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El padre del experto muerto en Congo pide a Trump que no recorte la ayuda a la ONU

El presidente republicano quiere rebajar la contribución de EE UU a las misiones de paz

Un manifestante herido tras choques con la policía
Un manifestante herido tras choques con la policíaROBERT CARRUBBA (REUTERS)

Michael Sharp viajaba por la provincia congolesa de Kasai cuando fue secuestrado el pasado 12 de marzo. El estadounidense formaba parte del equipo de cascos azules que investiga el sangriento conflicto que libran las fuerzas gubernamentales y las milicias. Su cuerpo apareció quince días después sin vida, junto al de la sueca Zaida Catalan. Ahora su padre espera que su muerte haga a Donald Trump reconsiderar su postura y apoye financieramente estas misiones.

“El trabajo de la misión debe continuar”, comentaba John Sharp en una entrevista, “espero que la tragedia de estas dos muertes no se vea agravada por una falta de compromiso hacia el trabajo que las Naciones Unidas hace allí”. Este profesor de religión de Kansas cree que el drama que se vive en la República Democrática del Congo escalará aún más si EE UU dejar de pagar al organismo lo que le corresponde.

El primer borrador de presupuesto de Trump incluye un profundo recorte del gasto que se destina a política exterior. El temor es que esto se traduzca en una reducción significativa de las contribuciones que hace a las misiones de la ONU en los lugares más peligrosos del mundo. Nikki Haley, la embajadora ante las Naciones Unidas, cree que se tienen que revisar todas para ver por dónde se puede meter la tijera.

Michael Sharp
Michael SharpHANDOUT (REUTERS)

Sharp, como cuenta su padre, era un “firme creyente” en la labor que desempeña la ONU para crear la paz. Llevaba cinco años en Congo, donde trabajó también para una organización religiosa que presta asistencia humanitaria a la población. Eso le permitió ganarse la confianza de los líderes de los grupos rebeldes. “Nunca quisimos que nuestro miedo le impidiera culminar su pasión”.

Las operaciones para el mantenimiento de la paz son el instrumento más poderoso que tiene el Consejo de Seguridad para preservar la seguridad y prevenir las atrocidades en zonas de conflicto. Hay 16 misiones en la actualidad desplegadas sobre el terreno, integradas por 85.400 efectivos militares y 12.780 agentes de policía que se encargan de dar protección a los civiles mientras se afianza una solución política.

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El presupuesto anual de estas misiones se acerca a los 7.900 millones de dólares, menos de un 0,5% del gasto militar global. EE UU aporta actualmente casi el 30% del total, pero la intención de la Casa Blanca es no tener que dar más del 25%. Washington busca de esta manera meter presión a los miembros del organismo para acelerar la reforma interna y hacer un reparto más justo del fardo financiero entre los países.

Misión única

La misión en Congo, conocida como MONUSCO, es la más grande, con una cuarta parte de los efectivos totales. También es la más costosa, con un presupuesto anual de 1.200 millones. Su misión es la de proteger a los civiles de los grupos armados que tratan de hacerse con el control de sus recursos minerales. Es única en su naturaleza, porque los cascos azules cuentan con una fuerza de intervención especial.

Justo la semana pasada se acordó reducir en 3.600 el número de tropas de la MONUSCO, en la primera maniobra de la administración Trump por reducir el gasto en el organismo. EE UU, que presidente este mes de abril las reuniones del Consejo de Seguridad, convocó un debate este jueves para analizar cómo se puede aumentar la eficacia de estas misiones más allá de las cuestiones puramente operativas.

Aunque estas misiones son vitales para la ONU, los diplomáticos admiten que algunas están respaldadas por mandatos que se concibieron hace decenios y no cuentan en su entorno con el apoyo político apropiado para lograr sus objetivos. EE UU va más allá y considera que en estos casos se están convirtiendo “en un factor de dependencia que desalienta las soluciones a largo plazo”.

El Congo es uno de esos conflictos en los que los cascos azules quedan atrapados en un impasse, sin una perspectiva real de avance. El secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Gutérres, admite que las misiones se ven amenudo superadas por el alcance de su tarea. Por eso defiende avanzar en un reforma que las haga más eficientes y que establesca mandatos claros, realistas y flexibles para adaptarse a un mundo cambiante.

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