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LAS PALABRAS
Columna
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El mototaxi

El fujimorismo busca socavar y agudizar la ya perceptible impotencia del Gobierno de Kuczynski

Gustavo Gorriti

El chat en la aplicación Telegram se llamaba Mototaxi; y se supone que su docena de integrantes habían elegido Telegram por lo difícil que es hackearlo. Pero, como sabe todo aquel que lidia con el tema, uno es tan fuerte como su punto más débil.

En medio del debate de interpelación al ministro de Educación, Jaime Saavedra, en el Congreso peruano, los líderes de la bancada fujimorista utilizaron el chat para congratularse entre sí por el fácil linchamiento posible cuando se cuenta con una mayoría de 71 representantes entre 130 congresistas.

El ministro Saavedra, un tecnócrata con la expresión de un búho estudioso y recatado, hacía su última defensa luego de un festival de ataques en el supuesto debate. La mayoría fujimorista ya había decidido traerse abajo a Saavedra, el único ministro en el gabinete ministerial del presidente Kuczynski que fue heredado del gobierno anterior de Ollanta Humala; y sin escucharlo se dedicaron al auto elogio digital. Desde el área de prensa, el lente de un fotógrafo hizo un preciso zoom sobre la pantalla del móvil de uno de los congresistas y registró la conversación. El portavoz fujimorista Luis Galarreta tipeó: “Jaja recién leo que está temblando… pero para jodernos era valiente!”. (Entre los méritos de Saavedra, de paso, no figura ni por asomo la pugnacidad). “Ahora ya saben con quién se meten”, comentó la congresista Cecilia Chacón.

La veterana fujimorista Luz Salgado, presidenta del Congreso, intervino con un “todos han estado muy bien”. Entonces terció Keiko Fujimori con un “Felicitaciones a quienes han hecho uso de la palabra!!! Me llena de orgullo ver la fuerza de nuestro partido!!!…”. Un extático Galarreta tipeó “¡Vivaa!”, secundado por la vicepresidenta del Congreso, Rosa Bartra, que también vivó a Keiko Fujimori mientras el congresista Héctor Becerril recapitulaba: “Juntos somos una fuerza invencible, pero eso se logró por el liderazgo de Keiko…”.

Fue un animado mototaxi, que perdió algo del talante celebratorio el día siguiente, cuando el diario Correo reprodujo la conversación. Galarreta hizo el esfuerzo por defenderse con el celo de los conversos recientes: “A mí me parece genial”, dijo, “que vean cómo somos capaces de coordinar, arengarnos y felicitarnos entre nosotros”.

El linchamiento parlamentario de Saavedra ha enconado los dilemas de un gobierno estructuralmente inestable en el Perú, en el que el presidente Kuczynski, con una representación minoritaria e inestable en el Congreso, enfrenta una sólida mayoría fujimorista. Individualmente mediocre pero colectivamente disciplinada, esa mayoría ensaya gobernar negativamente: sometiendo hasta la humillación a los miembros del Ejecutivo que, con mansedumbre vecina del masoquismo, han intentado consensuar con la despectiva y perdonavidas representación fujimorista.

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Los medios y los líderes cercanos al ámbito empresarial han presionado al Gobierno de PPK para que mantenga una serena sumisión. Le llaman consenso y consideran que favorece la economía y la gobernabilidad.

Pero está claro a estas alturas que el fujimorismo busca socavar y agudizar la ya perceptible impotencia del Gobierno de PPK para forzar la vacancia presidencial. No les falta muchos votos para eso.

Kuczynski, a su turno, dispone de un arma que no ha querido utilizar: si hace cuestión de confianza la censura a un ministro, este traería abajo a todo el gabinete y forzaría a PPK a armar uno nuevo. Si el proceso se repite y cae el segundo gabinete, la Constitución autoriza al presidente a disolver el Congreso y convocar a nuevas elecciones.

PPK dijo que lo está pensando y saltaron los apaciguadores (entre los cuales hay congresistas de su propio partido) a pedirle que ni lo piense. Los fujimoristas, en cambio, se preparan a retarlo y humillarlo con la censura a Saavedra.

Como hay Churchill para todo, alguno recordó a PPK lo que aquél dijo luego del pacto de Neville Chamberlain en Múnich: “Tuvo la elección entre la guerra y la deshonra. Escogió la deshonra y tendrá la guerra”.

Los personajes y los escenarios son diferentes, pero las reglas fundamentales son las mismas. Desde la escuela primaria hasta la geopolítica, la sumisión no aplaca a los matones.

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