de Rousseff exigen ahora más poder para el judiciario y estrechar así el cerco a los corruptos

María Martín
Un manifestante sostiene una figura del juez Sergio Moro, en la protesta de Río.
Un manifestante sostiene una figura del juez Sergio Moro, en la protesta de Río.Marcelo Sayão (EFE)
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Los brasileños que salieron a la calle para pedir la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff están de vuelta. Miles de personas, convencidas de su poder, se han manifestado este domingo en varias capitales brasileñas contra la corrupción y las maniobras de los diputados para minar al poder judicial en su afán de estrechar el cerco a los corruptos.

No ha sido una marcha contra el presidente, Michel Temer, pero las protestas preocupan en su entorno. Los manifestantes entonaron soflamas contra sus colegas de partido y aliados políticos en el Congreso, del que Temer, con una popularidad del 14%, depende para aprobar un ajuste fiscal que considera crucial para superar la crisis económica que vive Brasil.

En Río de Janeiro, donde se concentró una de las marchas más numerosas, se reunieron desde activistas contrarios al aborto a partidarios de una intervención militar, integrados en una multitud que coreaba eufórica el nombre de Sergio Moro, el juez responsable de la Operación Lava Jato, que reveló la enorme trama de corrupción enraizado en la Petrobras. Las investigaciones dirigidas por Moro, elevado por muchos a ídolo nacional, han salpicado a las cúpulas de casi todos los partidos brasileños, especialmente del Partido de los Trabajadores, del expresidente Lula, del PMDB, del actual presidente Temer, y del PP, un partido conservador aliado de ambos.

“Queremos más justicia. El mayor problema de Brasil es la impunidad. El Congreso tiene que aprobar las medidas propuestas contra la corrupción. Las leyes nunca serán perfectas, pero es importante que sean más rígidas para limpiar lo que tenemos. Si empezamos a discutirlas, vamos a pasarnos cinco años debatiendo y esto es urgente”, explica el comerciante de 46 años Diniz Tellini, que fue con su suegra a la manifestación.

Hubo también críticas a Temer, aunque el presidente no fuese el blanco principal de los manifestantes. “Cuando fui a la calle a protestar en otras manifestaciones no fue para quitar a Dilma y poner a Temer, yo quería una nueva elección. Esto es como cambiar un corrupto por otro”, lamentaba la funcionaria Marcia Bilheiro, representando el sentimiento de otros muchos manifestantes entrevistados por este periódico. En sus seis primeros meses de Gobierno, Temer ha tenido que prescindir de seis de sus ministros, la mayoría de ellos investigados en casos de corrupción.

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Votación de madrugada

La convocatoria de las protestas de este domingo fue alimentada por la más reciente polémica en un Brasil harto de turbulencias políticas. En la madrugada del miércoles, mientras el país se sumía en el luto por la pérdida de 71 vidas en el accidente de avión que transportaba a la delegación del Chapecoense, el Congreso de los Diputados decidía mantener su actividad y desvirtuar con un puñado de enmiendas un conjunto de diez propuestas legislativas redactadas por la Fiscalía con el objetivo de endurecer la ley contra los corruptos.

Aunque las medidas, apoyadas por dos millones de firmas, han sido poco discutidas y provocan recelos en los sectores progresistas, temerosos de otorgar más poder al judiciario y fragilizar así al Estado de Derecho, la actuación sibilina de los diputados, decenas de ellos investigados por casos de corrupción, fue interpretada como una estrategia en beneficio propio para limitar el alcance de las investigaciones.

Los manifestantes también protestaron contra la decisión del Congreso de aprobar, esa misma madrugada, el concepto de “abuso de autoridad” que permitirá juzgar a jueces y fiscales bajo el criterio de actuar bajo “conducta incompatible con el cargo”. “Ya existe ese control del poder judicial. El problema es intentar ejercer ese control intimidando a jueces y fiscales, usando conceptos vagos”, criticaba en Río de Janeiro Claudio Henrique Viana, procurador del Ministerio Público de Río.

El conflicto entre el poder judicial y el legislativo se hizo más evidente tras la votación, cuando el equipo de investigadores de la Operación Lava Jato, gran impulsor del paquete de las diez medidas anti-corrupción, amenazó el miércoles con renunciar en bloque si el presidente Michel Temer sancionaba las propuestas de los congresistas. La respuesta del presidente del Senado, Renan Calheiros, aliado de Temer e investigado en más de una decena de casos de corrupción, fue entonces acelerar una segunda votación de las medidas para avanzar en su aprobación. El gesto le salió caro. Además de ver frustrada su estrategia por el voto contrario de buena parte de sus colegas, los manifestantes cambiaron rápidamente el grito de “¡Fuera Dilma!”, entonado en las manifestaciones contra el anterior Gobierno, por el de “¡Fuera Renan!

La manifestación más esperada era la de São Paulo, que concentró las mayores protestas de la democracia brasileña en la campaña contra Rousseff. La convocatoria, esta vez, no fue tan abrumadora –200.000 participantes, según los organizadores, y 15.000 según la policía–, pero una multitud en la principal avenida de la ciudad es suficiente, sin embargo, para poner a Brasilia, sede del poder, en alerta. A las protestas callejeras se suma la inquietud de la clase política que aguarda la divulgación en las próximas semanas de la llamada “confesión del fin del mundo” en la que 77 ejecutivos de la constructora Odebrecht rebajarán la pena que les corresponda a cambio de contar lo que saben del caso Petrobras. Con las investigaciones, la mayor constructora de América Latina se ha perfilado como el corazón de la trama corrupta y amenaza con involucrar aún más políticos en el mayor escándalo de corrupción que se recuerda en Brasil.

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Sobre la firma

María Martín
Periodista especializada en la cobertura del fenómeno migratorio en España. Empezó su carrera en EL PAÍS como reportera de información local, pasó por El Mundo y se marchó a Brasil. Allí trabajó en la Folha de S. Paulo, fue parte del equipo fundador de la edición en portugués de EL PAÍS y fue corresponsal desde Río de Janeiro.

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