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Tribuna
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El capital natural, primera línea de defensa contra el cambio climático

Hay que repensar el desarrollo con las soluciones que la naturaleza proporciona

El reto contra los efectos del cambio climático es ingente, pero también lo es la oportunidad de potenciar un desarrollo sostenible que augure un futuro más prometedor. En la Cumbre de París se reconoció el importante papel que cumplían los ecosistemas naturales en la mitigación y adaptación al cambio climático.Con este escenario de fondo, nos surge una pregunta: ¿Por qué los gobiernos no tienen en cuenta los recursos naturales, la biodiversidad, el capital natural como el gran aliado que es en la lucha contra el cambio climático?

La Cumbre de París en noviembre de 2015 marcó un antes y un después. Los 195 países signatarios en esa Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que se conoce como COP, se comprometieron a aumentar la capacidad de adaptación a los efectos adversos del cambio climático, a promover la capacidad de recuperación del clima y a trabajar por un desarrollo con menos emisiones de gases de efecto invernadero para no comprometer la producción de alimentos. También acordaron mantener la temperatura media mundial por debajo de dos grados centígrados respecto a los niveles previos a la industrialización para evitar así los impactos más catastróficos del cambio climático.

Un año más tarde, la Cumbre de Marrakech, COP 22, proclamó que la lucha contra el calentamiento es ya irreversible. A los países signatarios del Tratado de París se unieron la comunidad académica y el sector privado.

En Marrakech, todas las partes se comprometieron a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y a fomentar los esfuerzos de desarrollo sostenible en infraestructura, en agricultura y en turismo, para permitir la recuperación del clima. El objetivo es influir positivamente en la agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible y en la consecución de sus metas.

Ahora, apenas unas semanas después del encuentro en Marruecos, se celebra en Cancún, México, la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Diversidad Biológica, COP 13. Es un encuentro menos conocido y, sin embargo, sus objetivos están fuertemente interrelacionados con los fijados en Marrakech. Más de diez mil participantes procedentes de todo el mundo dialogan sobre la integración del capital natural, la forma de tener en cuenta la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, en los diferentes sectores productivos: la conservación de tierras para la agricultura, la recolección sostenible de leña, la pesca, el desarrollo de un turismo sostenible.

El sistema de protección del capital natural tiene gran importancia en el contexto del cambio climático porque contribuye a construir una resiliencia o adaptación tanto ecológica como social. Pongamos dos ejemplos. Los habitantes de islas como Barbados saben bien que un bosque de manglares sano y robusto es el mejor escudo contra la subida del nivel del mar, las grandes olas y las tormentas. Los habitantes de las islas de las Bahamas son conscientes de que gran parte de su modo de vida está estrechamente vinculado a la salud de sus corales. Los manglares son lugar de cría de muchas especies que alimentan a la población y los corales son atractivos para el turismo, y ambas cosas conforman en gran parte el modo de vida de la población de las islas.

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Desafortunadamente, la importancia del capital natural como poderoso actor de desarrollo y adaptador al cambio climático se descuida demasiado a menudo en la toma de decisiones. En América Latina y el Caribe, el capital natural es el núcleo del desarrollo económico y social, por lo que la integración de la biodiversidad con medidas que fortalezcan la resiliencia al cambio climático es fundamental para un desarrollo sostenible.

En este contexto, los bancos de desarrollo ostentan un papel clave para ayudar a los países a internalizar el capital natural en el desarrollo nacional, desplazando la responsabilidad y apropiación de la conservación y el uso sostenible de los ministerios del medio ambiente a aquellas instituciones a cargo de los sectores económicos y financieros.

Un ejemplo de actuación coordinada es el reciente proyecto piloto desarrollado por el Gobierno de Bahamas. Con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo, el Gobierno se ha embarcado en un proceso piloto de planificación de desarrollo nacional a gran escala. Con el objetivo de hacer el país más capaz de adaptarse a los eventos climáticos, se ha desarrollado un nuevo marco nacional para el Manejo Integrado de Costas. También se ha puesto en marcha un nuevo plan de desarrollo económico nacional, así como un Plan Maestro para el desarrollo basado en los ecosistemas de la Isla de Andros. La novedad y lo verdaderamente productivo de este programa es que residentes locales y expertos en capital natural están evaluando conjuntamente futuros escenarios alternativos de desarrollo teniendo en cuenta los efectos del cambio climático. Este enfoque de planificación integrada es una oportunidad para generar prosperidad para los bahameños, a la vez que les permite conservar su capital natural.

De todo esto podemos sacar una conclusión clara: hay que repensar el desarrollo con las soluciones que la naturaleza proporciona. Precisamos un enfoque transversal para reforzar a las comunidades, países y regiones frente a los efectos del cambio climático y esto nos lleva a la necesidad de trabajar conjuntamente con todas las conferencias, organismos, gobiernos y sectores. ¿Por qué trabajar en silos si el capital natural es la primera línea de defensa frente al cambio climático?

Juan Pablo Bonilla es el Gerente del Sector de Cambio Climático y Desarrollo Sostenible del Banco Interamericano de Desarrollo.

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