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Park Geun-hye, la “princesa de hielo” surcoreana caída en desgracia

La hija del dictador Park Chung-hee parecía destinada a hacer historia. Este viernes la dejó por la puerta trasera

Macarena Vidal Liy

Parecía destinada a hacer historia. Era la hija de una de las figuras más controvertidas de la historia reciente surcoreana, el dictador militar Park Chung-hee. Se convirtió en la primera mujer jefe de Estado de su país, con una de las mayores proporciones de votos a favor de la historia democrática surcoreana. Y finalmente, sí,  Park Geun-hye, la “princesa de hielo” surcoreana, ha acabado pasando a los anales. Pero no por los logros de un mandato anodino e impopular, sino por el modo de su marcha: es la primera líder de su país expulsada del poder por la presión popular desde la implantación, hace tres décadas, de la democracia.

Imagen de archivo tomada en 2004 de la campaña electoral de la entonces candidata a presidenta Park Geun-hye.
Imagen de archivo tomada en 2004 de la campaña electoral de la entonces candidata a presidenta Park Geun-hye.YONHAP (EFE)

Después de la decisión del Tribunal Constitucional, Park deberá ahora abandonar la Casa Azul, la residencia presidencial, donde ha pasado los últimos cuatro años de su vida y que en los últimos meses se ha visto rodeada, semana sí y semana también, de manifestantes que reclamaban su dimisión. Para ella, su marcha tendrá una resonancia especial: es la vivienda en la que pasó la mayor parte de su infancia.

La ya expresidenta llegó a la Casa Azul con 10 años, cuando su padre asumió el poder tras un golpe militar en 1961. Fue una época tan turbulenta en la historia surcoreana (entonces un país sumido en la pobreza tras la guerra contra el norte) como tan controvertida es la figura de Park Chung-Hee: para sus detractores, fue un dictador que violó compulsivamente los derechos humanos. Para sus simpatizantes, el hombre que hasta su asesinato en 1979 sentó las bases para el espectacular desarrollo económico del país.

El mayor choque de la vida de la joven Park, con unas consecuencias para su futuro que nadie habría imaginado entonces, ocurrió en 1974: su madre, Yuk Young-soo, murió en un atentado fallido contra el general. La muchacha, con apenas 23 años, asumió las tareas de primera dama. Frente a su dolor por la pérdida de su madre, Geun-hye encontró consuelo en Choi Tae-min, un curioso predicador, fundador de una secta, la “iglesia de la Vida Eterna“, que fundía en una extraña mezcla creencias cristianas, budistas y animistas.

Choi aseguraba que, a través de él, la joven podría ponerse en contacto con su madre muerta. Los lazos entre ambos continuaron hasta la muerte del predicador y se extendieron, después del fallecimiento, a Choi Soon-sil, hija de aquel y apenas un poco más joven que la propia Park.

En 1979, Park Chung-Hee era asesinado por su propio jefe de seguridad. Su hija, huérfana, se retiró de la luz pública para seguir lo que definió años más tarde como “una vida muy normal”.

Volvería a la escena política a raíz de la crisis financiera en Asia de los años noventa. Nunca se casó y se distanció del resto de su familia para, según ella, evitar las sospechas y tentaciones de posible corrupción que han salpicado de escándalos la vida política y económica surcoreana durante sus 30 años de democracia.

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Sus éxitos al frente de los conservadores le valieron su otro apodo, “la reina de las elecciones”. Con ella al frente, su partido ganó más de 40 convocatorias locales y parlamentarias, hasta romper su racha en las presidenciales de 2007, cuando no logró ser candidata. Ese año, la Embajada estadounidense en Seúl redactaba un cable que emergería filtrado por Wikileaks, y que recogía las profundas sospechas que rondaban a la relación entre la candidata y los Choi: se rumoreaba que el predicador gozó de “completo control del cuerpo y alma de Park durante sus años formativos y, como resultado, los hijos de este acumularon una enorme riqueza”.

El desquite llegó en 2012, cuando volvió como presidenta a su hogar de la infancia, la Casa Azul, con un programa que hacía hincapié en la dureza frente a Corea del Norte. Para entonces ya le llamaban “la princesa de hielo”, por su carácter distante, sus maneras autoritarias y su aparente falta de apego familiar.

Su gran crisis llegó en 2014. El transbordador Sewol se hundió casi en directo ante los ojos horrorizados del país entero. Murieron 304 personas, la mayoría adolescentes en una excursión escolar. Park estuvo ausente durante un largo rato y solo se dirigió a la nación siete horas después de una tragedia resultado —como se comprobaría a posteriori— de la incompetencia y la corrupción.

Si algo se rompió entonces en la confianza entre la presidenta y su electorado, la crisis se hizo definitiva el año pasado. El hallazgo de un miniordenador que Choi había extraviado exponía a un público estupefacto hasta qué punto esta empresaria tenía acceso a Park y participaba, sin contar con ningún papel oficial, en las tareas más delicadas del Estado. Desde la redacción de discursos hasta decisiones sobre el rumbo de la política exterior, pasando por la elección del vestuario de la presidenta.

El resto —las manifestaciones masivas para exigir su dimisión, su cese en el Parlamento, la sentencia judicial de este viernes— es historia. La historia para la que estaba destinada Park. Y de la que hoy la presidenta ha salido por la puerta de atrás.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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