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Cuando el Gobierno de tu país cree que el papel de las mujeres es ser madre

En la actualidad, solo 81 de los 550 escaños de la Gran Asamblea Nacional de Turquía los ocupan féminas

Andrés Mourenza
El primer ministro turco, Binali Yildirim, saluda en un encuentro de su partido en el Parlamento.
El primer ministro turco, Binali Yildirim, saluda en un encuentro de su partido en el Parlamento.ADEM ALTAN (AFP)
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Nuray Karaoglu es una directiva de éxito que ejemplifica —a la vez que lucha contra ellas— las numerosas contradicciones de Turquía: un país que se precia de haber dado al mundo la primera mujer piloto de combate de la historia (Sabiha Gökçen), de pertenecer al selecto y aún reducido club de estados que han sido dirigidos por una mujer (Tansu Çiller), o de haber tenido mujeres al frente del Tribunal Constitucional (Tulay Tugcu) y de la principal patronal del país (Arzuhan Dogan Yalçindag, Ümit Boyner y Cansen Basaran Symes); pero, dónde, al mismo tiempo una gran mayoría de mujeres se ven relegadas al ámbito doméstico, y cuyo presidente, el islamista Recep Tayyip Erdogan, afirma una y otra vez que el principal cometido de la mujer es ser madre y que aquellas que “renuncian a la maternidad son personas a medias”.

Por ello, Karaoglu se unió en 2004 a la Asociación de Apoyo a las Mujeres Candidatas (KADER), cuyo cometido es promover la participación femenina en la vida política. “Como mujer decidí que tenía que ayudar a otras mujeres a luchar contra las situaciones de desigualdad a las que se enfrentan, y contribuir a la concienciación de las mujeres”, explica en una entrevista con EL PAÍS. Y es que, como explica en sus documentos esta organización fundada en 1997 “es necesario para la democracia garantizar la igualdad entre hombres y mujeres en los órganos que toman decisiones que competen a toda la sociedad”.

Nuray Karaoglu, presidenta de la asociación de Apoyo a las Mujeres Candidatas.
Nuray Karaoglu, presidenta de la asociación de Apoyo a las Mujeres Candidatas.

Turquía, desde luego, parte de uno de los escalafones más bajos en cuanto a representatividad: si tras las elecciones de 1935, las primeras en las que pudieron votar y participar las turcas, 18 mujeres fueron elegidas diputadas (el 4,5 % de todos los escaños del hemiciclo), desde entonces la representación femenina cayó por debajo de ese porcentaje, que no fue superado hasta 2007. Actualmente, 81 de los 550 escaños de la Gran Asamblea Nacional están ocupados por mujeres (el 14,7 %). “Sigue siendo un número insuficiente y está por debajo de la media mundial. Del mismo modo, la participación de la mujer en el mercado de trabajo de Turquía (el 27 %) es inferior a la media global”, lamenta Karaoglu.

Tampoco en el Gobierno (sólo una de 27 ministros es mujer) ni en los altos escalafones de la Administración local o del Estado abunda la presencia femenina. Cuando se le pregunta por las razones, Karaoglu no duda a la hora de hilvanar una lista de importantes barreras. “El patriarcado, que impone una visión masculina a la vida y dicta los roles; la barrera cultural y las tradiciones que ponen límites a lo que puede hacer la mujer” explica. Tampoco ayuda que la mujer tenga menos ingresos que sus pares varones –“lo que impide en ciertos casos contar con el capital suficiente para dar el paso a la política”— o el menor nivel educativo: “Los estudios muestran que, a un mayor nivel de instrucción, mayor participación en todo tipo de asociaciones y partidos políticos”.

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Y ahí se centra el trabajo de KADER. Además de las campañas de concienciación y presión que llevan a cabo antes de cualquier cita electoral para que aumente el número de mujeres en las listas de los partidos, ofrece formación gratuita “a toda mujer que quiera dar el paso a la política a nivel local o nacional”. Cada año, unas 250 futuras candidatas completan los cursos que tienen lugar en varias localidades del país y están abiertos a mujeres de cualquier ideología, siempre y cuando defiendan la igualdad entre sexos. “En los estatutos de KADER certificamos que nuestra organización es equidistante a las posiciones políticas de cualquier mujer. Y en nuestras filas hay mujeres que se identifican con diferentes partidos de Turquía”.

Es apenas una pequeña honda para derribar al Goliat de la desigualdad que parece custodiar las puertas de entrada a la política turca. Pero que, poco a poco, va dando sus frutos.

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