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La oposición británica acusa al Gobierno de no ser realista con el ‘Brexit’

Londres contesta de forma conciliadora ante las directrices expuestas del Consejo Europeo

El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en una rueda de prensa en Malta este viernes.
El presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, en una rueda de prensa en Malta este viernes. R. Rossignaud (AP)

Un tono conciliador ha teñido la reacción de Londres ante las directrices negociadoras del club comunitario expuestas esta mañana por el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk. La primera respuesta europea a la demanda de divorcio oficializada por el Reino Unido el miércoles es un mero borrador que articulará la voluntad “por ambas partes de encarar las negociaciones de forma constructiva”, subraya el escueto comunicado emitido por el Gobierno de Theresa May.

El ministro de Exteriores británico, Boris Johnson, abundaba después en esa línea interpretando a su manera la declaración de Tusk como un marco de “benevolencia [en el sentido de comprensión y tolerancia]...para que la primera ministra consiga lo que busca, que es una transición ordenada”. Londres intenta poner el acento en un sensible e importante matiz en las palabras del presidente del Consejo Europeo: la sugerencia de que, una vez se haya alcanzado un “progreso significativo” en la negociación de la ruptura, “podamos discutir el resto”, es decir, la relación futura que surja tras el Brexit, principalmente en las cuestiones de intercambios comerciales que más interesan a los británicos.

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Las fuerzas de la oposición británica, en bloque, caracterizan de un modo muy diferente la posición europea frente a las aspiraciones de May. “Las directrices [trazadas por Tusk en un mensaje remitido hoy a los 27 Estados miembro] muestran la firmeza de la Unión Europea en las negociaciones y al tiempo la negligencia del Gobierno británico al aislarse de sus aliados europeos”, manifestaba el líder de los liberal demócratas, Tim Farron, cuyo partido se ha erigido en principal portavoz de los británicos que no quieren —o sencillamente consideran contrario a sus intereses— soltar las amarras de la UE. También el Labour, con un electorado muy dividido sobre la cuestión europea, ha denostado la “retórica idealista” esgrimida por Theresa May frente a “la dura realidad” que auguran los dos próximos años de negociaciones. “El plan de la primera ministra es una quimera”, resumía el diputado laborista Owen Smith.

Hasta el ultranacionalista Ukip, un partido que hoy lucha por su supervivencia en la escena política, después de que sus argumentos antieuropeos fueran fagocitados por May, ha proclamado que la “inflexibilidad” de Bruselas augura tiempos difíciles para la primera ministra británica.

Lo que May está vendiendo en el inicio de la cuenta atrás para el Brexit, y cara a la galería europea, es el deseo de “garantizar una colaboración profunda y especial entre el Reino Unido y la UE”, tal y como reza el comunicado emitido hoy desde Downing Street. La velada amenaza que contenía su carta de adiós a la UE —insinuando que el fracaso en la consecución de un acuerdo comercial mermaría la cooperación a ambas bandas en materia de seguridad— ha dado paso al posibilismo de quien no está en condiciones de pedir sin que medie un precio por ello.

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