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EN CONCRETO
Columna
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Tiempos tácticos

En un proceso geopolítico tan incierto, es indispensable saber dónde y cómo ubicarnos

José Ramón Cossío Díaz

El viernes pasado se publicó en este diario el artículo de Joseph S. Nye Trump y las nuevas trampas. De entre las explicaciones que de nuestro tiempo se han dado, ésta me parece una de las más completas. Lejos de perderse en detalles o en exposiciones alarmantes, pero coyunturales, Nye recupera los trabajos del economista Charles Kindleberger para tratar de dar cuenta de la situación actual. Desde hace meses hemos asistido a la búsqueda de explicaciones comparativas para entender nuestro presente. Muchos autores han querido encontrar las claves en los años de entreguerras. Se ha hablado de la debilidad de Weimar, de las inflaciones incontroladas, de los ascensos totalitarios, de las luchas de clases y de las incertidumbres, como factores causales de lo que habría de sobrevenir. Otros han querido entender a Trump, Putin o Le Pen por Mussolini, Stalin o Hitler. Más allá de la corrección de tales análisis, parte de la forma en que nos estamos conformando actualmente para actuar sobre el futuro próximo está dependiendo de la manera como estamos entendiendo e interpretando ese pasado. Recuperar a Kindleberger es un acierto por su utilidad.

Este autor escribió varios libros y artículos de historia económica. Entre los más importantes están los relacionados con las causas de la gran depresión mundial de 1929. Alejado de las explicaciones nacionales que se concentraron en la política monetaria o en la ausencia de créditos, Kindleberger entendió que un acontecimiento tan vasto, generalizado y duradero debía tener conexión con fenómenos de la misma magnitud. Su tesis principal, simplificada, es esta: en los años posteriores a la Gran Guerra, el Imperio Británico había perdido importancia mundial, y los Estados Unidos, en parte por la representación que de sí mismo tenían sus élites y en parte por el aislacionismo a que éstas lo condujeron, se concentraron en sí mismos. Si en vez de esa actitud de cerrazón hubieran elegido una ruta distinta, hubieran mantenido la apertura de los mercados, introducido medidas contra-cíclicas, conservado un sistema más o menos estable de tasas de intercambio, asegurando la coordinación de políticas macroeconómicas y garantizada liquidez financiera. Kindleberger pensaba que con ello las cosas hubieran sido distintas.

Con el pasar de los años y la creciente mala fama de las predicciones económicas, quién sabe si lo explicado a posteriori por Kindleberger hubiera sido como lo apuntó. Lo que sí resulta importante es el entendimiento de su tesis general. En los momentos actuales, después de la Guerra Fría y de los reacomodos mundiales, no queda claro en dónde están colocados los liderazgos mundiales. Tampoco quiénes los han estado ejerciendo en los últimos años y quiénes los ejercerán en los siguientes. No me refiero, desde luego, a los ejercicios financieros-empresariales, pues es claro que grandes corporaciones actúan a diario para incrementar sus ganancias. Me refiero a otra cosa: ¿qué Estados nacionales quieren y pueden ordenar los fenómenos mundiales, sea mediante el ejercicio de poderes propios o mediante la construcción de instituciones internacionales? Eso es lo que nos advierte Nye como el verdadero peligro de nuestro tiempo. No hay muchos que quieran o puedan ordenar, menos liderar procesos globales abiertos y racionales.

Países como los nuestros no suelen tener posiciones mundiales fuertes, ni pueden construir estrategias ni desplegar grandes fuerzas. Lo que nuestros países han hecho bien en la historia es avanzar tácticamente. Con cuidado, ganando posiciones, estableciendo alianzas para obtener resultados concretos. Si, como es previsible, los años venideros serán turbulentos, si se caracterizarán porque mucho de lo que está en proceso de desaparecer sigue y actúa, y mucho de lo que habrá de aparecer no acaba de hacerlo, vendrán acompañados de males. En un proceso geopolítico tan importante e incierto, es indispensable mirar el todo para saber dónde y cómo colocarnos. Nye y Kindleberger son un buen punto de partida para la reflexión.

* José Ramón Cossío Díaz es ministro de la Suprema Corte de Justicia de México. @JRCossio

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