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El mágico y ordinario mundo de Davos

La ciudad que acoge el Foro Económico Mundial ofrece grandes historias fuera del Centro de Convenciones

Vista panorámica de la ciudad de Davos (Suiza), el pasado viernes 20 de enero.
Vista panorámica de la ciudad de Davos (Suiza), el pasado viernes 20 de enero.Michel Euler (AP)
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En Suiza hay en su mayoría personas. Las tiendas tienen escaparate y los coches ruedas, es un poco como todo. Lo normal. Davos no es diferente en ese sentido. Se esperan encontrar rastros y pruebas que confirmen que uno está poniendo los pies en un paraíso fiscal. Pero nada parece salirse de lo común. Las cartas de los restaurantes baratos son insultantemente caras y los suizos se debaten entre una amabilidad que asombra y una sequedad que impacta, pero lo demás no es diferente.

Lo primero que llama la atención, eso sí, es la nieve. No es solo que haya mucha. El sólido elemento forma parte del paisaje y se integra en el ecosistema urbano cual hiedra. En los días del Foro Económico Mundial, las aceras son puro hielo y se tornan de un blanco inmaculado el lunes, a un gris-marrón insalubre el viernes, tras el ir y venir de las pisadas de miles de asistentes que colapsan las calles y tiendas de la ciudad.

Días en que el poder económico y empresarial se reúne a más de 1500 metros de altura. En un encuentro que además engrosa los bolsillos de la población ubicada en lo más alto de los Alpes, hogar de más de 11.000 habitantes, pero que en las jornadas del evento, aumenta hasta los 2.500 visitantes entre políticos, empresarios, jefes de Estado, banqueros, consejeros delegados, magnates tecnológicos, artistas, gurús de autoayuda, modelos y celebrities —Shakira, Matt Damon, Leonardo Di Caprio, George Cloney—, entre otros.

Lo segundo que llama la atención en el país es la pasión por los referendos. El amor del suizo por la consulta participativa, más que un tópico es una certidumbre. La instalación de un semáforo en una calle puede ser motivo de referéndum. El siguiente será para aprobar el presupuesto de 25 millones de francos suizos (23 millones de euros) de la campaña de los Juegos Olímpicos del cantón de Grisones para 2026, en el que se incluye Davos.

El buen negocio de la ciudad

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A pesar de la imagen que se tiene de la prosperidad de Suiza, no llueven billetes. Más bien nieva. Pero se ven coches Tesla, y mucho (mucho) Mercedes. La puntualidad suiza está ahí, pero los trenes llegan tarde. Los controles de seguridad para los asistentes al Foro se convierten en un proceso inevitable y rutinario, como comer u orinar.

Mientras, los lugareños hacen caja durante los días de conferencia. Por ejemplo, pasar una noche de hotel llega a costar más de 1.000 euros; eso sin hablar de alquilar un tradicional chalé suizo, cifra que puede alcanzar los 15.000 euros al día.

Mientras, los lugareños hacen caja durante los días de conferencia. Por ejemplo, pasar una noche de hotel llega a costar más de 1.000 euros

"Davos, bendito Davos", exclama Ruedi Schmid, de 56 años, quien trabaja como cocinero en la escuela Schweizerische Alpine, lugar donde cada año se realiza el denominado Open Forum, una actividad paralela a las sesiones de puertas cerradas del Centro de Convenciones, y que está abierta a todos los habitantes que no cuentan con una exclusiva credencial. El cocinero, junto a su mujer Maggi, alquilan una habitación de su hogar, añadiendo un dinero extra a su sueldo mensual de 3.100 francos suizos (2.800 euros), salario mínimo de un chef en el país helvético.

Otro de los motivos sobre el porqué Davos se abrió a la población se debe a que durante muchos años el encuentro se topó con la resistencia de grupos antiglobalización, liderados por el movimiento Schvarz Block (bloque negro), que protestaban por toda la ciudad. Uno de los incidentes de mayor calado se produjo cuando destruyeron el único MacDonald's que albergaba la ciudad.

