_
_
_
_
_

Saltar el muro para caer en el infierno

En el desierto de Arizona, la parte más peligrosa de la frontera, la coordinación entre México y EE UU salva cientos de vidas al año

Dos agentes de la Border Patrol de Yuma, Arizona, durante un simulacro de rescate.Vídeo: P. X. S.
Pablo Ximénez de Sandoval

El pasado 25 de mayo, la policía de fronteras de Estados Unidos en su base de Yuma, Arizona, encontró a dos inmigrantes en la carretera 8, a la altura de Gila Bend. Habían llegado, exhaustos, a la línea que separa la vida y la muerte en este punto de la frontera con México. Mientras recibían asistencia médica, los indocumentados les dijeron que había otra decena de personas atrás. El equipo de búsqueda rastreó el camino hasta llegar a una tercera persona, inconsciente y deshidratada. Era un muchacho mexicano de 17 años. Murió antes de llegar al hospital. Los agentes siguieron camino y encontraron a ocho personas más deshidratadas, a las que rescataron del desierto. En total, nueve mexicanos y dos hondureños.

Más información
La llegada de inmigrantes indocumentados de México a Estados Unidos cae a su nivel más bajo en 17 años
Los muertos sin nombre de Arizona
El muro de Trump ya está funcionando
El muro de la discordia entre México y Estados Unidos
Un teléfono para los mexicanos que cruzan la frontera al norte

Escenas como esta son habituales en el lugar más peligroso de la frontera entre Estados Unidos y México. La policía de fronteras (Border Patrol) de Yuma y Tucson tiene un equipo especializado en rescates llamado Borstar (Border Patrol Search, Trauma and Rescue) especializado en rescates como estos. Cientos de personas son rescatadas al año y decenas mueren.

Cada año, a comienzos del verano, el mensaje de estos agentes, seguramente con poca esperanza de éxito, es pedir a la gente que no lo intente. Desde las casas seguras a las afueras de San Luis del Río Colorado, en Sonora, hasta la carretera 8 hay tres vallas y hasta 30 kilómetros de puro desierto. Se tarda entre 8 y 10 días caminando, a 45 grados y sin sombras, en llegar hasta la carretera. “Los polleros les engañan”, dice el agente Fidel Cabrera, supervisor de Operaciones Especiales de la Border Patrol en Yuma. “Les dicen que en cinco horas caminando están en Los Ángeles”. De nuevo, “no lo intenten, no hay forma de que puedan cargar el agua que necesitan para hacerlo”.

El problema de las muertes de inmigrantes en el desierto de Arizona se agravó a raíz de la construcción del muro en la frontera de California y las grandes ciudades en los años 90. La inmigración irregular se vio desplazada hacia lugares más peligrosos, con temperaturas extremas y kilómetros sin ninguna ayuda. Lugares por los que nadie pasaba cuando había alternativa.

Casi 4.000 rescates al año y más de 300 muertos

Las últimas cifras completas disponibles de la oficina de fronteras de Estados Unidos (CBP) reflejan que 3.964 fueron rescatadas de las zonas fronterizas, enfermas o perdidas, y 322 murieron. El sector más mortal de la frontera es Tucson, en el centro y Este de Arizona, donde fueron rescatadas 1.409 personas el año pasado. Murieron 84.

En Yuma, que comprende un pequeño sector entre el Oeste de Arizona y la frontera con California, murieron 7 personas el año pasado y la policía de fronteras rescató a 10.

En el último lustro, el grueso de la inmigración irregular se ha trasladado al sur de Texas, donde la frontera es el Río Grande. El año pasado fueron rescatadas intentando cruzar ilegalmente 2.359 personas entre los sectores de Laredo y Río Grande (McAllen). Murieron 198 personas en el mismo periodo. El sector de Río Grande es el más activo de toda la frontera. De las 415.816 personas detenidas en las fronteras de EE UU el año pasado, 186.830 fueron detenidas en el sureste de Texas.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Según datos de la asociación Colibrí de Tucson, que documenta las muertes de inmigrantes en Arizona, entre 1990 y 2000 se encontraban unos 12 cuerpos al año. En los 15 años siguientes, la media fue de 170 al año. A la morgue de Tucson han llegado más de 2.300 cadáveres del desierto, más de 800 permanecen sin identificar. En el sector de Yuma, al oeste de Tucson, la actividad es mucho menor, pero el peligro es el mismo.

Cabrera explicaba esta situación a principios de junio en una zona del desierto de Yuma durante un simulacro en el que la Border Patrol mostró los recursos que se movilizan cuando localizan una emergencia, desde perros rastreadores hasta helicópteros. En aquel simulacro estuvo presente, por primera vez, el equipo de emergencias C4 de la Secretaría de Seguridad Pública de Sonora. El Gobierno del Estado mexicano es la principal fuente de información para encontrar a esos migrantes.

Carlos Beltrán, director de este servicio de emergencias en San Luis del Río Colorado, explica que normalmente cuando los migrantes llaman al 911 porque necesitan que les rescaten, la llamada salta en México porque aún llevan el operador mexicano en su teléfono. Son ellos los que recogen todos los datos imprescindibles sobre la persona que está llamando. Entonces llaman al otro lado, a la Border Patrol de EE UU para que actúen.

“A veces le recomendamos a la gente que al cruzar apague el teléfono y lo vuelva a encender al otro lado, de forma que pille la señal de un operador de Estados Unidos”, explica Beltrán. De esa forma, no solo se ahorran un paso en caso de emergencia, sino que la policía estadounidense los puede encontrar por la localización del teléfono.

Habrá que esperar a final de año para ver qué efecto tenga Donald Trump en las cifras de emergencias en la frontera. La agresividad del presidente contra los inmigrantes es la razón principal, según los expertos, de una espectacular reducción en las llegadas de indocumentados, que han caído al nivel más bajo en 17 años. Si la tendencia continúa en el verano, quizá eso se refleje también en menos muertes en el desierto.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pablo Ximénez de Sandoval
Es editorialista de la sección de Opinión. Trabaja en EL PAÍS desde el año 2000 y ha desarrollado su carrera en Nacional e Internacional. En 2014, inauguró la corresponsalía en Los Ángeles, California, que ocupó hasta diciembre de 2020. Es de Madrid y es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Complutense.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_