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Trump abre otro frente con China al cuestionar la política sobre Taiwán

China responde con dureza a las nuevas declaraciones del presidente electo de Estados Unidos

Foto de Trump en la portada del 14 de noviembre de la revista china 'Global People'. En vídeo, la reacción de China a sus declaraciones.Foto: reuters_live | Vídeo: JOHANNES EISELE (AFP) / REUTERS-QUALITY

Donald Trump ha convertido China en el objetivo internacional de sus dardos verbales desde que el 8 de noviembre ganó las elecciones de Estados Unidos. Al cuestionar la política de cooperación que ha prevalecido en las últimas cuatro décadas, rompe una norma no escrita. El republicano, que al tiempo lanza guiños a la Rusia de Vladímir Putin, quiere ventajas comerciales a cambio de mantener la actual relación con Pekín. El Gobierno chino, estupefacto en un primer momento ante los ataques del presidente electo, subió este lunes el tono.

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Si hay un asunto que China considera intocable es Taiwán, la isla que mantiene relaciones diplomáticas con 22 países y que Pekín considera parte inalienable de su territorio. Donald Trump ya lo ha tocado dos veces en 10 días. El domingo amenazó con no respetar la política de Una Sola China —el reconocimiento diplomático de Pekín y no de Taipéi— a menos que China haga concesiones en áreas como el comercio. El Gobierno chino ha respondido con una seria advertencia: si Trump alterara esa posición, las relaciones bilaterales correrían peligro.

El principio de Una Sola China es “un asunto fundamental” para Pekín y la base sine qua non para mantener relaciones con otros países, recalcó ayer el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Geng Shuang. Si se viera “perjudicado o puesto en peligro, no habría posibilidad de un crecimiento sólido y continuado de las relaciones China-EE UU, ni de cooperación bilateral en áreas importantes”. “Instamos a la Administración estadounidense entrante y a sus líderes a reconocer la importancia de este asunto, y a gestionarlo de manera sensata para no perjudicar las relaciones bilaterales”, insistió.

El consejero de Estado Yang Jieqi —el principal responsable de la política exterior china, por encima del ministro Wang Yi— se reunió recientemente con el próximo secretario de Seguridad Nacional, el general retirado Michael Flynn, y otros representantes del equipo de transición de Trump, reveló ayer Geng. La reunión tuvo lugar en una parada de Yang en tránsito hacia Latinoamérica. “Intercambiaron puntos de vista sobre las relaciones bilaterales y otros asuntos importantes que preocupan a ambas partes”.

La aceptación de la política de Una China por parte de Washington fue fundamental para el restablecimiento de relaciones entre Washington y Pekín en 1972. Ambos países normalizaron por completo sus lazos en 1978, y en 1979 EE UU rompía su relación diplomática con Taipéi. Desde entonces, y aunque EE UU mantiene relaciones informales con Taiwán y le suministra armamento, tanto las Administraciones republicanas como las demócratas han observado ese principio.

Trump ha declarado que no se siente obligado a continuar respetándolo. “No veo por qué tenemos que estar vinculados a la política de Una China a menos que lleguemos a un acuerdo con Pekín en el que entren otras cosas, incluido el comercio”, subrayó en una entrevista con Fox News.

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La cuestión taiwanesa

Trump ya sembró el nerviosismo en el Gobierno chino al aceptar una llamada de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, el primer diálogo directo conocido entre líderes de ambas partes desde 1979. Entonces, la respuesta de Pekín fue relativamente moderada, y optó por culpar de la conversación a un “truquito” de Taiwán y la inexperiencia del presidente electo.

Como ocurre con la mayoría de posiciones del presidente electo, no está claro hasta qué punto esta es improvisada u obedece a un plan estratégico. Trump se enorgullece de ser imprevisible y de usar este rasgo como una táctica política.

En la campaña, el entonces candidato ya hizo de China uno de sus argumentos. Acusaba al gigante asiático de devaluar la moneda y cargaba contra las empresas de EE UU que trasladaban allí su producción. Su aproximación a la Rusia de Vladímir Putin puede interpretarse en esta clave: si en los años setenta Richard Nixon normalizó las relaciones con China para contrarrestar a la Unión Soviética, ahora Trump podría hacer lo contrario.

Trump también se ha declarado admirado por la habilidad política de los líderes chinos en contraste con la supuesta torpeza de los estadounidenses. Llegó a amagar con quitar la protección militar a los socios de Washington en Asia como Japón, lo que dejaría el campo libre al expansionismo chino. Y apostó por la retirada del Acuerdo Comercial del Pacífico (TPP), que incluía a EE UU y una decena de países de la región y excluía a China.

La reacción de los medios oficiales chinos, transmisores de la posición de su Gobierno, ha sido en esta ocasión muy agresiva. Si Trump fuera a abandonar la política de Una Sola China, Pekín “no tendría por qué anteponer la paz a la fuerza para recuperar Taiwán”, decía el diario Global Times, de corte nacionalista y propiedad del Diario del Pueblo. La retirada de EE UU del acuerdo del Pacífico también abunda en las posiciones expansionistas de Pekín. El Pentágono veía en este acuerdo una herramienta clave en el giro estratégico de EE UU hacia la región.

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