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El estancamiento económico marca la nueva era política en Francia

Hollande legará un panorama con un crecimiento bajo mínimos y un acelerado declive industrial

Álex Vicente
Marine Le Pen posa con algunos empleados de la firma Whirlpool frente a la fábrica de la compañía en Amiens (Francia).
Marine Le Pen posa con algunos empleados de la firma Whirlpool frente a la fábrica de la compañía en Amiens (Francia).CHRISTOPHE PETIT TESSON (EFE)

François Hollande legará a su sucesor este domingo un panorama económico estancado. El crecimiento sigue bajo mínimos y el declive industrial se acelera. La curva del paro no se ha invertido tanto como se esperaba, mientras que la deuda pública ya roza el 100% del PIB. Las recetas de Emmanuel Macron y Marine Le Pen parecen opuestas. El primero aboga por un ahorro del gasto público. La segunda, por un mayor proteccionismo y una salida parcial del euro. 

El reto del próximo presidente consistirá en poner fin a lo que muchos consideran un alargado declive. Según datos del Gobierno francés, el PIB apenas aumentó un 1,1% en 2016 y solo lleva dos años por encima del 1%, tras sufrir las consecuencias de la crisis y el aumento de la presión impositiva del final de la legislatura de Nicolas Sarkozy y el principio de la de Hollande.

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La tímida mejora registrada desde 2015 no impide que Francia siga obteniendo resultados inferiores a la media de la eurozona. La previsión de crecimiento del Banco Central francés para este año es del 1,3%, dos décimas por debajo que la del Gobierno. En 2016, el consumo y la inversión mejoraron, pero las exportaciones e importaciones sufrieron un frenazo considerable. La deuda pública alcanza al 98% del PIB y supera los dos billones de euros desde hace tres años.

En 2002, el ensayista Nicolas Baverez, partidario de un aggiornamento liberal, firmó un influyente volumen, Francia en declive, donde describía “un país embriagado por el mito de la revolución, que cultiva un rechazo de la reforma”. Baverez proponía “una modernización alternativa” en forma de “terapia de choque”. Quince años después, su diagnóstico es que ningún dirigente ha tomado las medidas necesarias para salir de ese impasse. “Francia está en una situación más difícil que nunca”, explica. “Tradicionalmente, los resultados franceses han sido mejores que la media de la eurozona. Ahora está en la cola del pelotón”. Las cifras parecen darle la razón. El paro se sitúa en el 9,8%, por debajo de otras latitudes del continente, pero muy por encima de la media del 8% en los países del euro.

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Para Baverez, es el candidato centrista quien ofrece buenas soluciones. “Los ejes del proyecto de Macron son la mejora de la masa productiva, la flexiseguridad de los trabajadores y un ahorro de 60.000 millones de euros antes de 2022. Permitirá interrumpir el interminable declive que empieza en los años 90”, apunta. El economista Jacques Sapir, que inspiró parte de la reflexión económica del antiliberal Jean-Luc Mélenchon (y también del programa social de Marine Le Pen), coincide en apuntar a “una situación difícil”. “El proceso de desindustrialización cada vez es más veloz. Las fábricas son sustituidas por servicios, donde los sueldos son inferiores. En Francia existe un problema de poder adquisitivo y de competitividad industrial, más bajos que en Alemania”, admite Sapir, profesor de la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales de París.

De hecho, los papeles parecen haberse invertido respecto al socio alemán, que vivía una situación difícil hace 15 años. París parece ir ahora a remolque de Berlín y no puede plantarle cara como en otro tiempo. “Francia no ha restablecido su situación económica como lo ha hecho el país vecino, pero a medio término la situación se invertirá”, matiza Henri Sterdyniak, miembro del colectivo Economistas Aterrados, que rechaza la ortodoxia neoliberal. “Nuestro país también cuenta con bazas a jugar. Para empezar, la demografía. Aquí no se ha sacrificado la estructura pública y la desigualdad ha crecido menos que en el resto de países”, añade.

Probables huelgas

Sterdyniak aboga por reformas estructurales, pero de distinta índole: “Tendrían que favorecer la transición ecológica y la plena ocupación. No tienen que estar necesariamente inscritas en el liberalismo”. Las soluciones de Macron suponen aceptar “las imposiciones europeas, la restricción del gasto público y la puesta en duda del derecho laboral”. Para Sterdyniak, Macron aspira a compensar la destrucción de empleos industriales con el desarrollo del sector de las nuevas tecnologías, prometedor en territorio francés. “Pero es ilusorio pensar que reemplazará cuantitativamente a la industria tradicional. Los obreros tendrán que acceder a pasarse temporadas en el paro o aceptar trabajos mal pagados en el sector de los servicios”, dice.

Las medidas de Macron podrían provocar también huelgas. “Tendrá que ser valiente y no caer en el error de querer que los ciudadanos lo quieran, hasta el punto de abandonar su programa”, opina Baverez. El programa de Le Pen le parece más peligroso. “Apuesta por un franco devaluado para los ciudadanos y que las empresas sigan con el euro. Resulta caótico”, afirma. “Además, quiere crear una tasa para los productos extranjeros. Se produciría una salida de capitales muy fuerte. El país se vaciaría de talento y entraría en un sistema a la griega”, resume Baverez.

Para Sapir, la ultraderechista propone “un intervencionismo tradicional” y “medidas de apoyo al poder adquisitivo y a las categorías modestas”. El economista considera que el programa de Le Pen es más izquierdista. “Pero hay que ver si está pensado solo para la campaña o para ser realmente aplicado. Como siempre, el diablo está en los detalles”.

Dos respuestas a un mismo problema

Emmanuel Macron se inspira en el modelo escandinavo de la flexiseguridad, que abarataría el despido a cambio de una protección creciente para el trabajador, pero implicaría cambios en la legislación laboral. No quiere modificar la semana laboral de 35 horas, pero sí permitir que haya acuerdos en algunas empresas para trabajar más. Apuesta por ahorrar 60.000 millones de gasto público en cinco años y por no sustituir a 120.000 funcionarios que se jubilen. Aboga también por ceñirse al déficit del 3% que exige Bruselas y que Francia no respeta desde 2007.

Por su parte, Marine Le Pen propone renegociar la soberanía con Bruselas y salir del euro, aunque ahora aboga porque las empresas sigan con la moneda única mientras los ciudadanos usan el franco. Además, planea volver a un Estado intervencionista y reinterpreta algunas tesis de inspiración izquierdista, como la jubilación a los 60 años o el mantenimiento de las 35 horas.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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