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La ONU ve cerca un acuerdo en Chipre pero pide cautela

Grecos y turcochiprotas buscan un acuerdo definitivo en una conferencia en Ginebra tras 18 meses de diálogo

María Antonia Sánchez-Vallejo

El penúltimo conflicto poscolonial del siglo XX, la división de Chipre en dos mitades desde la invasión del Ejército turco en 1974, puede estar en vías de solución definitiva si la solemne conferencia que este jueves reunió en Ginebra a grecos y turcochipriotas bajo los auspicios de la ONU franquea finalmente las diferencias que aún subsisten entre dos comunidades que enraízan su razón de ser en la histórica enemistad greco-turca. Tras 18 meses de intenso diálogo, esta vez podría ser la definitiva aunque la ONU ha advertido de que no se esperen milagros.

El secretario general de la ONU, António Guterres (c), junto al presidente de Chipre(d) y al líder turcochipriota, este jueves en Ginebra.
El secretario general de la ONU, António Guterres (c), junto al presidente de Chipre(d) y al líder turcochipriota, este jueves en Ginebra.LAURENT GILLIERON (EFE)

El intercambio de mapas, la víspera, entre las dos delegaciones —la hipotética cartografía que dibujará un Chipre confederado por dos comunidades en pie de igualdad— fue otro gesto simbólico al que en los próximos meses los equipos de negociación intentarán dar continuidad. De ahí que la ONU, patrocinadora del proceso y que prestó su sede en Ginebra del Palacio de las Naciones para la sesión, no haya querido cerrar un calendario para evitar influir en su marcha. “El acuerdo está cerca, pero no esperen milagros o soluciones inmediatas [porque] lo que buscamos es una solución duradera y sólida”, ha advertido el secretario general de la ONU, António Guterres, para rebajar las expectativas generadas por la pompa de la convocatoria. Una reunión calificada de histórica por juntar por vez primera a representantes de las dos comunidades con los de los tres países garantes: Grecia, Turquía y Reino Unido.

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Que subsisten diferencias entre las partes no es un secreto; por ejemplo, asuntos de seguridad, como el futuro de las tropas turcas desplegadas en la mitad septentrional (30.000 soldados, a los que se añade un número indeterminado de colonos turcos que han alterado el equilibrio demográfico). También es motivo de disenso el propio sistema de garantes, articulado en 1959 y que justifica la intervención de cualquiera de ellos para defender el orden constitucional chipriota. Se trata de Reino Unido como antigua potencia colonial, de la que Chipre se independizó en 1960; Grecia como alma máter de los grecochipriotas, y Turquía como país ocupante, que invocó precisamente el convenio de 1959 para desplegar su Ejército tras un intento de anexión de la isla por parte de Grecia.

Para griegos y grecochipriotas este sistema es un anacronismo que debería superarse, lo que no obsta para que a Ginebra hayan acudido los titulares de Exteriores de esos tres países, incluido el ínclito Boris Johnson en pleno preámbulo del Brexit. También han asistido dos representantes de la Unión Europea (Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, y la jefa de la diplomacia comunitaria, Federica Mogherini), muy necesitada de apuntarse un tanto o recibir una buena noticia, y, finalmente, en su primera misión, Guterres, que para añadir otro dato simbólico desempeñó en 1999, como primer ministro de Portugal, un papel decisivo en la pacificación de Timor Oriental. Pero los protagonistas han vuelto a ser Nikos Anastasiadis y Mustafá Akinci, líderes greco y turcochipriota, que se sumaron a tres días de trabajo previo de sus equipos.

“Juntos podemos”

Esta semana arrancó en Nicosia, como otras previas, con una manifestación conjunta de griegos y turcochipriotas en pro de la reunificación. La marcha discurrió ante el histórico hotel Ledra, sede del contingente de cascos azules de la ONU que durante décadas ha vigilado la línea de demarcación, o línea verde, entre las dos mitades de la isla. Al día siguiente, los periódicos de ambas comunidades coincidían al titular “Juntos sí podemos”, un remedo del obamiano Yes we can que resonó hasta en Suiza.

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Pero como sucedió en la ronda de diálogo de noviembre, rodeada de optimismo y que a la postre quedó en tablas, la pompa fue este jueves equidistante de la ausencia de triunfalismo (o del peso de un cierto fatalismo). Una de las incógnitas principales es el papel de Turquía, ensimismada en su orden interno tras el intento de golpe de Estado de julio y de cuya voluntad real de implicación se duda más allá de su interés por las grandes reservas de gas en aguas chipriotas, o por contrarrestar el cada vez más pujante eje estratégico, y energético, Grecia-Chipre-Israel. La zanahoria de la integración en la UE, prácticamente paralizada en torno a la exigencia turca de exención de visados y por la purga desatada tras la intentona golpista, tampoco es un estímulo para coadyuvar a una solución inmediata.

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