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Una tarjeta y 26 euros para combatir el desamparo

La Unión Europea espera asistir a un millón de refugiados en Turquía con una transferencia mensual

Refugiados compran con una tarjeta de la Media Luna Roja en Sanliurfa (Turquía) en 2015.
Refugiados compran con una tarjeta de la Media Luna Roja en Sanliurfa (Turquía) en 2015.Getty

Hace un par de meses, las principales preocupaciones de Mahmud, de 52 años, y Madina, de 48, eran alimentar a sus siete hijos y pagar el alquiler de la casa de dos habitaciones donde viven en Sanliurfa (sur de Turquía). Ahora, gracias a las 100 liras mensuales (unos 26 euros) por miembro de la familia a las que pueden optar los refugiados en el país a través de un programa europeo, Mahmud puede plantearse buscar un hogar más grande o mandar a sus hijos al colegio.

Mahmud, uno de los 2,8 millones de sirios refugiados en Turquía, llevaba 13 años viviendo en Damasco cuando, a finales de 2012, la guerra le obligó a huir dejando a sus dos hijos mayores atrás, de los que ni siquiera sabe si están vivos. Este electricista recuerda cómo de camino a Kobane (norte de Siria), donde nació hace ahora 52 años, su familia y él sobrevivieron a varios fuegos cruzados. “Podíamos ver las balas, así que cerrábamos los ojos y seguíamos caminando”, cuenta sentado en una de las esterillas de gomaespuma en las que esta noche dormirán sus hijos.

La guerra les desahució también de Kobane, desde donde llegaron a Sanliurfa hace tres años. Desde entonces, Mahmud ha trabajado en lo que ha ido encontrando; principalmente en la construcción. Tanto él como uno de sus hijos, de 17 años, reciben a menudo salarios inferiores a los prometidos por sus empleadores turcos. A veces ni siquiera les pagan. El principal sueldo de la casa lo trae su hijo de 14 años, que trabaja como repartidor en una panadería. El chico recibe 10 liras diarias (2,6 euros) por una jornada de 14 horas. También algo de pan. Así las cosas, la posibilidad de recibir una tarjeta con la que, cada mes, podrán retirar del banco 900 liras (100 por cada miembro familiar) supone un gran alivio.

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Este programa de ayuda se lanzó el 28 de noviembre como parte de los 3.000 millones de euros para asistir a los refugiados que la Unión Europea prometió a Turquía a cambio de que esta evite que más inmigrantes alcancen suelo europeo a través de su territorio. El objetivo es cubrir las necesidades básicas de los refugiados más pobres. Para ello, la Comisión Europea se coordinó con el Programa Mundial de Alimentos (PMA), que ya distribuía en Turquía tarjetas a los refugiados para la compra de comida. Aprovechando la experiencia y estructura de la organización, el Ejecutivo comunitario creó una tarjeta única, el ESSN —Emergency Social Safety Net—, que evita a los refugiados portar varias para cubrir distintas necesidades.

En uno de los dos centros de la Media Luna Roja donde los refugiados pueden solicitar la tarjeta en Sanliurfa, espera una decena de mujeres. Traen los documentos que les pidieron cuando, semanas antes, acudieron a informarse. “El primer mes vino una avalancha de gente. Así que decidimos dar citas por barrios”, explica Bülent Öztürk, coordinador del ESSN para la Media Luna Roja, en un viaje organizado por la Comisión al que fue invitado EL PAÍS. Öztürk afirma que registran 214 solicitudes diarias. Con un presupuesto inicial de 348 millones de euros, el programa espera alcanzar a un millón de refugiados en 2017. No va por mal camino: 259.022 refugiados ya reciben su transferencia mensual, y los 216.641 que dependen de la antigua tarjeta del PMA serán transferidos poco a poco al programa de la UE.

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Para iniciar el trámite, los refugiados necesitan estar registrados como inmigrantes legales en Turquía con un domicilio fijo. Estos requisitos presentan el mayor desafío al ESSN, ya que muchos sirios prefieren no registrarse por miedo a que les deporten; viven en cuevas, tiendas o la calle. Otro requisito es que no haya ningún trabajador formal en el núcleo familiar.

Para verificar toda esta información y poder centrar el programa en madres solteras, familias numerosas, con personas mayores o miembros discapacitados a su cargo, la Comisión, el PMA  y la Media Luna Roja trabajan en coordinación con el Gobierno turco, que les permite acceder a sus bases de datos. Una vez completado el proceso, aproximadamente un mes después de haberlo iniciado, Mahmud recibió un mensaje en su móvil diciéndole que podía retirar su tarjeta.

Mahmud muestra una foto de uno de los dos hijos que tiene desaparecidos en Siria, en su casa en Sanliurfa (Turquía).
Mahmud muestra una foto de uno de los dos hijos que tiene desaparecidos en Siria, en su casa en Sanliurfa (Turquía).A. C.

“Yo saco el dinero, pero luego se lo doy a ella”, afirma Mahmud en referencia a su esposa. “Las mujeres sabemos cómo comprar”, responde entre risas Madina. Christina Hobbs, principal responsable del ESSN para el PMA, explica que las familias dedican el dinero, principalmente, al pago del alquiler. Si les sobra algo, a comida. El alquiler de Mahmud y Madina, en un barrio retirado de Sanliurfa donde las calles no están asfaltadas y los vecinos les recuerdan a cada paso que Turquía no es su país, es de 250 liras. Ellos tuvieron suerte, los caseros suelen pedir seis meses por adelantado, pero el suyo aceptó un pago mes a mes.

La pareja explica que en gastos de agua y luz —no se plantean permitirse calefacción— se gastan otras 250 liras. A Madina le gustaría que sus hijos estudiaran, pero el colegio está demasiado lejos y no pueden pagar el transporte. El ESSN está estudiando aumentar la cifra transferida mensualmente a las familias que puedan certificar que sus hijos van al colegio. A su hijo menor, de ocho años, le gustaría ir a la escuela. Sus padres no quieren que salga de casa por miedo a que se metan con él en el barrio. Por ser sirio.

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