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La justicia condena sin multa al líder xenófobo holandés Wilders por insultos y discriminación

El tribunal, que cree suficiente pena el proceso en sí, le absuelve del delito de incitación al odio

Isabel Ferrer
El político holandés Geert Wilders (C), en el último día de juicio, el 23 de noviembre.
El político holandés Geert Wilders (C), en el último día de juicio, el 23 de noviembre. REMKO DE WAAL (AFP)

Geert Wilders, líder xenófobo holandés, ha sido considerado culpable este viernes de haber insultado en 2014 a un grupo de población (los marroquíes) y de discriminación racial. No se le ha impuesto, sin embargo, ninguna sanción porque los jueces consideran que el proceso mismo es suficiente castigo. Absuelto en 2011 de un delito similar, por calificar el Islam de ideología peligrosa, esta vez, sus arengas en pro de la expulsión del país de sus compatriotas de origen marroquí han sido reprobadas. Los jueces han subrayado que no se trataba “de un juicio político”, y le han exculpado del delito de incitación al odio, el segundo cargo presentado por la fiscalía. Wilders recurrirá el fallo.

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Según Hendrik Steenhuis, presidente de la sala, al preguntar a sus seguidores, tras las pasadas elecciones municipales, si querían “más o menos marroquíes en Holanda”, el acusado “denigró a sabiendas, y discriminó, a un grupo entero de población”. La sentencia subraya que el programa del Partido por la Libertad, de Wilders, sí especifica que los marroquíes que desea echar de Holanda “son los que hayan delinquido, un matiz borrado de su discurso poselectoral de 2014”. “Este es un caso singular, porque se trata de un diputado electo, pero sus palabras no están protegidas por la libertad de expresión”, ha dicho el juez Steenhuis.

Wilders ha acudido raudo a Twitter para rechazar “que los marroquíes sean una raza y yo sea un racista, o por ende mis votantes”. Para advertir que su condena, “abarca a media Holanda, que se ha vuelto un país enfermo”. Para asegurar que no habrá ningún tribunal que me pare; mi voz es la de millones de personas”. Y para recordar al Gobierno, esta vez a través de un vídeo, que “mi partido crece y es más fuerte cada día; los holandeses quieren que les devuelvan su tierra y el genio del cambio no volverá a ser encerrado en su botella”. “Nosotros sabemos que llevamos dentro el fuego de la libertad de expresión y no lo dejaremos extinguirse. Ya está bien de elites, de políticos, jueces y periodistas que nos minusvaloran. Basta de corrección política”, ha dicho. Las reacciones de sus colegas del Parlamento oscilaban por la tarde entre el “malestar” del partido calvinista “cuando un juez califica a un político, pues lo que necesitamos es un equilibrio entre libertad y responsabilidad”, y “la confianza en nuestra judicatura” de la socialdemocracia. El Consejo de las Mezquitas Marroquíes de Holanda, por su parte, se ha felicitado por un fallo que certifica “los límites de lo aceptable en una discusión social”.

Repudiado en los tribunales como adalid de la libertad de expresión, en la calle, la postura de Wilders le reporta un fuerte apoyo popular. Según los últimos sondeos, su Partido por la Libertad obtendría entre 29 y 33 escaños (en un Parlamento de 150) de celebrarse hoy las elecciones previstas para marzo de 2017. Superaría, por separado, y de acuerdo con estas encuestas, a los liberales de derecha y socialdemócratas que forman la coalición gobernante.

El líder antimusulmán ha desdeñado desde el principio este segundo proceso, y solo compareció durante la última jornada. Lo cerró en el mismo tono de populismo clásico usado ahora para criticar la sentencia, y se presentó como el “defensor de mi país contra el Islam, el terrorismo, la inmigración musulmana y el mega problema causado por los marroquíes en Holanda”. Durante las sesiones, la acusación alegó que él había insultado “a un grupo entero de población y causado un dolor innecesario, de forma premeditada y desdeñando la angustia, odio y divisiones que ello provocaría”. Una vez constatado el efecto de sus soflamas, “mantuvo el mismo tono”, señaló el fiscal, Wouter Bos.

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El caso Wilders, generalización coloquial con la que se designa el dilema creado por sus arengas, coincide con el debate parlamentario (previsto para la próxima semana) dedicado a la posibilidad de suprimir del Código Penal los delitos por los que ha sido llevado a juicio. Solo sería punible la llamada a la violencia. El resto desaparecería al ampliarse el espectro de la libertad de expresión misma. De momento, no hay mayoría entre los diputados para lograrlo, y el ponente de la propuesta es un antiguo miembro del partido de Wilders, que ha formado una nueva agrupación política.

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