Hungría se parapeta ante el flujo humano desde Croacia
El Gobierno ha levantado vallas en el sureste del país desde 2015 para evitar el paso de los refugiados
A finales del verano de 2015, cuando la crisis migratoria estaba en su apogeo, los países balcánicos por los que refugiados e inmigrantes transitaban en su camino hacia el norte de Europa o Alemania, empezaron, como cuando cae una ficha de dominó, a cerrar sus fronteras. Fue entonces cuando Hungría, gobernada por el nacionalista, xenófobo y eurófobo Víktor Orbán, tomó la decisión de construir una valla para blindarse de los que llegaban.
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Primero con Serbia, después con Croacia y, en previsión, también con Rumanía. Desde entonces, este país del Este de Europa, miembro de la UE desde 2004 y acérrimo opositor a la política migratoria común, no ha dejado de alzar barreras. Hace unas semanas comenzó a construir una segunda alambrada, para tapar los resquicios por los que todavía pasan algunos migrantes —Orbán nunca usa la palabra refugiados, aunque quienes arriben lo hagan huyendo de la guerra o la persecución—.
A los muros y las vallas, las autoridades han sumado equipos especiales de la policía para vigilar la zona (como los de la imagen, en Illocska, en la frontera con Croacia). También han creado un cuerpo especial de patrulleros que, uniformados con colores militares, capturan a todo aquel que encuentran.
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