Hola Microsoft, adiós panadería

Pero a pesar de aquellas protestas la población defiende el evento, ya que durante esa semana los dueños de tiendas locales ven crecer sus ingresos. Es el caso de la panadería que se desmonta para que Microsoft abra su café tecnológico, lugar donde se dan cita varios invitados famosos, de la talla del actor George Clooney acompañado por su mujer Amal, dejándose ver estos días.

En la calle Promenade, principal vía que atraviesa la ciudad, se levantan edificios en semanas. Justo enfrente del tradicional y concurrido hotel Belvedere se encuentra la fachada de Facebook que se construyó en 14 días, una obra de dos plantas prefabricada en madera y que atrajo la atención de cientos de visitantes. En el mismo sitio, El PAÍS emitió un programa diario en Facebook Live durante los cuatro días de evento. Y allí también estuvo Sheryl Sanberg, directora ejecutiva de la red social, asidua asistente a Davos, partícipe de una recepción que ofreció su empresa. No faltó a la cita con la red social el flamante expiloto alemán y actual campeón del mundo (una combinación poco habitual) Nico Rosberg.

Muchos de los vecinos de la zona que regentan negocios en Promenade, desocupan sus locales para dar paso a empresas como la compañía americana de software Salesforce, la consultora financiera Tata o IBM, quienes, con chequera en mano, alquilan los negocios por una semana, mientras alguno de sus dueños parten de vacaciones.

Caminando por la misma acera, se encuentra The Female Quotient (TFQ), un movimiento creado por la ejecutiva norteamericana Shelley Zalis, quien en 2013 unió a un grupo de mujeres en una iniciativa para discutir temas de desigualdad de género, bautizada como "el algoritmo de la igualdad".

Muchos de los vecinos de la zona que regentan negocios en la calle Promenade, desocupan sus locales para dar paso a empresas como la compañía americana de software Salesforce

Mientras, en las tripas del Centro de Convenciones se puede tomar café siempre que se quiera. Y agua fresca y cristalina de las montañas. Eso sí, entre pasillo y pasillo hay que tener cuidado de no tirarle el sándwich del mediodía al presidente del Foro, el alemán Klaus Schwab, a la directora del Fondo Monetario Internacional, la francesa Christine Lagarde, así como a Theresa May, Bill Gates, Joe Biden, Jack Ma y otras personalidades que transitan por tan ilustre institución.

La ciudad alpina también es conocida por el observatorio para medir la radiología, PMOD, en sus siglas en alemán. El instituto fue fundado en 1907 por Carl Dorno con el objetivo de encontrar la respuesta sobre porqué los pacientes de tuberculosis se curaban mejor en Davos que en otros lugares. Dorno comenzaría a medir las radiaciones solares, iniciando de esta manera los estudios más completos sobre el tema. Asimismo alberga el instituto suizo de alergias e investigaciones de asma, asociado a la Universidad de Zúrich.

Mann, un topicazo del que depende la acreditación

Aquí, en la montaña mágica de Mann —imposible no mencionar este detalle si eres periodista— unos señores muy serios con traje le dicen a los ciudadanos que el mundo tal y como lo conocemos está a punto de acabar. Pero lo hacen en una montaña aislada, entre medidas de seguridad que incluyen francotiradores camuflados en la nieve, como en la película A view to kill (Panorama para Matar) de James Bond, interpretado por Roger Moore. Y estas personas, precisamente, la pasada edición del evento, no supieron prevenir la avalancha del Brexit y la victoria de Donald Trump.

Allí, en las alturas, se habla mucho de populismo, pero tampoco se ven populistas. La noticia de este año fue que Xi Jinping, presidente de China y líder del partido comunista de su país, llegó a Davos –en tren— para, curiosamente, hablar de globalización y de libre comercio. El año 2016 salió del revés y el Foro Económico Mundial no parece tener claro cómo enderezarlo. El orden global está cambiando, por ello, le toca mover ficha al nuevo presidente de la (todavía) primera potencia mundial.

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