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La estatua que habla de la división de Colombia

Un monumento a Santos en un pequeño municipio evidencia la polarización sobre el proceso de paz

Francesco Manetto
Estatua de Juan Manuel Santos levantada en Belén de Andaquíes, un pequeño municipio del sur de Colombia.
Estatua de Juan Manuel Santos levantada en Belén de Andaquíes, un pequeño municipio del sur de Colombia.@aldemarcorrea

La fotografía, que lleva días circulando en las redes sociales, tiene los ingredientes necesarios para sacudir las conciencias de los colombianos. Juan Manuel Santos sostiene una paloma con la mano izquierda y sujeta un libro con la derecha. El presidente del país y premio Nobel de la Paz exhibe el símbolo de la concordia por excelencia y un texto que remite al acuerdo con las FARC firmado en septiembre en Cartagena de Indias. Solo es una estatua, levantada en Belén de los Andaquíes, un pequeño municipio del sur de Colombia que cumple ahora 100 años, pero de alguna manera representa la esencia de lo que los ciudadanos anhelan o rechazan sin matices. Esto es, el camino, que lleva años dividiendo a los estamentos políticos y a la población, que desembocó en el proceso de paz.

La polémica por la instalación de este monumento, promovido por una fundación local, ha evidenciado la polarización en este pueblo que pertenece al Departamento del Caquetá, una región especialmente golpeada por la guerra. Pero los vecinos del municipio el pasado 2 de octubre se pronunciaron, en su mayoría, en contra del plebiscito sobre la paz. Lo mismo hizo Colombia en su conjunto. Por eso la disputa que ha generado esta estatua, contra la que sus detractores agitan dudas legales, habla también del clima que atraviesa todo el país.

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En 2018 se celebran elecciones presidenciales y ya ha comenzado la precampaña. En el centro de la confrontación están el desarrollo del acuerdo con las FARC, los retrasos logísticos y el compromiso de que a principios de junio haya terminado la transición a la vida civil de sus miembros. A eso se suman el caso Odebrecht, las acusaciones y la presión del universo vinculado al expresidente Álvaro Uribe y la compleja negociación con la segunda guerrilla de Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que el pasado 19 de febrero colocó una bomba en el centro de Bogotá que dejó un muerto y decenas de heridos.

El país, en definitiva, vive el debate sobre la paz como una batalla política. Y Santos, al igual que su estatua, es el blanco principal de aplausos y críticas. Pese a todas las dificultades, y a la difusión de sondeos que recogen malestar con su gestión, el presidente de Colombia se empeña en ver el vaso medio lleno. “Hay motivo para ser optimistas”, afirmó el pasado lunes en un encuentro con empresarios. “La tormenta pasó... La incertidumbre del proceso de paz, todo eso ha desaparecido. Colombia repunta”. Inicia la campaña electoral.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.

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