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Columna
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Trump provoca a los periódicos: “La gente ya no les cree”

EE UU sólo conseguirá domesticar a la prensa con un régimen autoritario

Juan Arias

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se ha buscado el peor de los enemigos al enfrentarse con los medios de comunicación que los británicos acuñaron como “cuarto poder”. Ha sido mordaz y contundente: “La gente ya no les cree”. Y añade: “Son enemigos del pueblo”.

Es curioso que todos los caudillos populistas de izquierdas o derechas, presentan una misma obsesión por el pueblo y la misma pretensión de denigrar la información que les gustaría controlar.

Trump debería saber que enfrentarse con los medios es jugar con fuego. El nuevo líder americano sólo conseguiría domesticar a la prensa americana dando paso a un régimen autoritario.

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Nada, sin embargo, más ajeno a un país como los Estados Unidos, que ha cultivado al extremo el culto a la libertad de expresión y donde surgieron la mayoría de los movimiento libertadores del Planeta, desde la política a la ciencia, pasando por las artes.

Yuval Noah, en su reciente obra, Homo Deus. Una breve historia del mañana, afirma que si los Estados Unidos “crecieron más que la Unión Soviética”, y que los americanos son “más sanos, ricos y felices que los nigerianos”, por ejemplo, fue gracias a la “libertad de información” que siempre fue la bandera de los Estados Unidos.

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Pertenezco a los periodistas que sufrió la censura, cuando personajes muchas veces iletrados, esbirros del gobierno, se arrogaban, durante la dictadura franquista, el derecho de corregir o censurar mis artículos.

Nunca partidos o políticos han salido, sin embargo, ilesos de sus intentos de amordazar a los periódicos. Aquí mismo en Brasil, el Partido de los Trabajadores (PT), está pagando hoy el precio de haber intentado, durante sus gobiernos, imponer un ambiguo “control social de los medios”. No funcionó. Los medios acabaron ganando la batalla.

La expresidenta Dilma Rousseff, debió haberlo notado y cuando ganó por vez primera las elecciones afirmó en su primer discurso: “Prefiero el ruido de los periódicos, al silencio de las dictaduras”. Una afirmación que se le fue deshilachando por el camino, sobretodo en su segundo mandato, quizás presionada por su propio partido.

Y el actual y liberal Presidente, Michel Temer, acaba de dar también un resbalón contra el derecho sagrado a la información, al prohibir a algunos diarios brasileños publicar una noticia que atañía a su esposa.

La afirmación de Trump de que la gente ya no cree en los periódicos, aunque falsa, debería hacernos, sin embargo, reflexionar a la categoría ya que hasta los mejores periódicos pueden perder su credibilidad, algo que se conquista cada día.

El periodismo tampoco está inmune a las críticas que sufren hoy las instituciones. Como ha escrito sobre los periódicos, Victor Sampedro, Catedrático de Ciencias de la Comunicación: “Estamos en tránsito. No es fácil ver hacia donde se va”. Se refiere al nuevo protagonismo que están adquiriendo en las redes sociales, donde los ciudadanos “ también crean noticias”.

¿Habrá, entonces, que reinventar el periodismo o debería ser esta la hora de reivindicar la idea pétrea para la que nació?

Pueden cambiar los soportes, las formas de escribir y las nuevas sensibilidades del ciudadano moderno. Lo que permanecerá inmutable son los principios de la información que exigen contar la verdad sin manipularla.

¿No son las redes sociales las que se alimentan en buena parte de los periódicos de referencia del mundo? Cuantas veces encuentro noticias en el Facebook en las que se puntualiza, por ejemplo: “lo ha publicado el New York Times”, o “Le Monde”, como cuño de credibilidad.

El griterío de Trump contra los periódicos es posible que acabe en una tormenta de verano. La prensa no es, sin embargo, “enemiga del pueblo”, como él dice. Al revés, son los poderes autoritarios quienes prefieren que ese “pueblo”, tan idolatrado por ellos, siga sin leer los periódicos.

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