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Juncker contra el eurodesencanto

Bruselas presenta el Libro banco sobre el futuro de Europa, una propuesta sobre los próximos pasos del proyecto europeo

Claudi Pérez

No hay apetito para un salto federal. Ni habrá desintegración a pesar de los apocalípticos: Europa lleva 60 años en estado de transición permanente y está a punto de transformarse una vez más, sin revoluciones (los Estados Unidos de Europa) ni contrarrevoluciones (la implosión del proyecto europeo). Reino Unido se va, y la desconfianza entre los socios y el eurodesencanto creciente impiden reverdecer aquel mantra casi olvidado del más Europa. Viene una suerte de menos Europa, pero mejor: la canciller alemana, Angela Merkel, apostó hace unos días por una Unión a varias velocidades, y la Comisión Europea dará hoy un paso que apunta hacia esa dirección con la presentación del Libro blanco para el futuro de Europa.

El presidente de la Comisión Europea,  Jean-Claude Juncker, lee el  'Libro banco sobre el futuro de Europa' este martes en Bruselas.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, lee el 'Libro banco sobre el futuro de Europa' este martes en Bruselas. YVES HERMAN (REUTERS)
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El año 2007 empezó una sacudida sobre la economía global que aún no ha dicho su última palabra. Y 2017 puede ser el equivalente en términos geopolíticos: las resacas del Brexit y de la elección de Donald Trump obligan a Europa a cambiar el paso tras una década de crisis en crisis. Vienen unos meses cruciales: en la agenda aguardan duras negociaciones por la salida del Reino Unido, por la deuda de Grecia y por las sanciones a Rusia, pero sobre todo se acerca un superciclo electoral que puede cambiar de arriba abajo la fisonomía política continental. La Unión celebrará en apenas unas semanas el 60º aniversario del Tratado de Roma con un ojo puesto en los comicios en Holanda, pero el plato fuerte llega en primavera, con la extrema derecha llamando a las puertas del Elíseo y, en otoño, con la canciller Merkel en horas bajas.

Diezmada por la crisis, por el desencanto de la ciudadanía y, sobre todo, por la desconfianza entre los socios que se ha puesto de manifiesto en la gestión de la policrisis europea, el momento no parece el más propicio para el Libro blanco, una especie de atlas de la futura Europa con varios escenarios sobre el futuro de la integración. Bruselas no propone una única vía: tan solo pretende abrir el debate, según las fuentes consultadas. Pero es consciente de que el nivel de ambición del proyecto está muy condicionado por los recelos, que van de Norte a Sur, de Este a Oeste, y cubren todas las grandes agendas, desde el euro a la inmigración. Solo en los asuntos de defensa y seguridad hay consenso para avanzar hacia una mayor integración.

Bruselas presentará cinco escenarios para la UE a Veintisiete, ya sin Reino Unido, en apenas una veintena de páginas, según las fuentes consultadas. Uno: seguir igual, con la agenda fijada en la pasada cumbre de Bratislava. Dos: centrarse en el mercado interior y olvidarse de lo demás. Tres: optar por las cooperaciones reforzadas para que los países que lo deseen puedan avanzar en las agendas más importantes. Cuatro: fijar nuevas prioridades, y centrarse en las áreas en las que la UE aporte valor añadido, para abandonar otras. Y cinco: dar un gran salto hacia adelante, que la propia Comisión Europea considera poco factible tanto por la actitud de los socios del Este como por las suspicacias en los países del centro, que no han dejado de aumentar en los últimos años.

Bruselas no opta explícitamente por ninguna de las vías. Pero el presidente Jean-Claude Juncker se ha alineado en las últimas semanas con Merkel y François Hollande en favor de una Europa a la carta, que permita varias velocidades en las áreas clave: una combinación más o menos ambiciosa del tercer y el cuarto escenario. Eso podría dejar fuera de la agenda migratoria a los socios del Este, por ejemplo, que se niegan a aceptar refugiados. O fuera de los asuntos de defensa a quienes no quieran invertir lo suficiente o no quieran integrar diversos capítulos de la seguridad.

No hay tracción para nada más. Solo Bélgica y Luxemburgo han mostrado apetito por algo más, frente a las tentaciones de quitar competencias a Bruselas que emergen en países fundadores, como Holanda, o en el bloque del Este. Los expertos consultados son conscientes del grado de fatiga de la UE. “La Comisión hace bien en desarrollar múltiples escenarios, pero lo que Europa necesita no son escenarios, sino una visión. Y esa visión no emergerá de Bruselas y sus libros blancos, sino de las citas con las urnas de 2017”, apunta rotundo Peter Hall, de Harvard. Charles Wyplosz, del Graduate Institute, añade que Europa necesita repensarse a sí misma; una limpieza tras seis décadas de sedimento en las que se acumula en Bruselas un poco de todo. “Hay que dar más poder a la Comisión en algunas áreas y quitárselo en otras: la vía de múltiples velocidades es correcta. Bruselas no puede ya forzar a los Estados a medidas con las que están en desacuerdo. El Brexit se explica por esa dinámica: Europa no puede seguir en permanente estado de negación”.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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