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Nadie confía en los bancos argentinos después del corralito

El sector financiero es uno de los pocos que ha generado empleo este 2016 pero es uno de los más pequeños del mundo

Pintadas contra el ministro de Economía Domingo Cavallo el 5 de diciembre de 2001 por el corralito.
Pintadas contra el ministro de Economía Domingo Cavallo el 5 de diciembre de 2001 por el corralito.Reuters

"El que se quema con leche ve una vaca y llora", dice un refrán argentino. El largo historial de quemaduras de los ciudadanos de este país suramericano con los bancos justifica la gran desconfianza hacia el sistema financiero que muestran las estadísticas sobre la tasa de ahorro: los depósitos del sector privado equivalen al 15% del PIB, frente al 31% en Brasil y el 73% en Chile, según el último Informe de Estabilidad financiera semestral del Banco Central de la República Argentina (BCRA). La última gran cicatriz data de diciembre de 2001, cuando el Gobierno del radical Fernando de la Rúa impuso el corralito, que impidió la retirada de ahorros en efectivo de los bancos y también su giro al exterior. Este fue uno de los detonantes de la grave crisis económica y social que sufrió el país en los meses siguientes.

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"En un país con una alta tasa de bancarización no hubiese sido un problema tan grande. Pero el 40% de la economía argentina es informal y el corralito paralizó el circuito económico", señala Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano. La medida afectó a los casi 60.000 millones de dólares que había en cuentas a la vista y en depósitos a plazo fijo. No había restricciones para las transferencias bancarias dentro del país y los pagos con tarjeta de débito, pero la extracción en efectivo quedó limitada a 250 pesos/dólares por semana. Algunos clientes gritaban, insultaban y lloraban frente a las cajas, otros ocuparon y destrozaron sucursales bancarias. Los ejecutivos bancarios dejaron de usar corbatas para evitar ser reconocidos por la calle, recuerda uno de ellos 15 años después. El fin de la convertibilidad -que equiparaba un peso a un dólar- y la pesificación forzosa de los depósitos a principios de 2002 redujeron de un plumazo el 40% del valor de los ahorros de miles de familias y vacunaron a los argentinos contra el sistema bancario.

Según las últimas estadísticas del Banco Mundial, solo el 52% de la población argentina tiene una cuenta corriente. De estos, casi la mitad la usa solo para recibir ayudas estatales o el sueldo y después retirar el dinero a través del cajero. "Ni loco dejo nada en un banco", es una de las respuestas más habituales de los argentinos en conversaciones sobre el ahorro. La mayoría prefiere invertir su dinero en inmuebles o guardar dólares en cajas de seguridad y, de ser posible, en el extranjero. El Gobierno estima que los argentinos poseen fuera del país entre 200.000 y 400.000 millones de dólares, en su mayoría no declarados. Se trata de una cifra superior a la totalidad de la deuda externa, y que el Ejecutivo de Mauricio Macri intenta repatriar.

Crecimiento del PIB (%)

PIB per cápita (a precios actuales en dólares)

Desempleo (%)

Inflación (%)

Pobreza (%)

Dólar (pesos)

Actividad industrial (%)

Fuentes INDEC, FMI, Banco Mundial, Universidad Católica

Pero los economistas subrayan que la desconfianza no comenzó en 2001 sino que es fruto de sucesivas crisis que tuvieron su epicentro en el sistema financiero. "El que confió, terminó siendo estafado", resume Ramiro Castiñeira, integrante de la consultora Econométrica. Entre los episodios más recordados está el Rodrigazo de 1975, un ajuste que llevó la inflación hasta el 777% con una fuerte devaluación, y el Plan Bonex de 1989, cuando Carlos Menem decretó el canje forzoso de depósitos bancarios por títulos públicos a diez años. Se vieron afectados cerca de 3.000 millones de dólares en depósitos, 15 veces menos que en el corralito. A fines de 2011, Cristina Fernández de Kirchner impuso un cepo cambiario que limitó drásticamente la compra de dólares y reflotó el mercado negro.

Ahorrar en pesos no es rentable

Los datos del BCRA dan la razón al recelo popular. Un individuo que hubiese depositado sus ahorros en pesos en el sistema financiero argentino en 1981, conservaría a mayo de 2016 solo el 1,4% de los mismos. De haber optado por la divisa estadounidense, conservaría el 72,2%. En esas mismas fechas, con un depósito en Estados Unidos habría obtenido el 179,9% de la inversión y con la compra de una propiedad este año tendría el 120,2% del poder adquisitivo original, de acuerdo al citado informe de estabilidad financiera del organismo.

Fuentes del sector financiero admiten que recuperar el peso como reserva de valor en vez del dólar y el sistema financiero como intermediador de la riqueza puede llevar décadas. Sin embargo, respaldan las medidas tomadas hasta la fecha por la administración macrista, se muestran "muy optimistas" y creen que es posible duplicar la tasa de ahorro argentino en un plazo de tres años. El sector bancario es uno de los pocos que en 2016 ha creado empleo en vez de destruirlo y varias entidades han lanzado agresivas campañas para captar nuevos clientes.

El panorama financiero actual es más favorable para los inversores que a fines de 2015, cuando persistía el cepo cambiario. El BCRA subió los tipos de interés hasta el 38% a principios de 2016 y los mantiene en el 24,75%. Esa tasa elevada, sumada a la fortaleza del peso frente al dólar desde la devaluación de enero, ha propiciado durante gran parte de este año una rentabilidad en dólares sin parangón en América Latina, gracias a la posibilidad de invertir en pesos y cambiarlos después sin restricciones a la divisa estadounidense.

Sin embargo, el sistema financiero argentino mantiene un viejo enemigo para su crecimiento, la inflación, que ronda el 40% interanual, la más alta de la región después de Venezuela. El aumento de precios descontrolado en las últimas décadas ha favorecido que el sistema bancario argentino sea meramente transaccional y casi no existan depósitos a largo plazo. Sin ahorro tampoco hay crédito y menos aún a 20 o 30 años, como es habitual en las hipotecas de países desarrollados. Según el BCRA, los créditos hipotecarios a familias del sector privado suponen el 0,3% del PIB argentino, frente al casi 4% de México, el 10% de Brasil y más del 45% de España.

Macri ha logrado que los mercados internacionales vuelvan a fijarse en Argentina. Seducir al quemado público argentino para tener un sistema financiero acorde al promedio regional puede necesitar más tiempo.

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