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Caos en Vitória, la capital del Estado brasileño de Espíritu Santo

La policía militar no patrulla desde hace días en protesta por sus condiciones laborales y ha aumentado el número de homicidios

Un grupo de hombres empuja un contenedor para hacer una barricada en la ciudad brasileña de Vitória.
Un grupo de hombres empuja un contenedor para hacer una barricada en la ciudad brasileña de Vitória.AP

“En toda mi vida no había visto Vitória así”, se desahoga Rosenir Teixeira. Este jubilado es uno de los pocos en aventurarse por las calles de la capital del Estado brasileño de Espíritu Santo tras la ola de violencia en la que ya ha habido más de 80 asesinatos y decenas de asaltos en los últimos cinco días, lo que dura la ausencia de la policía militar en las calles.

Quien camina estos días por las principales avenidas de Vitória tiene la sensación de moverse por una ciudad dormida o en día festivo. La mayoría de las tiendas, supermercados y panaderías tienen las puertas cerradas y apenas hay coches circulando por las calles. Hasta la playa, en pleno auge del verano austral, ha perdido su público. Sobre todos pesa un sentimiento de inseguridad. Los que se asoman a las ventanas o pasean por la localidad tienen la preocupación estampada en la cara por estar infringiendo un toque de queda forzado en una ciudad sin control policial.

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Hace más de cinco días que en el Estado de Espírito Santo los policías militares no patrullan las calles debido a varias manifestaciones de mujeres y familiares de los agentes, que bloquean las salidas de los cuarteles de diversas ciudades. El movimiento reivindica un ajuste salarial —el último fue hace siete años— y el pago de complementos en concepto de alimentación, peligrosidad, insalubridad y trabajo nocturno. Ningún policía militar participa en las manifestaciones porque el Código Penal Militar les prohíbe hacer huelga, pero han respetado la decisión de no salir a la calle impuesta por las mujeres y los manifestantes. Aun así, la Justicia considera que la manifestación es ilegal.

La falta de policías ha desencadenado el caos y ha obligado al Ayuntamiento de Vitória a suspender el inicio del año lectivo en las escuelas de la red municipal y a cerrar todos los centros de salud. Las escuelas y universidades privadas también han interrumpido sus actividades. Los autobuses dejaron de circular el lunes por la tarde, pero el martes una parte de la flota volvió a las calles, según el sindicato de empresas de autobuses del Estado. Solo el lunes se registraron más de 200 denuncias en la Comisaría de Robos de Vehículos.

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El aumento de homicidios ha sido tan alto que el Instituto de Medicina Legal de Vitória se congestionó. El lunes por la tarde había 12 cuerpos en las neveras y 16 en el suelo. Según el Sindicato de Policías Civiles de Espíritu Santo, se registraron más de 10 muertes violentas durante la noche del lunes, llegando a un total de 75 homicidios desde el sábado. El conteo ayer ya superaba los 80. Sin embargo, la secretaría de seguridad del Estado no confirma los números.

Para intentar contener la ola de violencia, el Gobierno Federal envió a Vitória a 200 agentes de la Fuerza Nacional de Seguridad, tras un pedido de ayuda del gobernador interino, César Colnago, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), ya que el titular, Paulo Hartung, está ingresado en un hospital de São Paulo. Los vecinos que preferían quedarse encerrados en casa celebraron la llegada de los agentes el lunes por la noche. “Estamos garantizando la seguridad para que la vida vuelva a la normalidad”, explica el secretario de Seguridad Pública del Estado, André Garcia. Sin embargo, la presencia de la Fuerza Nacional no ha podido contener la violencia instaurada en la capital. La noche del lunes, por ejemplo, una tienda de electrodomésticos fue asaltada y saqueada por nueve personas. 

La productora Tatiana Martinelli, de 40 años, ha vivido días de tensión dentro de casa, en Vila Velha, en las afueras de Vitória. Fue a visitar a su madre esta semana y se sorprendió al encontrar la ciudad inmersa en el caos. “Desde el aeropuerto hasta Vila Velha vi autobuses apedreados, personas con trozos de madera en la mano en las paradas de autobús y un coche huyendo de un atraco en contradirección”, cuenta. La madre de Tatiana, que es dueña de una fábrica de ropa en el barrio de Glória, tuvo que cerrar el local y las cuatro tiendas que tiene tras la explosión de saqueos en la ciudad. El martes, la familia también optó por mantener los locales cerrados, siguiendo la recomendación de entidades vinculadas al comercio.

Huelga velada

A pesar de concordar con la necesidad de aumentar los salarios de los policías militares, algunos vecinos están en contra de la interrupción de las actividades. “En realidad, lo que estamos viendo es una huelga velada. Como ellos no pueden hacer huelga, ponen a sus familias delante del cuartel. Estamos hablando de seguridad pública”, afirma el taxista Fernando Antonio. Para él, si los policías quisieran realmente trabajar, no tendrían ningún problema en sacar a “media docena de mujeres” de delante de la puerta del cuartel.

Fernanda Teixeira, de 31 años, es la mujer de un policía militar y responde a las críticas. “No son los policías los que hacen huelga, somos nosotras que estamos luchando por sus derechos mínimos”, asegura junto a un grupo de mujeres, frente al 4º Cuartel de la Policía Militar de Vila Velha. “Queremos lo básico, no pueden tener el peor sueldo de Brasil”, explica. Según la Asociación de Cabos y Soldados de la Policía Militar y Bomberos Militares del estado (ACS), el sueldo base de un policía en Espírito Santo es de 2.600 reales (830 dólares), mientras que la media nacional llega a los 4.000 reales (1.280 dólares).

Vecinos escondidos en sus casas por miedo a salir

En los últimos días, los vecinos de Vitória no han podido dormir debido a la preocupación. “El domingo, WhatsApp empezó a llenarse de vídeos de violencia, fotos, audios, todo el mundo diciendo que nadie saliera de casa. Pasamos mucho miedo, empezamos a oír tiros”, cuenta Lucia Vasconcellos, de 30 años. Esta consultora de márketing llegó a salir para trabajar el lunes, pero volvió a casa a la hora del almuerzo. Desde entonces, se ha quedado en casa y no pretende salir hasta sentirse más segura. “Lo más extraño es la sensación de miedo que tienes a todo momento. Cualquier ruido de moto te asusta, si pasa un coche te pones alerta”, cuenta.

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