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La luna de miel entre Trump y sus votantes

Meses después de las elecciones, los seguidores más fieles y el presidente restauraron el ambiente de la campaña electoral

Donald Trump durante su discurso este viernes.
Donald Trump durante su discurso este viernes.KEVIN LAMARQUE (REUTERS)

Donald Trump jugaba en casa este viernes. El presidente salió al escenario de la Conferencia para la Acción Política Conservadora (CPAC) como un emperador romano al Coliseo: rodeado de un público eufórico y devoto hacia el líder. “Amo este lugar”, dijo nada más llegar al atril. Y estallaron los gritos y los cánticos de nuevo.

El CPAC, una reunión anual de las bases más conservadoras del país, proporcionó a Trump una buena excusa para restaurar por un día su ambiente de campaña. Afuera, a pocos kilómetros, la burbuja de Washington repleta de dudas sobre el comienzo rocoso de la nueva administración. Pero en el centro de convenciones Gaylord National Resort, Trump se encontraba en un espacio hermético ante un público hipnotizado por sus palabras y sus promesas.

Comienza el discurso y se restaura la relación simbiótica, de beneficio mútuo, entre los fans y Trump. Ellos le necesitan. Pero él a ellos también. Él les alimenta con críticas e insultos a la prensa, les cede el protagonismo de la victoria electoral y les hace sentirse importantes. Y ellos, exaltados, le provocan para que, como hacía en campaña, deje a un lado el teleprompter y ataque personalmente a figuras como Hillary Clinton, Barack Obama o algún medio en particular. En esos casos, Trump cae ante la tentación.

“Los medios son muy deshonestos. No voy a mencionar nombres…”, dice el presidente durante su discurso. Pero no es suficiente para sus fieles, quieren más. Y el murmullo rápido del público le obliga a decirlo: “bueno, sí, por ejemplo, la Clinton News Network tuvo unos sondeos falsos en la campaña”, acaba cediendo Trump, burlándose al jugar con las siglas de CNN, uno de los canales de televisión más importantes del país. Se reanuda el jolgorio entre los asistentes.

Todos están con él. Y cuando un señor se levanta a mitad de discurso y grita, “eres un fascista”, el público, al unísono, responde gritando “USA, USA, USA”. El servicio secreto le escolta fuera del recinto y el partido continúa.

Tras 50 minutos de alabanzas, promesas y recordatorios de que él es su salvador -- el que va a crear empleos, ajustar cuentas con otros países, construir el muro que esperan con ansiedad e imponer la ley y el orden --, los asistentes, muchos de ellos con gorras rojas “Make America Great Again” (lema de Trump en la campaña), se marchan con un sentido de reafirmación.

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“Nos ha encantado, el público estaba muy entusiasmado, y Trump nos ha devuelto un sentimiento patriótico”, opina Joey Mistretta, de 16 años, que ha viajado a la conferencia con su colegio desde Richmond (Virginia).

Alejandra, treintañera de Florida de descendencia española, también está satisfecha. “Confío en su palabra (de Trump) y estoy de acuerdo con todo lo que dice”.

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