_
_
_
_
_
TIERRA DE LOCOS
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

“Pedirles, además, que me quisieran”

Tres mujeres definen el destino de Macri: una lo odia, la otra es una aliada que lo acorrala con denuncias y la tercera es la nueva estrella política argentina. Sin ellas, no sería nada

Ernesto Tenembaum

"Pero qué hermosas eran, cuando iban de mi brazo por la acera...", coreaba Joaquín Sabina, en una vieja y hermosa canción, donde contaba sobre sus tres mujeres. La primera, una arpía. La segunda, una bruja. La tercera, "de todos mis amores, el que más me ha dolido". Seguramente, esos versos no tienen nada que ver con el presidente argentino, Mauricio Macri. O sí. Pero su destino está atado, también, a tres mujeres. ¿Brujas? ¿Arpías? ¿Amores perdidos? En cualquier caso, si está donde está, es justamente por ellas.

Con una de las tres tiene una relación cuya intensidad trasciende los límites de la lucha por el poder, habitualmente más fría y gris. Se odian y se desprecian, desde hace años. Si los deseos de ambos se cumplieran, los dos estarían presos. Sin embargo, sin ella, Macri no habría llegado al sillón presidencial. Es sabido: a veces, quien te odia, te ayuda. Es Cristina Fernández de Kirchner, la mujer que más poder ha tenido en la historia argentina y la que genera sentimientos más pasionales, no solo en Macri, sino en toda la población. Para amarla o para odiarla, ella está sentada en la mesa de cada familia.

Como —está demostrado— es más lo segundo, el odio, gran parte del ascenso de Macri se ancla en esa lógica, la de ubicarse como la herramienta más apta para vencerla. Así, al menos hasta ahora, le ganó todas las elecciones en las que enfrentó a su gente. Esta semana quedó claro que Cristina bajará al llano para darle a Macri, por primera vez, la batalla personalmente. Será candidata a senadora en el principal distrito del país. Último round, batalla definitiva. Si gana, el Gobierno de Macri entrará en fase terminal. Habrá una fuga masiva de capitales aterrorizados ante el regreso del temido populismo. Si Cristina pierde, quedará relegada y con ello Macri tendrá que encontrar nuevas razones —gobernar bien, por ejemplo— para que lo elijan.

La segunda mujer es una aliada de Macri, mucho menos conocida en el mundo. Se llama Elisa Carrió y le dicen Lilita. Es un personaje central de la política argentina desde hace dos décadas. Su leitmotiv es la denuncia de la corrupción. Implacable, arbitraria, carismática, irreverente, filosa, mitómana, valiente, audaz, Carrió había dicho hace unos años que jamás se aliaría con el actual presidente. "Mi límite es Macri", fueron las palabras precisas. Pero el espanto común hacia Cristina los acercó, hasta que forjaron una alianza central en la estrategia de Macri. Desde que llegó al poder, Carrió le da un susto tras otro: denuncia por corrupción al padre de Macri, desprecia en público a sus asesores, embiste contra amigos y socios del presidente. Y cada dos por tres —la última fue hace una semana— amenaza con la ruptura. Hay, entre ellos, una diferencia de fondo. A Carrió no le disgustaría que estallara en la Argentina un escándalo como el Lava Jato y que los políticos y empresarios argentinos terminaran presos. Macri no quiere saber nada con esa idea, entre otras razones porque las balas le picarían muy cerca. Mientras siga viva la amenaza de Cristina, esa alianza no se rompe. Tictac.

La tercera mujer que define el destino de Macri es la gran estrella de la política argentina. Se llama María Eugenia Vidal y es la gobernadora de la decisiva provincia de Buenos Aires. Macri nació de una necesidad desesperante: se acercaban las elecciones presidenciales y Mariu no tenía candidato a gobernador justo ahí, donde está la mayoría de los votos. Así que envió a una de sus dirigentes predilectas a una aventura en la que no tenía chance. Vidal tiene poco más de 40 años, una sonrisa amplia, una formación técnica sólida: es más joven y más flexible que las otras dos. La suerte quiso que el peronismo eligiera un candidato con los peores defectos de la vieja política. Era impresionante: la bella y la bestia, en su versión argentina. Caperucita roja y el lobo. Eso catapultó a Mariu, quien inesperadamente ganó la elección y se transformó en la figura más querida de la política argentina: muchísimo más que el mismo presidente. Muy pocos votan contentos a Macri, pero muchos lo hacen con Vidal, o así al menos lo dicen las encuestas. Es su alumna ejemplar: por ahora.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Cristina acerca los votos de quienes la odian. Lilita aporta los de quienes desconfían del presidente. Mariu es la única que da una razón para votar por la positiva. Ninguna de las tres se lleva bien con las otras dos, pero las tres juntas colaboraron a su manera, en 2015, para que Macri llegara tan alto. Tal vez esa misma lógica ayude al complicado presidente argentino a conservar el poder en las legislativas de octubre. "¿Ustedes me han mirado? Pedirles, además, que me quisieran, ¿no les parece que es pedirles demasiado?", cantaba Joaquín Sabina.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_