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PENSÁNDOLO BIEN…
Columna
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La caballada flaca: foto de salida

Hace seis años, a estas alturas del proceso electoral en México, la batalla estaba definida

Jorge Zepeda Patterson

Hace seis años, a estas alturas del calendario del proceso de sucesión presidencial en México, la batalla estaba definida. A principios de 2011 sabíamos que Enrique Peña Nieto sería el contendiente por el PRI y Andrés Manuel López Obrador por la izquierda. 18 meses después el priista ocuparía el primer lugar con 38% de los votos y el tabasqueño el segundo, con 32%. La única sorpresa, acaso, es que Peña Nieto no hubiera obtenido más ventaja en lo que parecía un desfile triunfante, tras casi tres años de ininterrumpida campaña en su calidad de gobernador del Estado de México.

El PAN, el partido gobernante en ese momento, escogió tarde —y mal, algunos dirían— y quedó en tercer lugar con 25% de los votos.

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Hoy, en una etapa similar de la agenda electoral, los papeles se han invertido para el PRI. Ocupa el tercer lugar en las encuestas de intención de voto y, más importante, más de una decena de aspirantes disputa la candidatura en medio de una terrible incertidumbre. O, en palabras de los clásicos, la caballada está flaca.

El PRI ofrece el mejor ejemplo del adagio que afirma que el poder desgasta. Uno tras otro, los posibles campeones procedentes del partido gobernante fueron cayendo, fruto del descrédito, los errores o el escándalo. Luis Videgaray, el ministro más poderoso del régimen, se ha hecho el más impopular de los alfiles de Peña Nieto, luego de invitar a Trump a visitar Los Pinos y adquirir una casa de parte de un constructor favorecido por el Gobierno. Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, ha caído de la gracia del presidente a la luz de los altos índices de inseguridad y los codazos y zancadillas de sus rivales. Aurelio Nuño y José Antonio Meade, "los técnicos" del Gabinete, a cargo de Educación y Hacienda, respectivamente, resultaron eso: demasiado técnicos para una jungla política que se los ha comido vivos.

Todos ellos siguen ahí, ejerciendo el poder, promoviéndose en fotos de prensa y columnas políticas. Pero todos ellos exhiben un pecado imperdonable: en las encuestas de intención de voto perderían por amplio margen frente a López Obrador, el candidato de la oposición.

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Frente al desplome de los delfines del presidente, la subasta se ha abaratado y ha surgido una constelación de aspirantes que hace unos meses habría resultado inverosímil. José Narro (secretario de Salud), Ivonne Ortega (exgobernadora de Yucatán), Manlio Fabio Beltrones (expresidente del PRI), Aristóteles Sandoval (gobernador de Jalisco) y varios gobernadores más de cartera abultada y corazón optimista. Cada uno de los miembros de esta legión de suspirantes, que se engrosa cada semana, tiene hasta noviembre para derrotar a sus rivales, enamorar al presidente, zancadillear a un enemigo, hacer alianzas, reducir cintura y hacerse de un rostro fotogénico.

El PAN, el partido conservador, aparece atrapado en una lucha fratricida entre Margarita Zavala, esposa del expresidente Felipe Calderón, y el joven Ricardo Anaya, presidente del partido. La primera es más popular entre las bases panistas, el segundo domina las estructuras formales del partido. En un tercer sitio, y deseando que los dos rivales se destrocen, aguarda Rafael Moreno Valle, exgobernador de Puebla, quien no goza de las simpatías de los ciudadanos pero tiene más dinero para financiar una campaña que sus dos correligionarios sumados.

La izquierda, en cambio, no tiene ninguna duda de quién es su campeón. No es que López Obrador sea el candidato de Morena, la organización que lo impulsa, sino que Morena es el partido de López Obrador. Literalmente. Y tras 12 años ininterrumpidos de campaña política, el tabasqueño no tiene ningún problema de reconocimiento de marca. El problema podría ser el opuesto; muchos ciudadanos lo asocian a los atributos que las campañas sucias le endilgaron a lo largo de los años. Su tarea, obsesiva en este momento, es desasociarse de tales estigmas: rijoso, intransigente, arbitrario, populista.

Si López Obrador fuera un equipo de futbol estaría en la situación en la que se encuentra el que acaba de ganar como local por 2-0 en el partido de ida. Es un momento privilegiado para ser oposición. Pero en el verano de 2018, con la maquinaria del Estado a favor de su rival, tendrá que sostener su ventaja en cancha rival. El lugar en donde ya la arrebataron el triunfo en el pasado. Veremos.

@jorgezepedap

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