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Trump nombra a Neil Gorsuch, un conservador clásico, para el Supremo

El nombramiento del nuevo juez abre la primera gran batalla del nuevo presidente con el Senado

Neil Gorsuch junto a Donald Trump tras haber sido elegido candidato a juez del Tribunal Supremo.Vídeo: EFE / EPV
Marc Bassets

El presidente Donald Trump eligió este martes a Neil Gorsuch, un juez con pedigrí conservador formado en Harvard y Oxford, para ocupar la plaza vacante del Tribunal Supremo, la más alta instancia judicial en Estados Unidos. En horario de máxima audiencia, el nuevo presidente anunció una de las decisiones de más calado de su mandato recién iniciado. Gorsuch, de 49 años, será el miembro más joven del tribunal. El cargo es vitalicio. Se abre ahora una batalla con la oposición demócrata en el Senado para su confirmación.

El nuevo juez restituirá el equilibrio anterior entre progresistas y conservadores, roto tras la muerte del fallecido Antonin Scalia, el legendario juez conservador y apóstol de la doctrina originalista, que prescribe la lectura literal de la Constitución.

Gorsuch, juez federal de apelaciones en Denver (Colorado), no era el más conservador de la terna de jueces cuyos nombres sonaron como candidatos. Era el más aceptable para los senadores centristas que finalmente decidirán si acaba obteniendo el cargo, el más homologable, quizá el menos trumpiano de todos.

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Formado en universidades de élite, compañero de promoción del expresidente Barack Obama en la escuela de leyes de Harvard, Gorsuch trabajó al inicio de su carrera con los jueces del Tribunal Supremo Byron White, ya fallecido, y Anthony Kennedy. Su cercanía a Kennedy puede ser una de las claves del nombramiento. El juez Kennedy, aunque a veces se le adscribe a la derecha, es el swing vote, el voto de desempate entre el sector progresista y el conservador del Supremo. Algunos conservadores especulan con que el nuevo juez logre llevarle a posiciones más derechistas.

Trump, en un breve discurso en la Sala Este de la Casa Blanca, elogió a Gorsuch por su " intelecto soberbio, la educación legal sin parangón y el compromiso a la hora de interpretar la Constitución de acuerdo con el texto". La lectura literal de los textos fundacionales es una de las reivindicaciones de los juristas conservadores en EE UU.

Manifestación contra la elección de Gorsuch como candidato al Supremo.Foto: atlas | Vídeo: JIM LO SCALZO (EFE) / ATLAS
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"Respeto el hecho de que en nuestro orden legal corresponde al Congreso y no a los tribunales escribir nuevas leyes", dijo Gorsuch. "Corresponde a los jueces aplicar y no alterar el trabajo de los representantes del pueblo." La derecha ha criticado al Tribunal Supremo por actuar como cámara legislativa en decisiones recientes como la legalización del matrimonio homosexual.

Gorsuch no ha tomado decisiones sobre asuntos clave como el derecho a portar armas o el matrimonio homosexual, según señalan varios expertos en la judicatura, pero no hay duda sobre sus credenciales conservadoras en esta y otras cuestiones clave para la derecha. Es juez es autor de un libro de referencia sobre el derecho al suicidio asistido y la eutanasia. 

"Todos los seres humanos son intrínsecamente valiosos, y quitar la vida humana por parte de personas privadas de manera intencionada siempre está mal", se lee en el libro.

Con el nombramiento de Gorsuch, Trump deja su primera marca en una institución que, en muchos momentos de la historia de EE UU, ha tenido tanto o más poder que los presidentes. El Supremo ha transformado la sociedad estadounidense con sentencias como la que abolió la segregación en las escuelas, la que legalizó el aborto o la que facilitó la victoria de George W. Bush en las presidenciales del 2000.

Gorsuch sustituirá a Scalia, referente ideológico de la derecha más ortodoxa de Estados Unidos, que murió inesperadamente el 13 de febrero de 2016 en un rancho de Texas. Desde entonces su plaza ha quedado vacante y el Tribunal Supremo tiene ocho jueces en vez de nueve. Obama nominó al juez Merrick Garland para sustituir a Scalia, pero los republicanos del Senado se negaron a convocar audiencias para confirmar o rechazar a Garland con el argumento de que debía ser el siguiente presidente quien eligiese a un nuevo juez.

Trump preparó el anuncio del nuevo juez del Tribunal Supremo como la final de un reality show, en horario de máxima audiencia y con suspense hasta el último minuto. Algunas informaciones indicaban que hizo viajar a Washington a los dos finalistas, Gorsuch y Thomas Hardiman, del Tribunal de Apelaciones de Pittsburgh.

Una de las claves de la victoria electoral de Trump, en noviembre, fue el compromiso que adquirió en campaña sobre la futura composición del Tribunal Supremo. El republicano prometió nombrar a jueces con pedigrí conservador para ocupar la vacante de Scalia y las futuras plazas que queden libres por jubilación o fallecimiento. Presentó una lista de candidatos para acreditar el compromiso. Así conquistó a muchos conservadores que dudaban de Trump por su heterodoxia ideológica y por su comportamiento errático.

La Constitución no prescribe un número concreto de jueces del Supremo. Es el Congreso el que, por ley, lo establece. En las primeras décadas tras la fundación de Estados Unidos, el número fluctuó. La Ley Judicial de 1869 estableció que número sería nueve y desde entonces no ha cambiado, según puede leerse en la web del Tribunal Supremo.

Los demócratas no han perdonado que los republicanos que bloquearan la candidatura de Merrick Garland, el candidato de Obama al sillón vacante del Tribunal Supremo. Puede ser su ocasión para tomarse la venganza, pero no lo tendrán fácil.

Los republicanos de Trump tienen 52 escaños en el Senado. Los demócratas, 46 más dos independientes que se sientan con su grupo. Los republicanos necesitan 60 votos para romper la minoría de bloqueo demócrata, pero podría activar la llamada opción nuclear, que les permitiría ratificar  a Gorsuch por mayoría simple de 51 senadores.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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